Hace casi 20 años, en una tarde-noche que se antoja algo lejana a estas alturas, nos sentamos en un restaurante tibaseño Edgar Barrantes y yo con motivo de su reciente debut en la televisión nacional, en una entrevista que bien puede haber durado cuatro o cinco horas.
El entonces veinteañero alajuelense, ya terminando su especialidad en ortodoncia, se mostró cual libro abierto y me contó toda su vida, en una tertulia aderezada por reflexiones, filosofadas, risas y emociones.
Recuerdo perfectamente cuando, al hablar de su familia y muy especialmente de la relación con su papá, del amor y admiración que le profesaba a don Édgar Barrantes Caggiano, Edgar hijo no pudo contener las lágrimas.
Pasó una década trabajando en 7 Estrellas; luego llegó el momento en que las prioridades de su amada profesión en ortodoncia y otras obligaciones que citaremos más adelante le indicaron que su ciclo en televisión farandulera ya se había cumplido y necesitaba enfocarse en todo lo concerniente con su profesión.
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Por estos días, tras varios años sin hablarnos, fue imposible no mencionar de entrada en nuestra conversación un tema tan sensible como el fallecimiento de su papá, don Édgar, en octubre del 2020 por causa de un infarto.
Tras ofrecerle mis condolencias empezamos a conversar y, con la franqueza que lo caracteriza, reconoció que el fallecimiento de don Édgar –muy conocido y querido en Alajuela, pues integró en su momento la junta directiva del equipo manudo– marcó para él una convulsa situación emocional en el último año.
A no dudarlo, se trató de una de las épocas más difíciles de su vida que, según narra con gran serenidad, ha ido superando. Tras sentirse realmente mal, incluso físicamente, se refugió en la espiritualidad y hoy por hoy está en franca recuperación anímica, felizmente abrumado por tantísimo trabajo tanto en su consultorio como en la finca, y gozoso de haber tomado las decisiones correctas y a tiempo para detener su caída libre emocional.
Antes de narrar el episodio de su papá, a quien mantiene presente en su vida y con el cual conversa a diario para pedirle su guía y reiterarle su amor, le atravieso la pregunta sobre sus calidades actuales, pues ignoraba si se había casado o tenido hijos.
A sus 44 años –sumamente bien llevados, basta con observar las fotografías y el video que acompaña esta nota–, Édgar Barrantes asegura que actualmente en el aspecto sentimental está “felizmente soltero, ennoviado conmigo mismo”.
Pero antes de continuar con el tema de su soltería y los bemoles de su vida amorosa durante los últimos años, Édgar repasa lo acaecido con su papá, quien murió de dos infartos a sus 76 años, un fallecimiento inesperado como suele ocurrir cuando se trata de una falla cardiaca.
Si bien es cierto la herida por la partida del padre apenas empieza a sanar, el fortalecimiento espiritual al que acudió Edgar y del que se nutre todos los jueves por la noche, en un estudio bíblico, evidentemente lo ha puesto en una línea de paz, pues narró lo sucedido con tono sereno.
De hecho, hasta hubo margen para sonrisas al recordar cómo su papá, ya sintiéndose mal y en ruta hacia el hospital de Alajuela, sacó tiempo para “catrinearse” y ponerse su buena colonia.
“Papi pasaba diciendo ‘qué va, yo ahorita me muero’. En realidad él no estaba enfermo, tenía los padecimientos habituales de la edad, pero sí hay un historial de fallo cardíaco en la familia, mi abuelo murió de un infarto, otros parientes también. Me llamó un jueves para decirme que se sentía mal, del hospital de Alajuela lo transfirieron al México pero ya estaba muy complicado, le habían puesto ocho stents (endoprótesis vascular de arteria coronaria)” relata Édgar quien, en medio de todo, rememora una concesión que atribuye casi que a un pequeño gran milagro.
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“Yo a papi se lo entregué a Dios. Tuve la bendición de que me dieron permiso de estar con él, siempre con todos los estrictos protocolos en media pandemia, y cuando vi que estaba ya muy complicado no solo se lo entregué a Dios, sino que le dije a él ‘Papi, yo quiero que usted se confiese’. Y ahí mismo apareció un sacerdote, en las afueras de la UCI. Falleció el 12 de octubre en mis manos y en la casa de un segundo infarto, Dios le regaló morir con su familia”, explica Édgar, quien tiene una hermana menor, Silvia, que también es odontóloga, especialista en endodoncia, con la que trabaja en la Clínica de los Doctores Barrantes, en Alajuela centro.
La vida continúa
Antes de las reflexiones finales sobre las lecciones de vida que ha acopiado en los últimos 14 meses, tras el fallecimiento del padre, Édgar repasa las facetas personales, profesionales y amorosas de los últimos tiempos.
Graduado de odontólogo en el año 2000, en el 2004 obtuvo una especialidad en ortodoncia y ortopedia; luego trabajó en el hospital Calderón Guardia en el servicio de ortodoncia y cirugía ortognática. “Es el único hospital que ofrece ambas especialidades, la ortognática (cirugía de los huesos de la cara) y la ortodoncia juntas. Estuve seis años trabajando y aprendiendo, lo que le agradezco muchísimo a la Caja –Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS)–, porque en su mayoría se trata de pacientes menos comunes en las clínicas privadas y fue todo un aprendizaje”.
Posteriormente, Barrantes obtuvo una maestría en ortodoncia estética y diagnóstico de ortodoncia que, según explica, va muy ligada a la parte cérvico craneo mandibular. “Se trata de procedimientos especializados para pacientes, por ejemplo, que padecen migrañas crónicas, fibromialgias, etc. Entonces colocamos una especie de aparato para liberar la parte neurológica del paciente”, detalla con un entusiasmo que se le desborda al hablar de su profesión.
“Yo siempre digo que a mí me pagan por divertirme trabajando porque amo la odontología y todas las especializaciones que he ido logrando, yo me doy al 100% a mis pacientes”, asegura.
Con esa misma pasión, tras la partida de su padre Edgar se ha encargado de todo el mantenimiento de la finca que fue de su padre y que va desde el mínimo detalle en todo lo que concierne a infraestructura, además a los sembradíos y los caballos, perros y otros animales que conviven en medio del verdor que tanto disfruta el otrora rostro de la televisión.
De hecho, mientras conversamos debe atender las llamadas relacionadas con las múltiples ocupaciones que le tocó asumir. “Aprendí a huevo, yo siempre he estado vinculado con la finca pero no a este nivel, tuve que ‘agarrarme’ con todo lo que hacía papi y trato de estar a su altura, por eso te digo que converso con él, le pido su guía para que todo vaya saliendo y así ha sido, por supuesto con la ayuda de Dios, de veras que todo ha ido saliendo”, afirma el apuesto alajuelense.
“Yo a papi se lo entregué a Dios. Tuve la bendición de que me dieron permiso de estar con él, siempre con todos los estrictos protocolos en media pandemia, y cuando vi que estaba ya muy complicado no solo se lo entregué a Dios, sino que le dije a él ‘Papi, yo quiero que usted se confiese’. Y ahí mismo apareció un sacerdote, en las afueras de la UCI. Fue como un milagro”
— Edgar Barrantes
Y es que de verdad pasa permanentemente en lo que él llama “inventarios mentales”: en medio de nuestra plática un contratista lo llamó para que llevara alambre de construcción porque estaba chorreando unas columnas, y a su vez le dice que llegaron ya las 220 láminas de zinc para guardar... y así pasa, supremamente ocupado, pero no colapsado.
Ya entrados en el tema de su situación sentimental, Édgar sigue siendo –como se lo dije yo en aquella lejana entrevista– “más directo que el bus de Guápiles”.
Por supuesto que la vida nos ha cambiado a todos en los últimos 20 años, como cuando Édgar me confesó que hasta ese momento solo había tenido un “verdadero amor” en su vida.
– Imaginate, casi dos décadas. Estabas en tus 25 o 26 años cuando me hablaste de tu único gran amor, en aquel momento, ¿qué ha pasado en el plano sentimental durante todos estos años?
– Yo pienso que ese amor primario es un amor único en la vida que hemos vivido todos, conforme pasa el tiempo y vas madurando el enamoramiento también muta y se puede convertir más bien en un tema más de dopamina, de placer, y eso sí que no se puede prevenir, le puede pasar a uno en cualquier momento.
“Te puedo decir que yo he llegado a querer muchísimo a otras personas que han estado en etapas diferentes de mi vida a mi lado, y han sido personas muy importantes, relaciones de las que he aprendido mucho, hasta a equivocarme, hasta aprender a ofrecer disculpas pero eso sí, nunca a arrepentirme porque es parte del aprendizaje de vida que tenemos todos”, reflexiona el galán de expresiva mirada y sonrisa matadora.
Eso sí, aclara que por ahora está llevando una vida tranquila en ese plano. “Estoy felizmente soltero, ennoviado conmigo mismo... cuando papi muere empezó todo un proceso, él era mi Superman... es como cuando uno está entrenando en el gimnasio y tenés al entrenador a la par, él te dice cuánto es el máximo peso que puedo soportar y vos estás confiado, pero si el entrenador se va y te deja con todo el peso... eso fue lo que me pasó cuando papi murió. De un momento a otro tuve que meterme en la finca y si bien ha sido un proceso laborioso y duro, ahí voy a como puedo con todo al día y mejorando su legado, un día de estos un amigo mexicano me dijo ‘Mira, se murió tu papá y de verdad que agarraste huevos’... y uno sabe, uno lo siente’”.
–Antes tocamos el tema de los meses duros que pasaste en el último año, caído emocionalmente, pero ahora te percibo recuperado y en pleno mantenimiento ¿qué fue lo que te pasó?
– Solo quienes hemos perdido al papá podemos entender lo que se siente. Yo quedé como a la deriva, me sentía demasiado mal, con papi, como todo, teníamos nuestras diferencias pero como te digo, siempre fue mi héroe, mi Superman. Empecé a sentirme muy mal en todo sentido, imaginate que hasta prediabético estuve, hasta que un día me solté a llorar desconsolado en la noche, en la clínica, le dije a Silvia que me sentía demasiado mal y ahí fue donde supe que tenía que acercarme a Dios. Los estudios bíblicos me han ayudado en demasía y ahí sigo, yo no soy mucho de religiones pero ahora me siento muy en paz, feliz y dándole gracias a Dios porque realmente estuve muy pero muy mal.
– ¿Te gustaría tener hijos?
–¡Claro! No me cierro, quiero ser papá, quiero tener una familia, no necesariamente casarme, si llega llega, lo dejo en manos de Dios, Él todo lo que le he pedido me lo ha dado. Hay gente que siempre me pregunta lo de la paternidad y bromea diciendo que voy a ser “un abuelo feliz” y yo agrego, un padre excepcional, porque para ser un buen padre debés de ser un buen esposo o compañero de tu pareja, pero Dios sabrá cómo y cuando y con quién. Igual yo me mantengo muy bien físicamente, como bien, no tengo vicios, así que si he de llegar a ser un papá maduro, Dios sabrá.
– Has mencionado en varias ocasiones tu amor por los animales. Parece que son una gran terapia para vos...
– Imprescindibles son para mí. La vida con los animales sensibiliza al ser humano de una forma muy diferente, porque con los animales aprendés que no hay maldad, son agradecidos, dependen de uno en un 100%, no solo los caballos. Por ejemplo, tengo ahorita tengo cinco salchichas que son mi felicidad, además de la perrita que andaba pie a pie con papi, Canela, y ahora es conmigo. Eso y los ruidos de la naturaleza, los colores, por eso jamás duermo de día. Es como robarle horas a la vida. ¿Cómo voy a dormir cuando puedo estar disfrutando de la naturaleza?.
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