A los nueve años de edad lo común es estar entre juguetes, correteando de allá para acá con otros güilas y teniendo como mayor preocupación que el Ratón Pérez se ponga generoso y dé una buena recompensa por los dientes de leche que se lleva. Pero esta no es precisamente la realidad de Isabella Castro, porque, en efecto, su caso no es común.
Y no es porque no corretee o no se le caigan los dientes; sino porque a su corta edad, Castro es una pianista que se ha presentado en prestigiosos escenarios, con los que muchos músicos con décadas de trayectoria ni siquiera sueñan.
Con tan solo nueve años, Isabella ya se ha presentado tres veces en el Carnegie Hall de Nueva York y una en el Kennedy Center de Washington; dos de los centros artísticos más importantes de Estados Unidos.
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Pero igual que interpreta con maestría su instrumento, es tan niña como cualquiera a su edad. Confiesa, un poco tímida, que su canal televisivo predilecto es Cartoon Network y que allí, especialmente, ama ver Los jóvenes titanes en acción y El increíble mundo de Gumball.
También disfruta del deporte y, el que ha elegido hasta el momento, es la natación. Además, desde muy temprana edad se inició en el ballet. Como da muestra todo esto, su familia ha podido abrirle una gran variedad de oportunidades, que no la encierren entre el piano y las partituras.
Conquistar los grandes escenarios
La primera vez que ejecutó el piano en el Carnegie Hall tenía apenas 6, cuando ni siquiera tenía una noción consolidada de lo que aquello significaba. Simplemente, Isabella se sentó frente al instrumento como lo hace desde que era una bebé y se divirtió tocando.
“Yo le he dicho muchas veces que ella se prepara muy bien para esas presentaciones, pero que si se equivoca está bien también. No existe un pianista en el mundo que no haya cometido un error en un gran escenario”, comentó Jorge Castro, padre de Isabella.
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El papá recalca que todos estos viajes hubieran sido imposibles si no contaran con la ayuda de muchos familiares, amigos y “ángeles” que se cruzaron en sus caminos y que en distintos momentos brindaron su generoso aporte.
“Por ejemplo, a Washington estuvimos cerca de no poder ir, era muy complicado. Hasta que aparecieron unos amigos que nos ofrecieron la casa. Estamos profundamente agradecidos con toda la gente que ha creído en el talento de Isabella”, afirmó agradecido.
A diferencia de Isabella, probablemente a muchos les temblarían las piernas con tan solo pararse en el escenario del Carnegie Hall o el Kennedy Center. Pero sin necesidad de extrapolar tanto el caso, muchos músicos adultos con años de preparación se llenarían la cabeza de presiones, estrés y otros sentimientos traicioneros que suelen llegar con los años.
Según afirma el papá, el entorno familiar trata de liberarla de presiones innecesarias, de esas que cargan muchas veces los adultos. Prueba de ello, es que para su reciente presentación en el Kennedy Center tuvo que realizar una audición, pero ella se enteró de que había hecho un casting hasta tiempo después de realizar la prueba.
“La primera pregunta que le hacen es: ‘¿No estabas nerviosa o estresada?’. Incluso alguien una vez le preguntó si tuvo pánico escénico y ella me dijo: ‘Papá, ¿qué es pánico escénico?’. Yo le dije que eso es un problema que tenía él (risa)”, relató.
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Una vida diferente
Es innegable que la vida de Isabella Castro es diferente a la de la mayoría de niños de su edad, porque aunque posee un gran talento, jugar en ‘las ligas que juega’ requiere de un riguroso estudio. Actualmente, Isabella se prepara en el Instituto Superior de Artes (ISA) bajo la guía de tres destacados músicos: Valentina Tumanova, Tamara Meltser y Alexandr Skliutovski.
Por semana, aproximadamente dedica 13 horas a tocar piano. Para esto, naturalmente, tiene que pedir permiso en su centro educativo, el Franz Liszt Schule. En su escuela, por si fuera poco, Isabella se está formando en canto.
Desde este centro, que está enfocado en las artes, le han brindado toda la flexibilidad para que desarrolle su carrera.
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Pero es que incluso antes de que sus dedos de bebé tocaran el teclado de juguete que le regalaron, ya en su familia la música tenía una presencia distinta a las de la mayoría. Jorge, padre de la pianista, es un músico con 31 años de carrera, que empezó a formarse más o menos a la misma edad que su hija. Castro tiene un estudio de grabación y durante gran parte de su carrera compuso jingles para publicidad. Además, ha trabajado en tres producciones que han sido nominadas a los Latin Grammy.
Es decir, desde antes de tener consciencia, Isabella vivió no solo rodeada de música, sino de la de disciplina que ama y la ha hecho viajar por el mundo.