
En Costa Rica, la maternidad sigue marcando una diferencia importante en el mercado laboral. De acuerdo con el nuevo informe del Programa Estado de la Nación (PEN), las madres enfrentan más barreras para acceder, mantenerse y progresar en el empleo, una brecha que las separa de los hombres y las mujeres que no tienen hijos.
“Ser madre influye significativamente en la forma en que ellas pueden administrar su tiempo y, en ausencia de una distribución equitativa de la responsabilidad de cuido y gestión del hogar con los hombres, condiciona su decisión de poder trabajar fuera de este, así como el tipo de empleo compatible con estas tareas”, advierte el informe.
Según datos del PEN, la tasa de participación laboral es del 70% entre los hombres, frente al 46% en las mujeres. Esta proporción desciende al 44% cuando se trata de mujeres que son madres, frente a un 50% en aquellas que no lo son.
En este sentido, el PEN destaca una “triple barrera” que enfrentan las mujeres en el mercado laboral: menor participación, mayores dificultades para incorporarse al empleo y remuneraciones no equivalentes a las de los hombres en funciones similares.
Estas limitaciones, advierte el informe, se acentúan cuando la mujer es madre.
Entre otros desafíos que afectan a las mujeres con hijos e hijas, el PEN identificó:
- Disponibilidad horaria limitada: el tiempo que las madres pueden destinar al empleo es estadísticamente menor que el de las mujeres sin hijos.
- Acceso a puestos de menor calidad: suelen insertarse en sectores tradicionales, con salarios más bajos y menores exigencias educativas.
- Menor logro educativo: la proporción de mujeres madres con educación superior completa no alcanza la de las mujeres que no tienen hijos.
- Brechas aumentan según la cantidad de hijos: conforme crece el número de hijos, se profundizan las restricciones para acceder y mantenerse en el mercado laboral.
- Informalidad como “amortiguador”: muchas madres optan por empleos informales que ofrecen mayor flexibilidad, aunque implican menos protección y remuneración.
Expertos consultados por La Nación señalaron que las barreras que enfrentan las mujeres madres se originan, principalmente, en una distribución desigual del cuido no remunerado, así como en la limitada oferta laboral y el alto costo de los servicios de atención infantil.
Estas condiciones generan consecuencias económicas en el país a mediano y largo plazo.
Según los resultados más recientes de la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INEC), tanto hombres como mujeres presentan una reducción en la ocupación en los últimos trimestres.
En el largo plazo, la estadística muestra un avance marcado en las mujeres, aunque la mayor incorporación al mercado laboral no logra equiparar los niveles de empleo masculino.
Limitaciones de tiempo y acceso a empleos de calidad
Según el informe, aunque los hombres mantienen la tasa de ocupación más alta, con un 90,8%, las mujeres madres presentan un nivel de empleo superior al de aquellas sin hijos, con 87,5% frente a 81%.
En este contexto, Natalia Morales Aguilar, investigadora del PEN, señaló que es fundamental distinguir entre participación y ocupación para evitar aparentes contradicciones. Indicó que esta diferencia responde a la necesidad de incorporarse al mercado laboral, incluso cuando los puestos disponibles son de menor calidad.
Las madres participan menos en el mercado laboral por diversas barreras, pero cuando lo hacen tienen mayores probabilidades de conseguir empleo. Aclaró que esta tendencia no es positiva, pues refleja un aumento de trabajos informales y de menor calidad, los más accesibles para ellas.
“Aquí lo que decimos es que las mujeres que son madres, si se insertan en el trabajo, tienen más probabilidades de encontrar trabajo, y esa mayor probabilidad se manifiesta en trabajos informales. Eso significa que, cuando una mujer madre quiere salir a trabajar, casi que acepta cualquier tipo de trabajo que le permita, además, tener flexibilidad de horario".
— Natalia Morales Aguilar, investigadora del PEN.
Las principales actividades de inserción laboral para las madres son los servicios tradicionales (comercio, alojamiento y comida), con un 31%; salud y educación, con un 18%; y el servicio doméstico remunerado, con un 17%. Este perfil difiere del de los hombres y de las mujeres sin hijos.
Aunque los servicios tradicionales también predominan entre las mujeres no madres, en ellas destacan los servicios especializados, con un 14%, que ofrecen mejores condiciones, salarios más altos y mayores requisitos educativos. Este sector no figura entre las primeras opciones de las madres.
El PEN señala que la menor participación laboral de las madres también se relaciona con la disponibilidad de tiempo.
Una mujer con empleo remunerado trabaja unas 37 horas por semana, mientras que las mujeres sin hijos alcanzan 41 y los hombres, 46. Además, las brechas de inserción laboral entre mujeres varían según la edad y el número de hijos, lo que incrementa la necesidad de redes de cuido que no siempre están disponibles o al alcance de todas.
“Entran en juego diversos requerimientos de cuidado infantil y la toma de decisiones sobre quién asume el cuidado, lo cual puede ser muy costoso, tanto en términos emocionales como económicos, y esto desmotiva a muchas mujeres a trabajar fuera del hogar”.
— Programa Estado de la Nación.
Daniel Ortiz, director ejecutivo de Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), dijo a este diario que persiste una carga desproporcionada de cuido no remunerado, pues las madres asumen la mayoría del cuido infantil y las tareas domésticas, lo que limita su posibilidad de laborar jornadas completas.
Ortiz añadió que existe escasez y altos costos en los servicios de cuido: la oferta pública y comunitaria es reducida, mientras que las alternativas privadas resultan onerosas. Subrayó que los horarios laborales suelen carecer de flexibilidad y no coinciden con los tiempos de cuido.
Brechas educativas y recurrencia a la informalidad
En el ámbito educativo, el PEN indica que las madres trabajadoras presentan un nivel de formación más bajo. Solo tres de cada diez, equivalentes al 32%, poseen estudios superiores. Entre los hombres, la proporción es del 24%, mientras que, en el caso de las mujeres sin hijos, asciende a seis de cada diez, es decir, al 58%.
Estas diferencias también las empujan hacia ocupaciones informales: casi la mitad de las mujeres madres labora en ese segmento.
“Ellas recurren a estas ocupaciones porque ofrecen la flexibilidad necesaria para conciliar familia y trabajo, aunque ello deteriore sus perspectivas laborales. Por eso, la informalidad funciona como un “amortiguador” del impacto que genera la maternidad".
— Programa Estado de la Nación.
Natalia Morales indicó que muchas madres recurren a emprendimientos como venta de alimentos, artesanías o servicios domésticos en sus hogares o en otras viviendas. Aunque son trabajos con menor estabilidad y protección, estas ocupaciones les permiten generar ingresos con horarios flexibles.
Daniel Ortiz también recordó que esta mayor inclinación hacia trabajos informales amplía la brecha salarial de género ya existente, pues corresponden a ocupaciones de menor calificación y remuneración.
En ese sentido, el PEN señaló que, en promedio, las mujeres ganan alrededor de un 9% menos que los hombres. Esa brecha se amplía al 10% cuando son madres, pero se reduce al 6% si no lo son.
Impacto en la economía y seguridad social
Las barreras que enfrentan las mujeres madres generan efectos no solo en su vida cotidiana, sino también en la economía y en la seguridad social del país.
El expresidente del Banco Central de Costa Rica, Rodrigo Cubero, señaló a este diario que la baja participación femenina genera efectos severos en el desempeño económico, ya que implica la pérdida de talento y de oferta laboral, así como una menor contribución a la seguridad social y a los ingresos fiscales.
Esto afecta, a mediano y largo plazo, la sostenibilidad de regímenes como el de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), así como las finanzas públicas con el deterioro de la recaudación.
El PEN también advierte que la sensación de penalización que enfrentan las mujeres al encontrarse en condiciones desiguales se convierte en un factor que desincentiva la maternidad.