La creciente desigualdad social sumada a la percepción de una supuesta gobernanza en favor de grupos de poder, plantean a Costa Rica el reto de que el beneficio del crecimiento económico se distribuya de una manera más equitativa.
Así lo estima Luis Felipe López Calva, director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de América Latina y el Caribe.
El directivo analizó el contexto sociopolítico de Costa Rica, durante su visita al país, con base en los resultados del informe llamado “Atrapados: Alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe”. La organización reporta que una gran parte de los costarricenses estima que se gobierna en favor de selectos grupos de poder, que no existe una equitativa distribución de la riqueza y que la institucionalidad impide hacer las reformas urgentes.
Este es un extracto de la entrevista con López Calva:
— El informe señala que Costa Rica está atrapada en una doble trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento económico. ¿Por qué?
— Estas características de Latinoamérica no le son ajenas a Costa Rica, sin embargo hay particularidades. Esta es una economía pequeña dentro del contexto regional y global, y, en ese sentido, depende mucho de las condiciones externas. No obstante, es una economía que creció a un promedio del 4% en las últimas décadas hasta 2017. Es un país que partió de una desigualdad relativamente más baja respecto a otros, entonces es un país donde la desigualdad creció, contrario a la tendencia regional. Estas características están ahí en el caso de Costa Rica.
“Eventualmente, sí, con un problema de desigualdad, sin embargo, tiene una institucionalidad sólida, que a la vez, no permite reformas de manera muy rápida, precisamente porque la institucionalidad le da mucha estabilidad, pero empieza a crecer una cierta sensación entre los ciudadanos de que el sistema no está respondiendo a la velocidad que se requiere.
“Tenemos el dato de Latinobarómetro, que en promedio en toda la región alrededor del 88% de la población está descontenta, tiene falta de confianza en las instituciones y dice que las instituciones están al servicio de algunos grupos. Este incluso es más alto en Costa Rica.
“Entonces ahí hay una desilusión con la institucionalidad, a pesar de que los resultados no son malos; los índices de pobreza se han logrado reducir. Es una economía con una convicción por la igualdad social, que está viendo un crecimiento en la desigualdad y que ha tenido dificultades para crecer, y todo ello en una dificultad de espacio fiscal. Entonces yo creo que, de alguna manera, breve, resumiría así la situación de Costa Rica, que sin embargo está en el grupo de desarrollo humano alto, hay mucho que ha logrado Costa Rica, la pregunta es ¿cómo puede construir a partir de eso?”.
— Precisamente el reporte señala que 91 de cada 100 costarricenses creen que el país es gobernado en favor de unos pocos grupos poderosos y no por el bien de todos. ¿Es una advertencia sobre uno de los principales retos para la democracia costarricense?
— Es un reto para la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Si bien el promedio para Costa Rica es más alto, el promedio ya es muy alto para Latinoamérica en términos de este indicador. Y también, como lo que vimos recientemente en 2019, en Chile, con algunas movilizaciones en Bolivia y Colombia, creo que también hay un tema de generación de expectativa.
“La economía latinoamericana tuvo un crecimiento importante en las primeras dos décadas, si bien por muy por debajo de las expectativas, y una reducción importante de la pobreza. Sin embargo, como hemos insistido, hemos logrado consolidar sociedades importantes de clase media.
“Yo creo que Costa Rica es un país que logró un avance importante en ese camino, que tiene una clase media fuerte, pero que está teniendo una crisis de aspiraciones, es decir, dado el contexto de lo que estaba ocurriendo en el área global y regional, creo que hay grupos territorialmente específicos, que sintieron que no se estaban viendo beneficiados de ese proceso de crecimiento económico.
“Costa Rica creció 4% en su promedio anual casi por dos décadas hasta 2017. Eso fue importante, pero mucha gente no veía el beneficio y ahí fue donde empezó a surgir esta lógica como en otros países de la región, esta percepción de que efectivamente había ciertos grupos que se estaban beneficiando más. Entonces creo que es un llamado a que ese beneficio del potencial crecimiento que se pueda dar, se distribuya de una manera más equitativa.
“La respuesta es sí, es un reto para Costa Rica, pero no lo alejaría del contexto de que es una característica estructural de Latinoamérica”.
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— ¿Es la desigualdad una de las causas por las cuales naciones de la región han caído en manos de políticos populistas y autoritarios?
— Sin duda es una de las causas, pero también hay que decir que no solo lo podemos atribuir a la desigualdad, porque la desigualdad ha estado presente en Latinoamérica por muchas décadas. Entonces la pregunta es ¿por qué esto no ocurrió antes? Lo que pensamos es que es la desigualdad, pero interactuando con otros factores.
“Un factor central, creemos, es esta crisis de aspiraciones, que ocurre en un momento donde hay un ciclo positivo y eventualmente la gente piensa que ese ciclo positivo no le dio beneficios. Entonces es la desigualdad interactuando con esta situación más coyuntural. Y ahora, sobre todo con la crisis generada por covid, hay un gran aumento de incertidumbre, es muy difícil saber qué nos depara el futuro, si vendrá otra crisis, ahora añadimos una situación de conflicto geopolítico. Entonces, creo que esta incertidumbre cambia las actitudes políticas, las actitudes económicas, las actitudes de convivencia, y puede llevar a una búsqueda de solución política que es mucho más vertical, mucho menos consensuada”.
— Le consulto también en el caso de nuestro país, porque justamente usted menciona que la institucionalidad costarricense es muy sólida, pero que impide hacer ajustes rápidos. ¿Podría surgir una oferta populista o autoritaria que puede jugar con ese doble factor?
— Sería bueno definir qué entiendo por oferta populista y autoritaria. La parte autoritaria sería el debilitamiento de los controles democráticos, que está ocurriendo en algunos de nuestros países. Segundo, cuando hablamos de populismo, hablamos de no respetar una restricción presupuestaria intertemporal y empezar a generar inestabilidad económica a través de un gasto excesivo, por ejemplo.
“Yo creo que en ambos casos hay países que tienen una institucionalidad más fuerte que los protege, y creo que Costa Rica está en ese grupo. La existencia de una tradición y convicción democrática de los ciudadanos y ciudadanas, la existencia de la Sala Constitucional… yo creo que las condiciones que, como decía anteriormente, pueden hacer más lentas las reformas, también en este caso son un seguro de potenciales intenciones, que tampoco veo de manera muy clara en Costa Rica. Pero si eso surgiera, creo que Costa Rica tiene una institucionalidad suficientemente fuerte para poder navegar la turbulencia de manera exitosa, eso esperaría”.
— En las recientes elecciones se presentó el abstencionismo más alto ¿es posible que la desigualdad de la que estamos hablando y también el rechazo a las medidas contra la pandemia dispararan el abstencionismo?
— Es un tema muy importante que yo diría que puede tener dos lecturas. Una es que efectivamente, es posible que este desencanto con la institucionalidad, la reducción de la confianza, haya generado en varios casos, ha habido una serie importantes elecciones en la región, que ha tenido un efecto sobre la participación, eso es cierto. También hay un efecto de la pandemia misma, que va más allá de la parte política, la preocupación de que las votaciones puedan ser una fuente de contagio y otras razones. Pero ciertamente, puede haber un efecto de descontento y creo que eso es una llamada de atención que hay que tener muy en cuenta y que hay que reconstruir confianza.
“La otra lectura que hay que dar, que también es importante, es que mucha gente sí participó en las elecciones. Hemos tenido elecciones muy importantes en Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Costa Rica, y quizás, con una excepción, las elecciones han sido creíbles, de calidad razonable y han llevado a una transición estable. Eso también hay que verlo, porque nuestra región está viendo la democracia como un mecanismo para transmitir y delegar poder. Pero sí, con una llamada de atención”.