
El mundo de la numismática mueve pasiones, obsesiones y, sobre todo, cifras que sorprenden hasta a los más incrédulos.
El precio de una moneda costarricense de colección alcanzó los $263.000 (alrededor de ¢132,4 millones) en una subasta realizada hace un mes. Sí, leyó bien: más de un cuarto de millón de dólares. La pieza se subastó en $240.000 (¢121,2 millones), pero el costo final incluye los gastos de comisión de la casa de subasta.
Se trata de una moneda de oro con valor facial de ocho escudos, acuñada en 1828 en Costa Rica, y que se identifica con la leyenda “República del Centro de América”. La puja virtual fue realizada por la casa Heritage, con sede en Dallas, y concluyó el 29 de agosto, de acuerdo con la información compartida por la Asociación Numismática Costarricense.
Según la organización y especialistas, este monto de venta es el más elevado de una moneda y billete acuñado en Costa Rica.
Los detalles del propietario y de quién la adquirió no son públicos. Es una característica de este mercado, en el que las monedas y billetes de colección se transan por medio de casas de subasta extranjeras, y también por la oferta y la demanda en transacciones más informales dentro del territorio nacional.
La Asociación estima que tiene unos 500 miembros, aunque reconoce que el número de coleccionistas en el país es mayor, debido a que no todos están afiliados a la gremial.
“La comunidad es enorme”, señaló Leonardo Montalbán, presidente de la organización.
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El Banco Central de Costa Rica (BCCR) estima este universo en 5.000 personas dedicadas a la numismática, con base en datos preliminares de la Asociación, precisó Juan José Leiva, director del Departamento de Emisión y Valores del BCCR.
La numismática involucra el estudio y colección de monedas, medallas, papel moneda y fichas.

Rareza y escasez
Montalbán explicó que el verdadero valor numismático de una pieza (monedas y billetes) no reside en su antigüedad, ni necesariamente en ser de oro o plata, sino en su rareza y en la dificultad para conseguirla; es decir, en su escasez.
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En este punto coincide Alejandro Matamoros, coleccionista numismático desde hace 30 años. “Es definitivamente la escasez”, afirmó, y añadió que, además, el valor lo define la condición de la moneda.
“El coleccionista sofisticado busca la moneda o billete que está en perfectas condiciones”, apuntó Matamoros.
Tomás Dueñas, empresario y exministro de Comercio Exterior, tiene 40 años de dedicarse a la numismática, más de la mitad de sus 76 años. Contó que los coleccionistas suelen iniciarse en ese campo por tres razones principales: interés histórico, interés económico y la necesidad de resguardar algo propio que tenga trascendencia a nivel personal.
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Mariela Agüero, curadora de numismática de los Museos del Banco Central, recalcó que las personas que coleccionan monedas principalmente toman en cuenta la cantidad acuñada, ya que generalmente es limitada, y esto les da un carácter único.
“Cuanto más reducida sea la cantidad de acuñaciones, más buscadas serán las piezas”, dijo.
Leonardo Montalbán describe a los coleccionistas numismáticos como, a menudo, “muy obsesivo-compulsivos”, lo cual es aprovechado por un grupo que, a su juicio, manipula el mercado.
Las preferencias
Matamoros, con 30 años en esta actividad, consideró que en Costa Rica hay coleccionistas tradicionales, que llevan mucho tiempo en este campo y tienen interés en monedas de los siglos XIX y XX (incluyendo las acuñadas en los años 60, 70 y 90), y aquellos que se decantan específicamente por las monedas conmemorativas emitidas desde el 2021.
Por su parte, Minor Blanco, quien se dedica a la valuación de artículos coleccionables desde hace tres décadas, comentó que también hay un nicho específico para billetes.
En este caso, el valor está dado por el estado en que se encuentre, las firmas que contiene y su número de serie.
Pero, sin duda, entre el sector coleccionista hay demanda de monedas conmemorativas, que rinden tributo a un hecho histórico, cultural, turístico o medioambiental. La oferta de estas piezas data de 1847 en Costa Rica, cuando se emitió una pieza con denominación de un real, de acuerdo con la compilación histórica realizada por Montalbán.
Posteriormente, en 1970, el Banco Central emitió monedas conmemorativas. Tiempo después, hubo acuñaciones para diferentes efemérides y temas en 1974, 1975, 1979, 1981, 1982, 1983, 1987, 1994, 1997 y 2000. En algunos casos se incluyeron piezas de oro y plata.
“Nadie las compraba y el Banco decidió no volver a emitirlas”, destacó Matamoros. La venta se realizaba directamente en la sede del Central.

El ‘boom’ de las conmemorativas
Pasaron 21 años para que el Banco Central volviera a emitir monedas conmemorativas. En el 2021, se lanzó la moneda por el bicentenario de la Independencia de Costa Rica. Su aparición provocó largas filas en los Museos del Banco Central, que eran el único lugar de distribución.
Junto a las monedas coleccionables, el BCCR emite piezas para uso como medio de pago con características gráficas similares a las primeras, pero con materiales dirigidos a garantizar la durabilidad que exige su manipulación permanente.
Rodrigo Cubero, presidente del BCCR en ese momento, recuerda que fue la única pieza que se emitió durante su administración y que se tomó en cuenta la potencial demanda. Se lanzaron 5.000 monedas con acabado proof y 1.000 en calidad flor de cuño.
Cubero considera que, desde el punto de vista legal, aunque las monedas conmemorativas se emiten como medio de pago, las personas prefieren guardarlas como piezas de colección, pues su valor es mucho más alto.
Luego de esta moneda, se inició el lanzamiento de nuevas series, como la del 175 aniversario de la fundación de la República, en agosto del 2023. Se lanzaron 4.000 piezas y la demanda fue similar, aunque esta vez se ampliaron los canales de distribución a entidades del sistema financiero.
Minor Blanco, experto en valuación de artículos coleccionables, destaca que el aumento en la oferta de monedas conmemorativas provocó una alteración en el mercado numismático. “Antes era más restringido. Ahora se construyó un mercado negro que no existía”, subrayó.
También se han multiplicado las ferias numismáticas, organizadas por personas interesadas en esta actividad, dice Blanco.
Juan José Leiva, del BCCR, afirmó que el lanzamiento de estas series obedece a la necesidad de modernizar los medios de pago, pues se incluyen piezas de colección junto a numerario para usarse en transacciones, de ¢500, ¢100, ¢50, ¢25 y ¢10.
Leiva detalló que, desde el 2021 hasta setiembre del 2025, se habían colocado 212.100 monedas del programa de colecciones y faltaban 187.000 por colocar, de 11 monedas restantes, lo que totaliza 399.000 piezas.
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“No ha habido ninguna emisión que tarde más de dos días en agotarse”, apuntó Leiva, y añadió que el mercado secundario se rige por la oferta y la demanda, una vez que las piezas son adquiridas.
‘Manipulación’ del mercado
De acuerdo con Alejandro Matamoros, los interesados en adquirir piezas conmemorativas del BCCR en los últimos años son, en su mayoría, coleccionistas nuevos, que demandan estas series.
Sin embargo, contó que han surgido una gran cantidad de revendedores.
El regreso de las monedas conmemorativas también ha traído consigo una sombra de especulación, señaló Montalbán, de la Asociación Numismática. El mercado secundario de colección ha visto un alza de precios que define como “una clara y concisa manipulación del mercado”, derivada del aumento en la cantidad de piezas emitidas.
Las emisiones más recientes se colocan con un precio de venta de ¢9.000, sugerido por el BCCR.
“Al principio eran pocas las monedas conmemorativas que se pusieron en circulación, entonces eso dio pie a un mercado secundario que comenzó a inflar los precios”, explicó Montalbán.
La justificación de estas alzas radica en que los nuevos coleccionistas no logran conseguir las piezas en emisión primaria y pagan precios inflados.
Montalbán lamenta que muchos de estos nuevos coleccionistas, por desconocimiento, opten por pagar altas sumas por piezas de aleaciones comunes, cuando con el mismo dinero podrían adquirir series de plata o monedas históricas de mayor valor numismático.
El presidente de la gremial subraya que el BCCR no lucra con estas emisiones. “Nosotros hemos verificado los carteles de licitación”, aseguró.
Leiva, del BCCR, lo precisó: el valor sugerido incluye el costo de fabricación (estimado en ¢6.000), un margen del 25% para la entidad que distribuye las piezas y el impuesto sobre el valor agregado (IVA). Estos parámetros fueron aprobados por la Junta Directiva.
El monto de las ventas se registra en la cuenta presupuestaria de "otros ingresos" del Banco Central.
