Jorge Luis es un educador cubano de 55 años y también una de las 74 personas de la Isla que saben en carne propia qué es el virus Oropouche. Esta enfermedad, que resultaba desconocida hasta hace poco para muchos, es foco de brotes en cinco países latinoamericanos y Costa Rica ya descartó un primer caso sospechoso.
El virus que enfrentó Jorge Luis y que aún lo mantiene decaído se transmite a través de picaduras de dos insectos: Culicoides paraensis (también llamado jején, purruja o “mosquito de la arena”) y Culex quinquefasciatus.
Jorge Luis (quien pidió reservar su imagen y sus apellidos) quiso compartir su testimonio de la enfermedad para hacer conciencia y compartir con otras personas lo que él vivió.
Ni la entrevista ni la forma de obtenerla fue tradicional. Una periodista de La Nación compartió a través de la red social Mastodon una nota sobre la enfermedad. Esta llegó a los ojos de Jorge Luis y otro compatriota, quienes respondieron a la publicación sobre lo común que se ha vuelto la enfermedad en su tierra y cómo la habían pasado ellos y sus familias.
Jorge Luis accedió a responder las preguntas y repreguntas a través del correo electrónico. Esta es su historia.

La infección con Oropouche
Esta enfermedad se transmite a través de picaduras con insectos infectados. Jorge Luis vive en una zona muy cercana al campo.
“Desafortunadamente la zona en la que vivo está plagada de mosquitos de diferentes tipos, constantemente. Esto implica que recibo un sinnúmero de picaduras diarias. Definitivamente fui infectado por uno de ellos”, relató.
La aparición de los síntomas no es inmediata. El periodo de incubación puede demorar de tres a 12 días, aunque en la mayoría de los casos es entre cuatro y ocho. Cuando comenzó a sentirse mal, a inicios de julio, el educador realizaba diligencias lejos de su casa.
“Los primeros síntomas comenzaron durante una visita que hice a la capital de mi país (lejos de mi comunidad), donde solo estuve tres o cuatro días. Allí no había mosquitos. Era un entorno muy diferente”, recordó.
Al inicio, no le dio mucha importancia. Las primeras señales no eran de preocupación: falta de apetito, asco al comer y algo de decaimiento.
“Culpaba a un helado que había comido por glotonería”, relató.
Los síntomas evolucionaron en cuestión de horas. Tuvo náuseas (aunque nunca logró vomitar) y luego una pequeña diarrea muy líquida, pero sin fetidez. Ese día regresaba a su casa. Luego de eso, dijo, tuvo “cuatro diarreas en dos días”.
Las diarreas, las náuseas y los vómitos son síntomas poco comunes en el Oropouche, pero sí se encuentran enlistados dentro de posibles manifestaciones clínicas.
El cuarto día comenzó a tener picos de fiebre cada cinco horas, pero no era una fiebre alta y logró controlar con paracetamol. Cada episodio de fiebre venía acompañado de somnolencia y escalofríos e inquietud. Dijo sentirse nervioso.
También tuvo dolores de cabeza, pero no tan fuertes como los que le han descrito otras personas.
Cerca de una semana después, comenzó a brotarse, este síntoma no cesa.
“Me ha estado saliendo algo así como pequeños granos en la piel, algo mayor que un sarpullido, y no tan abundantes”, afirmó.
Sin embargo, Jorge Luis destacó que los vectores han seguido picándole, por lo que también podría ser un episodio relacionado con otras picaduras. No obstante, este tipo de brotes sí son síntomas descritos en algunas personas con Oropouche.
Por las noches duerme con un mosquitero, pero al levantarse ya no tiene más esa protección.
A finales de mes, el decaimiento seguía. Se sentía muy débil.
“Luego me recuperé, pero hace apenas cuatro días volví a sentir esos decaimientos con sudoración fría y sensaciones parecidas a la hipoglicemia. La enfermedad me hizo bajar de peso, me dejó pálido y algo alterado de los nervios”, aseguró.
Esta “segunda etapa de síntomas” no ha sido tan fuerte y no ha tenido fiebre.
“Es como si los virus se escondieran y aprovecharan que yo haga algún trajín o algo de esfuerzo físico, por muy poco que sea. Todo lo logro aliviar sentándome en un lugar relajado y fresco, pero los virus no dejan de ser bien pesados”, añadió.
Es muy difícil que esto se trate de una segunda infección, por más expuesto que siga a los vectores. Hasta el momento la literatura científica no contabiliza reinfecciones con este virus, pero de todas formas se mantiene vigilante.
‘Los médicos no pueden hacer mucho, por la situación del país’
Jorge Luis es enfático en que desde el momento en el que comenzaron sus síntomas y cuando le dieron la noticia los médicos fueron amables y preocupados, también han visitado su casa y vecindario, pero que “no pueden hacer mucho, por la situación del país”.
“Ellos aconsejan reposo, beber abundante líquido, hacer vitaminoterapia (es decir, tomar vitaminas), alimentarse, y en caso de empeorar acudir urgentemente a los lugares de atención médica más cercanos”, narró.
Sí sabe que a los casos más graves se les atiende en centros de salud y se les aplica sueros, pero esta no fue su situación.
Él no ha podido tomar las vitaminas que le recomendaron porque no se venden en su país. Aseguró que quienes las tienen es porque tienen familiares fuera que las han conseguido.
Aunque todavía no se siente al 100% sí destacó que cada día está mejor. Sin embargo, comparte su historia para que otras personas entiendan la enfermedad y que no se alarmen, pero que hagan lo que esté a su alcance para prevenir.