
El 29 de agosto de 1935, una tragedia interrumpió el destino de una de las reinas más queridas del siglo XX. Astrid de Bélgica, nacida como princesa sueca, murió a los 29 años en un accidente automovilístico en Suiza, cuando apenas tenía un año de haber asumido como reina consorte. Su muerte provocó un duelo nacional y dejó una huella imborrable en Europa.
Aunque el hecho ocurrió hace nueve décadas, la historia de Astrid sigue vigente, no solo por su inesperado final, sino también por el fuerte vínculo emocional que construyó con el pueblo belga, su tierra adoptiva.
De princesa escandinava a reina adorada
Astrid Sophie Louise Thyra nació el 17 de noviembre de 1905 en Estocolmo, en una familia real con conexiones con la nobleza sueca, danesa y noruega. Fue la hija menor del príncipe Carlos de Suecia y la princesa Ingeborg de Dinamarca. Desde joven destacó por su educación, carácter sencillo y una simpatía natural que contrastaba con los estándares rígidos de la realeza.
En 1926, a los 19 años, conoció al príncipe Leopoldo de Bélgica, heredero al trono. El encuentro ocurrió en un baile en Copenhague, y desde entonces desarrollaron una relación que, según la versión oficial, fue un matrimonio por amor. Se casaron en Estocolmo el 4 de noviembre de ese mismo año por lo civil, y días después realizaron la ceremonia religiosa en Bruselas.
Tuvieron tres hijos: Josefina Carlota, Balduino (rey en 1951) y Alberto (rey hasta 2013, padre del actual monarca, Felipe de Bélgica).

Con el paso del tiempo, Astrid se ganó el corazón de Bélgica. A pesar de ser extranjera, los belgas la aceptaron con admiración. Se convirtió en símbolo de cercanía y carisma. Se le veía en bicicleta, caminando por la ciudad o empujando el cochecito de sus hijos. Promovía obras benéficas y se involucraba con los ciudadanos.
El 17 de febrero de 1934, su suegro, el rey Alberto I, murió durante un accidente de alpinismo. Leopoldo ascendió al trono como Leopoldo III, y Astrid se convirtió oficialmente en reina. Para los belgas, representaban una monarquía moderna y humana.
Un accidente que terminó con el cuento de hadas
En agosto de 1935, el rey y la reina se encontraban de vacaciones en Suiza. Utilizaban el seudónimo “matrimonio Rathy” para pasar desapercibidos. Algunas versiones indican que Astrid estaba embarazada de su cuarto hijo, aunque no se había hecho público.
El 29 de agosto, aprovecharon un día soleado para hacer una excursión a Kussnacht. El rey manejaba el automóvil, con Astrid a su lado. Según informes, ella sostenía un mapa. En un instante, Leopoldo habría desviado la mirada del camino, lo que provocó que perdiera el control del vehículo.
El automóvil iba a 80 km/h y, tras avanzar descontrolado unos 30 metros, impactó contra un árbol y terminó en el lago de los Cuatro Cantones. La reina salió expulsada y falleció en el acto. El informe médico detalló una fractura en el cráneo y múltiples heridas provocadas por los vidrios. El rey sufrió lesiones menores, pero quedó emocionalmente devastado.

Astrid murió a 80 días de cumplir 30 años. La noticia paralizó a Bélgica, Suecia y Dinamarca. Se estima que alrededor de dos millones de personas asistieron a su velatorio. La reina fue despedida en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, y luego sepultada en la Iglesia de Notre Dame de Laeken.
El rey Leopoldo III quedó tan afectado que no logró comunicar la noticia a sus hijos. Su madre asumió esa difícil tarea y colaboró en la crianza de los pequeños.
Un escándalo después del luto
Con la Segunda Guerra Mundial en desarrollo y tras la invasión nazi a Bélgica, Leopoldo III vivió bajo arresto domiciliario. Sin embargo, el verdadero quiebre con el pueblo belga llegó cuando decidió casarse nuevamente con Lilian Baels, una joven de 24 años que habría trabajado como niñera de sus hijos.
El matrimonio fue secreto y fuera del protocolo real. Esto fue visto como una traición al legado de Astrid. Lilian nunca fue coronada como reina, y recibió solo el título de princesa de Réthy. La relación con los belgas nunca se recuperó.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
