
Es posible que en las próximas semanas, el Congreso de los Estados Unidos consolide el liderazgo de China en la carrera de la energía limpia, con la aprobación del proyecto de la “ley grande y hermosa” del Partido Republicano, que, entre otras cosas, busca eliminar los incentivos impositivos de la Ley de Reducción de la Inflación para esas tecnologías. Esto provocaría la retirada estadounidense de fuentes renovables como la solar, la eólica y el hidrógeno, así como de los vehículos eléctricos y la infraestructura de carga necesaria, y asestaría un golpe mortal a cualquier intento estadounidense de desafiar el dominio chino en las industrias verdes.
Las cifras son asombrosas. China representa el 65% de la capacidad mundial de fabricación de turbinas eólicas y más del 80% de la de paneles solares, además de dominar la producción de sistemas de almacenamiento de energía y vehículos eléctricos. También tiene una posición dominante en la extracción y el refinado de los minerales usados como insumos del sector, ya que procesa alrededor del 90% de los elementos de tierras raras y entre el 60% y el 70% del cobalto y del litio.
A diferencia de la producción gaspetrolera (repartida entre muchos países), China se ha convertido en líder mundial indiscutido en el sector de la energía limpia: no domina solo una tecnología o un segmento del mercado, sino casi toda la cartera. La maquinaria industrial china ha sido un actor indispensable de la transición energética mundial. El despliegue masivo de las fuentes renovables en China (que incluye más de 800 gigavatios de capacidad solar instalada y el liderazgo mundial en construcción de parques eólicos en tierra y mar) ha generado un abaratamiento drástico de las tecnologías verdes. Y su capacidad de exportación ha vuelto estos productos más accesibles y asequibles, sobre todo en el sur global.
La razón por la que China siguió este programa no fue el cambio climático, sino la inseguridad energética. En 2009, el gobierno chino (consciente de la vulnerabilidad implícita en depender de combustibles fósiles importados y de mercados energéticos bajo control extranjero) adoptó una estrategia industrial a largo plazo para convertirse en superpotencia mundial en fabricación de tecnologías limpias.
En aquel momento, los líderes mundiales en innovación solar eran Alemania y Japón. Pero con subsidios estatales, coordinación regulatoria y planificación estratégica, China absorbió, reprodujo y escaló las tecnologías ya existentes, mientras innovaba y desarrollaba otras nuevas (sobre todo en lo referente a baterías). Hoy, el sector de las tecnologías limpias es el más competitivo de China y representa el 10% del PIB.
El dominio chino se basa en una profunda integración y coordinación de su ecosistema industrial. Los fabricantes de paneles solares, baterías y vehículos eléctricos tienen muchos de los insumos esenciales a no más de tres o cuatro horas de distancia, lo que permite una producción rápida con estrictos controles de calidad y una eficiencia de costos sin par. Esta densidad geográfica no solo se traslada a precios más bajos que la competencia, sino también mayor agilidad. La optimización china de cadenas de suministro no fue accidental, sino una política deliberada, que demandó coordinación regional y miles de millones de yuanes de inversión en infraestructura.
El apoyo estatal no se quedó en subsidios. Como parte de una estrategia económica más amplia, China invirtió capital en investigación y desarrollo en universidades, parques tecnológicos y zonas de fabricación, aumentó la escala de las innovaciones e impulsó la paridad de costos más rápido que cualquier otro país. El Estado no eligió ganadores; los creó, y cuando el modelo funcionó, redobló la apuesta.
En 2021, el presidente chino, Xi Jinping, declaró ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que China “aumentaría el apoyo a otros países en desarrollo para el desarrollo de energías verdes y descarbonizadas”. Y, hasta ahora, el país ha cumplido su compromiso: el año pasado, casi la mitad de las exportaciones chinas en energía solar, eólica y vehículos eléctricos se destinó al sur global, donde la demanda de energía está en aumento y el capital escasea.
El impulso chino a las energías renovables ha sido una bendición para estas economías emergentes de alto crecimiento y poca disponibilidad de energía. Frente a la alternativa de depender de ayudas fragmentarias o soluciones occidentales caras, los proyectos chinos de energía limpia “llave en mano” son la única opción de muchos gobiernos: puestos a elegir entre no tener red eléctrica o tener una red china, el pragmatismo suele imponerse a la geopolítica. Ningún otro exportador puede igualar la oferta coordinada de China, porque pocos poseen profundidad industrial y, al mismo tiempo, capital paciente para sostener sistemas enteros.
Por eso, en Ghana casi todas las instalaciones solares usan insumos chinos. En Indonesia y Kenia, empresas chinas ayudan a modernizar las redes y a electrificar zonas rurales. En toda África, es cada vez más común que el primer medio de transporte propio de muchas personas sea un vehículo eléctrico de fabricación china (por menos de $15.000). Y todo indica que la tendencia continuará. Las listas de precios y la escala de producción de BYD (campeón chino en el área de los vehículos eléctricos) están transformando el mercado mundial de los autos y han convertido a China en el mayor exportador de automóviles del mundo. Se prevé que en 2030, las automotrices chinas controlen el 39% del mercado en África y Oriente Medio.
Con sus cambios súbitos de políticas (un gobierno entusiasta de la energía limpia seguido por otro que la desdeña), Estados Unidos ha desperdiciado la oportunidad de convertirse en líder mundial en tecnologías descarbonizadas (por no hablar de su dominio tradicional en innovación). Ahora el timón lo tiene China, gracias a las décadas que dedicó a crear una industria de las tecnologías limpias, dominar las cadenas de suministro y exportar medios de electrificación baratos a todo el mundo.
Carolyn Kissane es decana asociada y profesora clínica del Centro de Asuntos Mundiales de la Escuela de Estudios Profesionales de la Universidad de Nueva York y directora fundadora del Laboratorio de Energía, Clima y Sostenibilidad de la Universidad de Nueva York. Copyright: Project Syndicate, 2025.