
A finales del siglo XIX, cuando el ferrocarril al Atlántico cambiaba Costa Rica para siempre, dos hombres de piedra aparecieron en unas excavaciones en lo que ahora se conoce como el sitio arqueológico Las Mercedes, en Guácimo de Limón.
Las figuras, de aproximadamente 1,80 metros cada una, consisten en un guerrero sujetando la cabeza de un enemigo y otro individuo de similar apariencia, que captaron la atención del Carl Vilhelm Hartman, antropólogo sueco que recorrió Centroamérica entre 1896 y 1899.
Hartman aprovechó el ferrocarril para llevarse las estatuas indígenas al puerto y de ahí en barco a la capital de su país, Estocolmo, donde han permanecido durante casi 125 años y ahora pueden ser apreciadas en el Museo de Etnografía de dicha ciudad nórdica.
Este no es el único caso de piezas de la Costa Rica precolombina que por distintas razones aparecieron en otros países.
Según un recuento del Departamento de Protección del Patrimonio Cultural del Museo Nacional, se han ubicado 182 bienes, como vasijas y artefactos líticos, dispersos en nueve países y tres continentes.
La mayoría de estos bienes, sorprendentemente, están al otro lado del planeta: Australia, donde hay 71 piezas.
Le siguen Holanda, con 35, Estados Unidos (23), Dinamarca (19), Francia (13), Suiza (12), Suecia (seis), Italia (dos) y Noruega (una).
Algunas de esas piezas pudieron haber salido del país antes de que rigiera la Ley sobre Patrimonio Nacional Arqueológico de 1982, que estableció que los objetos arqueológicos son propiedad del Estado, aunque también se pudo dar tráfico ilícito posterior a la vigencia de esta norma.
“El tema de las repatriaciones se inicia con la entrega voluntaria o bien el decomiso, muchos de estos casos en realidad obedecen a entregas voluntarias que hacen ciudadanos en estos países, ya sea costarricenses o extranjeros, que de una u otra forma adquirieron los bienes”, explicó a La Nación la directora del Museo Nacional, Grettel Monge Muñoz.
“Que se los regalaron, que se los llevaron, los sacaron del país, por tráfico ilícito que también se da, y ellos los llevan a los consulados o embajadas que tengamos en estos países. Nos ha llamado mucho la atención que los hijos o nietos de las personas que sacaron estas piezas ya no le interesa tenerlas”, agregó la directora.
Mediante fotografías, los expertos del Museo Nacional averiguan si los bienes son originales o no y si pertenecen a Costa Rica. De ser afirmativo, el Ministerio de Relaciones Exteriores solicita la repatriación, pero muchas veces no se logra.
¿Por qué las piezas no son traídas de vuelta al país? Monge afirmó que los gobiernos de esos países están anuentes a entregarlas, pero actualmente ni el Museo ni Relaciones Exteriores cuentan con presupuesto para repatriarlas.
Trasladar por avión o barco las de gran tamaño, como las estatuas en Suecia, puede costar varios millones de colones. Al no existir una partida presupuestaria para ese fin, el Museo ni siquiera ha calculado los costos, pero Monge estimó que se necesitarían mínimo $250.000 anuales para pensar en repatriaciones.
Algunas piezas de menor tamaño sí han logrado regresar con la ayuda de la Embajada de Costa Rica en el país donde están ubicadas. El embajador o algún diplomático viene al país, trae la pieza en su maleta con la autorización del Museo Nacional y la notificación a los aeropuertos por donde viaje.
Otras fueron entregadas gracias a la colaboración de gobiernos, como las 13 piezas entregadas por el Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI) a Costa Rica, tras una investigación contra un famoso coleccionista de Indiana llamado Don C. Miller.
La mayoría eran hachas de piedra, usadas como instrumentos de agricultura, principalmente para preparar terrenos para la siembra o para quitar maleza, aunque también hay una ocarina de arcilla creada para personas zurdas, por la posición en que tiene los orificios.
Las piezas fueron presentadas el 2 de diciembre en la sede José Fabio Góngora, del Museo Nacional, en Pavas, San José, donde la institución custodia todos los bienes arqueológicos en su poder.
Además, el 24 de febrero del 2024, 395 bienes arqueológicos que estaban resguardados en sedes diplomáticas de Costa Rica en Los Ángeles, Miami y Washington D. C. volvieron a suelo nacional. Consistían en artefactos precolombinos elaborados en piedra y cerámica, además de una esfera precolombina de cerca de 65 centímetros de diámetro, así como metates, jade, vasijas policromas, figuras humanas y de animales, y herramientas en piedra.
En estos casos, el gobierno estadounidense asumió los costos del traslado, pero esa es la excepción. Por ejemplo, el Museo de Etnografía de Estocolmo está dispuesto a devolver las estatuas de piedra, pero no a pagar el envío.
Mientras tanto, el Museo Nacional encontró una forma de “traer” a los hombres de piedra a sus pasillos gracias a una impresión 3D en tamaño real, con la ayuda del museo sueco que facilitó el escaneo tridimensional.
De esta forma, los visitantes del antiguo Cuartel Bellavista pueden hacerse una idea de cómo lucen estas figuras precolombinas en la exposición temporal “Permanencia en la Memoria, legados en el Caribe Central”, con la esperanza de algún día presenciar las originales sin la necesidad de viajar hasta Suecia.
