Sí, en Costa Rica es posible hacer turismo de cementerios. Aunque no existe una gran tradición de acudir a los camposantos en busca de expresidentes, personajes famosos y leyendas ni de admirar la calidad, belleza y técnicas de las obras de arte y arquitecturas que se mezclan entre sus tumbas, San José, Cartago, Alajuela y Heredia poseen sitios fúnebres que bien valen una visita reposada.

¿Cuáles son los cementerios costarricenses que hay que visitar aunque sea por una única vez en la vida? Estas son nuestras recomendaciones.

Cementerio General de San José

Es un verdadero imperdible; este cementerio, ubicado junto a la avenida 10 y la calle 22 de San José, es uno de esos lugares que hay que visitar muchas veces para poder abarcar su enorme riqueza patrimonial: las tumbas de los expresidentes y personajes destacados de la cultura, la política y la vida nacional, los lujosos mausoleos, los trabajos artísticos cuidadosamente elaborados y las historias que se resguardan entre los muros.

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Se construyó en 1845, ocupa nueve hectáreas y ha recibido más de 300.0000 muertos desde 1869 hasta la actualidad. Es el camposanto más valioso de todo el país debido a la cantidad de mausoleos y la calidad del arte funerario que resguarda, aseguran Carlos M. Zamora y Santiago Quesada en un libro sobre esta necrópolis, publicado por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural en el 2009. De hecho, el Cementerio General de San José fue declarado como patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica el 19 de julio del 2000.

“Es un museo al aire libre de nueve hectáreas. Su mayor riqueza está en los cuatro cuadrantes principales. Hay que deambular por el cementerio y admirar todos sus detalles; hay esculturas que son una locura de trabajo. Es una belleza recorrerlo”, asegura Zamora, historiador del Centro de Patrimonio.

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Muchos de los protagonistas de la historia nacional reposan en esta necrópolis. Allí se hallan las tumbas de 20 presidentes de la República en diferentes períodos, entre ellos José María Castro Madriz, Juan Mora Fernández, Juan Rafael Mora Porra, Próspero Fernández Oreamuno, León Cortés Castro, Cleto González Víquez, Rafael Ángel Calderón Guardia y Daniel Oduber Quirós.

Por ejemplo, resulta impresionante, destaca el historiador, el mausoleo de influencia neoclásica de León Cortés (1882-1946), presidente de la República entre 1936 y 1940. Se trata de una imponente obra en mármol con seis metros de altura.

“Ahí (en el cementerio) se aprecia la transición entre del arte religioso al arte secular, como un reflejo de la secularización de los cementerios. Cuya obra –entre otros– pertenece a destacados creadores nacionales y extranjeros como Juan Ramón Bonilla, Juan Rafael Chacón, Juan Manuel Sánchez, Francisco Durini. Tommasi, Favareto, Lenhard y Portugués Fucigna”, detalla el texto sobre el Cementerio General.

Entre sus calles y callejones también se encuentran las lápidas de las escritoras Carmen Lyra y Yolanda Oreamuno, los científicos Anastasio Alfaro, Clodomiro Picado Twight, el político y periodista Rogelio Fernández Güell, los educadores Carlos Monge Alfaro y Porfirio Brenes Castro, los autores Ricardo Fernández Guardia, Carlos Gagini y Joaquín García Monge y pintores como Luisa González Feo, Fausto Pacheco y Teodorico Quirós.

En el mausoleo de la familia González Feo se encuentra el único vitral de todo el cementerio, creado por Luisa González.

En las obras de arte escultórico sobresale El reposo del artista, una pieza de bronce de 1,55 metros que hizo en 1964 el italiano Leoni Tommasi, el mismo artista que hizo el monumento a León Cortés que se encuentra en el parque metropolitano La Sabana.

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La bóveda del doctor Ricardo Moreno Cañas, quien murió asesinado en 1938, es la más visitada del camposanto. Muchos le llevan flores, le colocan velas, le rezan y le piden favores.