
El lugar de residencia de los jóvenes influye de manera decisiva en sus oportunidades laborales y desarrollo profesional, advirtió la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su informe Tener y no tener: cómo superar la brecha de oportunidades, publicado este lunes.
El estudio, que analiza datos de un amplio conjunto de países miembros, identifica desigualdades persistentes que afectan la transición de la escuela al trabajo y condicionan la carrera profesional desde los primeros años.
Según la OCDE, la falta de empleo al inicio de la vida laboral puede generar efectos negativos duraderos, incluidos mayores índices de desempleo futuro y menores ingresos a largo plazo.
Asimismo, la disponibilidad y calidad de los empleos locales, la capacitación y el acceso a servicios de apoyo para la inserción laboral varían significativamente entre regiones, generando ventajas para algunos y limitaciones para otros.
Mujeres jóvenes enfrentan mayor desigualdad
El informe resalta que las desigualdades son más pronunciadas entre mujeres jóvenes. En países con menor Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, por ejemplo, la OCDE indica que su transición de la escuela al empleo está más vinculada a la desigualdad educativa y geográfica que la de los hombres.
Factores como el abandono escolar temprano, el matrimonio a edad temprana y la alta tasa de fertilidad afectan su desarrollo educativo y su acceso al mercado laboral, mientras que la brecha para los hombres es menos significativa.
A nivel global, la diferencia promedio en la proporción de jóvenes de 18 a 24 años que no estudian, no trabajan ni reciben capacitación (los llamados “ninis”) entre las regiones más favorecidas y las más rezagadas alcanza el 12,7%.
En algunos países del sur de Europa y en México, esta brecha supera el 20%, con zonas donde uno de cada cuatro jóvenes o más se encuentra en esta situación. En contraste, los países nórdicos registran tasas bajas de “ninis” y escasas disparidades regionales.
La relación entre abandono escolar temprano y condición de “nini”, según la OCDE, es evidente: las regiones con mayores índices de deserción escolar presentan tasas de jóvenes que ni estudian ni trabajan hasta 7 puntos porcentuales superiores a las de las regiones con menor abandono.
Esto confirma, de acuerdo con el estudio, que las desigualdades educativas constituyen un factor clave para la inserción laboral y la movilidad social.
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Persistencia de la desigualdad y limitaciones estructurales
El informe señala que las diferencias geográficas afectan no solo a jóvenes, sino también a adultos.
En ese sentido, las regiones con menor PIB per cápita presentan menos oportunidades de empleo, acceso limitado a sectores de alto valor agregado y escasa disponibilidad de servicios públicos de empleo (SPE), que facilitan la capacitación y la inserción laboral formal.
Las zonas históricamente rezagadas muestran patrones de empleo persistentes, con tasas bajas durante décadas, mientras que los jóvenes en regiones de mayor PIB tienen acceso a empleos más calificados y mejores oportunidades de desarrollo profesional.
La OCDE también advierte que estas desigualdades geográficas limitan el progreso salarial y profesional incluso dentro de un mismo país, y que los jóvenes que permanecen en mercados laborales débiles enfrentan menores posibilidades de desarrollo a lo largo de la vida.
La movilidad geográfica, concluye el informe, puede mejorar las perspectivas, pero no todos cuentan con los recursos para trasladarse.
Costa Rica en perspectiva
El informe incluye a Costa Rica como ejemplo de país donde la desigualdad educativa y de género influye en la transición de la escuela al empleo.
Según la OCDE, en regiones menos favorecidas, las mujeres jóvenes enfrentan mayores obstáculos que los hombres, especialmente donde una proporción significativa no completa la educación secundaria superior.
Estas condiciones repercuten directamente en su capacidad para acceder al mercado laboral y consolidar una carrera profesional.
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Implicaciones para políticas públicas
La OCDE subraya la necesidad de diseñar políticas que reduzcan la desigualdad educativa y regional, fortalezcan la capacitación y los servicios de empleo, y consideren los efectos específicos sobre mujeres jóvenes.
Reducir estas brechas permitiría a los países desbloquear el potencial económico y social de su juventud, mejorar la movilidad social y disminuir la desigualdad intergeneracional.