Cuando pensamos en el intestino lo primero que se nos viene a la mente es relacionarlo con la alimentación. Si bien es cierto, esta es la función principal del intestino, en años recientes hemos aprendido que el intestino tiene otras funciones.
Sucede que el intestino está lleno de neuronas similares a las que se encuentran en el cerebro y puede actuar independientemente de éste, de ahí que hoy al intestino también se le llame “el segundo cerebro”.
Estas neuronas permiten al intestino ejercer funciones motoras y sensitivas exactamente como ocurre en el cerebro. Un ejemplo sencillo de la vida diaria es que los seres humanos percibimos dolor en el abdomen cuando hay alguna patología del tracto gastrointestinal o que sintamos molestias gastrointestinales cuando estamos en un momento de estrés.
Investigaciones recientes demuestran que las neuronas localizadas en el intestino se comunican con el cerebro a través del nervio neumogástrico, también conocido como nervio vago. En la mucosa intestinal se producen neurotransmisores y diferentes estímulos neurales que viajan a través de este nervio que corre desde el cerebro hasta el intestino y permite la comunicación bidireccional entre ambas estructuras (cerebro-intestino). Hoy día sabemos que muchos de estos mensajes son producidos y/o regulados por los microorganismos presentes en el intestino: la microbiota intestinal.
Cuando estas bacterias se encuentran en un estado de equilibrio – un estado fisiológico ideal – se habla de eubiosis, pero cuando se altera ese equilibrio se conoce como disbiosis.
La microbiota intestinal desarrolla múltiples interacciones con los sistemas inmune, neuro-endócrino y nervioso, participando además en el desarrollo y maduración de estos sistemas.
Interesantemente, hay varias enfermedades que comprometen el intestino o el cerebro y su funcionamiento en las que se ha descrito disbiosis (tal es el caso de niños con trastornos del espectro autista o adultos con ansiedad y depresión).
Varios son los factores que influyen en el establecimiento y normal funcionamiento de la microbiota intestinal tales como la vía de nacimiento del niño (parto natural o cesárea), si el niño recibe o no leche materna, el tipo de alimentación complementaria, el uso de antibióticos, el medio ambiente donde crece el niño, por mencionar algunos.
Con el propósito de mantener el adecuado funcionamiento de la microbiota intestinal, compañías como Nestlé® incorporan bacterias benéficas en sus alimentos lácteos para ayudar a promover un estado de eubiosis, una microbiota sana, y una mejor salud intestinal y mental de los niños que las consumen. El alimento lácteo NAN® SUPREME 3, elaborado por Nestlé®, contiene 2 oligosacáridos sintéticos (2 fucosil lactosa 2′-FL y Lacto N neo Tetraosa, LNnT), proteína de fácil digestión A2 y probióticos para ayudar a potenciar el desarrollo integral de los niños en crecimiento a nivel inmune, cognitivo y metabólico.
AVISO IMPORTANTE: LA LECHE MATERNA ES EL MEJOR ALIMENTO PARA EL LACTANTE. Este producto no debe ser utilizado para la alimentación del lactante. Alimento lácteo NAN® SUPREME 3 consumir a partir de los 24 meses. Marcas registradas usadas bajo licencia de su titular Société des Produits Nestlé S.A., Case Postale 353, 1800 Vevey, Suiza.