
Washington. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, y varios líderes europeos se reúnen este lunes en Washington con el presidente Donald Trump para discutir los términos de un posible acuerdo de paz que ponga fin a la guerra con Rusia.
Las conversaciones giran en torno a la posibilidad de ofrecer garantías de seguridad a Kiev, aunque también se evalúan eventuales concesiones territoriales.
La cita ocurre tras la cumbre del viernes en Alaska entre Trump y el mandatario ruso, Vladímir Putin, donde no se alcanzó un alto al fuego. Zelenski no fue invitado a ese encuentro y Trump se alineó con la posición rusa de negociar un acuerdo de paz definitivo sin un cese previo de hostilidades.
“El presidente ucraniano puede poner fin a la guerra con Rusia casi de inmediato, si así lo quiere, o puede seguir combatiendo”, escribió Trump el domingo en su plataforma Truth Social. El líder republicano descartó que Ucrania pueda recuperar Crimea o incorporarse a la OTAN.

Las regiones ucranianas ocupadas por Rusia
Donald Trump apoya un plan que prevé la cesión a Rusia de las regiones orientales de Donetsk y Lugansk, a cambio de una congelación del frente en las regiones sureñas de Jersón y Zaporiyia.
Sin embargo, Kiev rechaza de momento entregar estos territorios, que considera “temporalmente ocupados”.
Donetsk y Lugansk, prioridades del Kremlin
Estas dos regiones fronterizas con Rusia forman Donbás, una cuenca industrial y minera, cuya conquista es una prioridad para el presidente ruso, Vladimir Putin.
Las tropas rusas controlan más del 99% de Lugansk y el 79% de Donetsk, así como sus capitales regionales, según un análisis de AFP basado en datos del estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW).
Según las autoridades locales, unas 242.700 personas siguen viviendo en la zona de Donetsk bajo control ucraniano, que incluye varias ciudades importantes.
Aunque esta región es considerada una “fortaleza” que protege al resto del país, según el ISW, el ejército ruso avanza y amenaza los centros logísticos militares ucranianos que la integran.
Gran parte de esta zona ha quedado destruida por una guerra que comenzó en 2014. Entonces, Moscú lideró una revuelta de separatistas prorrusos, que fue el preludio de la invasión de febrero de 2022.
Donetsk y Lugansk son tradicionalmente de mayoría rusohablante, algo que fue instrumentalizado por el Kremlin para justificar su ataque.
En septiembre de 2022, Rusia reivindicó su anexión y la de las regiones de Jersón y Zaporiyia.
En la región de Donetsk se libraron también las batallas más sangrientas de esta guerra, como en Bajmut, Mariúpol o Avdiivka.
Jersón, ocupada y luego parcialmente liberada
Al inicio de la invasión, la región de Jersón, conocida por su agricultura, había sido ocupada casi en su totalidad por las fuerzas rusas.
Pero una contraofensiva ucraniana permitió en noviembre de 2022 repeler al ejército ruso y recuperar la capital regional homónima.
Gracias al río que actúa como frontera natural, el frente se ha mantenido relativamente estable desde entonces y Ucrania mantiene el control de sus principales centros urbanos. Lo mismo sucede en la vecina Zaporiyia.
Las tropas rusas controlan aproximadamente el 71% de la región de Jersón, de acuerdo con el ISW.
Zaporiyia, región nuclear
Los soldados rusos están presentes en el 74% de Zaporiyia, según la misma fuente.
Desde las primeras semanas del conflicto, controlan la central nuclear homónima, la más grande de Europa. Si bien esta fue cerrada, su seguridad se considera precaria porque se encuentra muy cerca de los combates.
Rusia y Ucrania se acusan mutuamente de tenerla en el punto de mira.
Sumi y Járkov, casos especiales
Además de los territorios cuya anexión reclama Rusia, sus tropas realizan incursiones en las regiones de Sumi y Járkov, en el noreste.
Pese a los frecuentes bombardeos, Moscú no controla ninguna urbe importante y solo está presente en el 5% de Járkov y en el 1% de Sumi, según el análisis de los datos del ISW.
El Kremlin afirma que quiere crear una “zona de amortiguación” para impedir ofensivas ucranianas en Rusia, como la que se produjo en el verano de 2024 en la región oriental de Kursk.
Crimea, 11 años de ocupación
El control ruso sobre Crimea es especialmente fuerte, ya que Moscú anexionó esta península en 2014, tras un referendo denunciado por la comunidad internacional.
Rusia desea que los países occidentales y Kiev reconozcan su anexión.
El presidente estadounidense, Donald Trump, advirtió el domingo que no hay posibilidad de que Ucrania recupere el control de Crimea.
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Esta zona turística y vitícola está conectada con Rusia desde 2018 por un largo puente, objetivo preferido del ejército ucraniano.
Ucrania también ataca las infraestructuras militares y navales de la península, que Moscú utiliza como base de retaguardia para su ejército.
Es difícil saber cuál es la vida de los ucranianos en la Crimea anexionada y los demás territorios controlados por Moscú.
La represión es feroz y, según las autoridades ucranianas, oponerse a la ocupación rusa conlleva el riesgo de ser detenido, torturado o asesinado.
El Kremlin fue acusado de “rusificar” estos territorios controlando la educación, los medios de comunicación y todos los aspectos de la vida cotidiana, además de instalar allí a ciudadanos rusos e imponer a los ucranianos un pasaporte ruso.
Zelenski esta vez no llegó solo
En la Casa Blanca también participan la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el presidente francés, Emmanuel Macron; el canciller alemán, Friedrich Merz; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni; el primer ministro británico, Keir Starmer; el presidente finlandés, Alexander Stubb, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
Las reuniones deberían concluir a las 10 p.m. de este lunes, según una fuente del gobierno alemán.
Será la primera visita de Zelenski a la Casa Blanca desde febrero, cuando Trump lo reprendió por “no mostrar suficiente gratitud” por la ayuda estadounidense.
