
La fórmula está lista: voz potente más una guitarra se conjugan en un escenario íntimo, donde artista y público vivirán una velada en que la canción de autor es la protagonista. Ismael Serrano regresa a Costa Rica con su música, su mensaje social, con el amor como bandera y con la solidaridad como escudo en el concierto que presentará este sábado 1.° de noviembre.
El encuentro entre el español y los ticos, quienes lo han acompañado a lo largo de su carrera, será en el Teatro Auditorio Nacional del Museo de los Niños, a partir de las 7 p. m. Aún quedan algunas entradas a la venta en el sitio eticket.cr.
Previo a este nuevo recital, el español habló con La Nación sobre su relación con Costa Rica, su espectáculo a guitarra y voz, y también sobre la música como un punto de encuentro y unión de las personas.
—Viene una vez más a reencontrarse con los ticos, a afianzar esta relación con su público en Costa Rica. ¿Cómo se encuentra de cara a este regreso?
—Volvemos con muchas ganas. Es verdad que en Costa Rica siempre nos han tratado muy bien, siempre han sido muy generosos con nosotros. Ahora vamos inmersos en una gira a guitarra y voz, la cual nos permite un diálogo diferente con el público, algo más íntimo.
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—Este formato acústico expone un poco más al artista, ¿por qué decidir hacerlo así?
—Yo aprendí casi todo lo que sé en aquellos cafés, en los que empecé hace más de 30 años. Allí aprendí que la música es diálogo, pero es verdad que de alguna manera hay un mayor nivel de exposición porque uno está frente al público, no hay trampa ni cartón. Es un reto porque es una forma de comprometerte con la canción, con el oficio en un contexto más allá del artificio que lo rodea.
“Yo reivindico como un formato que tiene que ver con el canon del cantautor, pero que tiene que ver con la esencia de la música. Es verdad que uno se expone de manera diferente y quizás algo valiente en un formato de estas características, pero creo que es lo que define también al cantautor; esa valentía a la hora de defender sus canciones”.
—¿Lo emociona tener este tipo de formatos?
—Sí, porque yo vengo ahora de hacer un concierto sinfónico y es un cambio sustancial. Y me apeteció un poco volver a las esencias después de una gira tan sofisticada y que tiene unas producciones tan exigentes.
“Este tipo de conciertos te da otro grado de libertad, puedes cambiar el repertorio en mitad del concierto, te permite otra fluidez, otra forma de estar y me apetece un poco volver a eso, a medirme conmigo mismo”.
—Hay un intercambio muy particular de energías en estos espectáculos, ¿qué es lo que disfruta más usted?
—Es verdad que requiere otra mirada. Vivimos en un tiempo en el que tenemos cierto déficit de atención y este tipo de formato como que exige la implicación. A mí me gusta mucho contar historias, creo que todo encierra un relato, hay un hilo argumental, aunque no se diga de manera explícita.
“Quizás eso tenga que ver con defender una forma de entender la música, la capacidad de concentrarnos para poner el foco en este tipo de historia”.
—Ahora mencionó que cada concierto es un relato, en este reencuentro con los ticos, ¿cuál será?
—Creo que el relato tiene que ver con una llamada a la no resignación. En tiempos que invitan un poco también a la resignación, a dar por perdidas ciertas batallas; yo me resisto a ello.
—Hablando de no perder las batallas, su música suele reflejar la lucha por causas sociales...
—Precisamente, tiene que ver con la no resignación. Siempre ha habido una llamada a levantar la mirada para entender la lucha y la tragedia ajena como una lucha propia. Más que nunca, ahora es necesario tener canciones que tejan redes y que establezcan vínculos en un contexto con déficit de atención en el que, paradójicamente, las redes sociales, lejos de comunicarnos más, lo que están haciendo es crear comunidades muy cerradas.
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“Hay una forma de reivindicarse en contra de ese algoritmo: es cantar canciones, buscar vínculos que nos hagan entender que no estamos solos, que no todo está perdido (...) Tener a la canción como un espacio de encuentro, ahora más que nunca se trata de eso, de resignificarla en ese sentido, de saber que uno no está solo cuando se cuestiona la realidad”.
—¿En este mundo de inmediatez y algoritmos, todavía la canción de autor puede ser un lugar de empatía y resistencia? ¿Todavía tiene fe en ello?
—Sí, a pesar de que compita de forma muy desigual con otro tipo de géneros. Las redes sociales obligan a encapsular el mensaje y la canción de autor cuenta con desventaja en un contexto así, porque a la hora de construir un relato uno requiere de escucha activa, de cierta atención.
“Estas no son canciones que se puedan sintetizar en un estribillo o que se puedan coreografiar en TikTok. Sin embargo, aun cuando se compite en forma muy desigual, siempre creo que en el corazón de mucha gente sigue habiendo espacio para la trova, para una canción que apuesta por la palabra, por la poesía”.
—¿Cómo logra conciliar el arte y el activismo desde el escenario?
—Supongo que uno le canta a lo que le emociona y, pues, me emocionan mis encuentros y desencuentros sentimentales, pero también la visión de un mundo desigual. Creo que todos tenemos una responsabilidad y el artista tiene una oportunidad que es la de amplificar ciertas voces y de poner el foco en aspectos de la sociedad que no hay que desdeñar esa responsabilidad
—La música es entretenimiento, pero también es incomodidad... hay una responsabilidad muy importante.
—Quizá no sea obligatorio hacer activismo a través de la música, pero creo que todos tenemos que aportar nuestro gran grano en la medida en la que podamos. Me parece saludable, en cualquier caso, porque incluso cuando alguien decide no mojarse ante ciertas situaciones, de alguna manera ya lo está haciendo.

—Mencionó a la canción como un punto de encuentro y esa es una característica de su obra. ¿Hay algún verso propio que lo acompañe a usted siempre?
—Hay una canción que se llama Estaré ahí que le compuse a mi hijo pequeño. Está inspirada en unas palabras de Negro Fontanarrosa cuando le preguntaban qué esperaba de sus hijos y él decía: “Yo espero que cuando los amigos los vean venir, se pongan contentos”. A mí esa sensación sí me gustaría. El éxito es eso, que cuanto te vean venir tus amigos, sonrían y aunque suene cursi, me parece un buen planteamiento de vida.
