Para los que seguimos los certámenes de belleza, el día de la elección de Miss Costa Rica siempre es una especie de fiesta. Y ayer, 18 de noviembre, no fue la excepción aunque la experiencia fue muy diferente por donde se le mirara: sin reuniones de amigos (porque había que respetar las burbujas sociales) y mirando un producto televisivo que no pudo ocultar la incertidumbre de producir un concurso de belleza a la carrera y en medio de una pandemia.
Este año, Miss Costa Rica se realizó en un ambiente de tanto miedo, que el protagonismo de las chicas se fue hundiendo entre la inseguridad de los presentadores, las incómodas y estrambóticas mascarillas y el constante bombardeo de que ahí todos estaban protegidos.
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Ojo: No estoy criticando el cumplimiento de los protocolos de salud. ¡Todo lo contrario!, es lo que uno esperaría de una producción televisiva de este tipo; el problema es que lo repetían con tanta insistencia que era inevitable sentir culpa y cansancio de estar frente al televisor disfrutando de un concurso de belleza en medio de una pandemia.
Esa parte fue la que me pareció innecesaria y hasta incómoda como espectador: había una clara preocupación de la producción por hacernos ver que las concursantes estaban protegidas, cuando lo cierto es que con solo seguir el desarrollo del programa era evidente, como también lo fue que la elección se hizo a la carrera por cumplir con el mandato de la organización de Miss Universo, en el sentido de tener el nombre de la ganadora en noviembre.
Aún así, no se puede obviar que es la primera vez que la organización del Miss Costa Rica se enfrenta a una situación tan extrema como esta, y siempre se agradece el esfuerzo por sacarnos unos minutos del caos que vive el país y el mundo.
Sobre los enterizos negros, los trajes casuales antiguos, las mascarillas con abalorios y flores, las boinas, los vestidos de baño y los trajes de noche de un solo color no diré nada. Ahí cada uno tendrá su opinión y para eso se muestran: para que ustedes opinen.
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Sobre la ganadora
Ivonne Cerdas no es ninguna desconocida en el mundo del modelaje, la moda y, por supuesto, los concursos de belleza.
A ella le cae como anillo al dedo el famoso y popular refrán de que “a la tercera va la vencida”. Participó en el 2012 cuando ganó Nazareth Cascante; luego en el 2015 cuando fue Brenda Castro la elegida y, finalmente, este año donde logró imponerse frente a un grupo de candidatas bastante fuerte.
Ivonne no es la única miss que ha tenido que jugársela más de una vez para conseguir la corona: la filipina Pia Alonzo Wurtzbach participó tres veces en su concurso local, antes de conseguir la corona de Miss Universo en el 2015, no sin antes tener que soportar el bochorno y la vergüenza de quitársela en público a la colombiana Ariadna Gutiérrez, cuando fue nombrada la ganadora por error del presentador Steve Harvey.
A Ivonne solo la he visto una vez en persona: hace cinco años cuando participó en Miss Costa Rica 2015 y tuve la oportunidad de conocer a todas las candidatas de ese año. Está claro que ella siempre parte como favorita cuando ha sido una de las concursantes, no solo por su belleza física, sino por su experiencia como modelo de pasarelas y fotografía.
Ha protagonizado portadas de revistas (ha estado en la tapa de Perfil, por ejemplo) y es común verla en las pasarelas del Fashion Week. Incluso, participó en el Miss Costa Rica Mundo del año pasado, ocasión en la que ni siquiera logró clasificar en el top 3.
Ayer Ivonne sabía cuáles eran sus fortalezas y las explotó al máximo, así como también fue evidente cuál es su principal debilidad que, a la postre, le ha costado perder la corona en ocasiones anteriores. Es más, esa debilidad estuvo a punto de negarle la corona de Miss Costa Rica 2020.
Ivonne fue, sin duda, la candidata que tenía la mejor pasarela y la que dominaba mucho mejor sus pasos por el escenario: lo hacía con mucha seguridad y sin una actitud posada y falsa. Su pasarela en traje de baño fue la de una ganadora. Ahí supe que ella podría ganar esta vez.
Ahora bien, de todas las candidatas, ella también es la que más dificultad tuvo a la hora de hablar en público y eso fue muy evidente durante las dos intervenciones que tuvo durante el programa en vivo.
Ella sufre del síndrome que yo le llamo “respuesta vacía de la miss”: dice mucho y no dice nada, porque está tan preocupada por expresarse correctamente que no presta atención a lo que está diciendo y termina respondiendo sinsentidos.
La posición en la que estaba Ivonne no es nada sencilla: no solo estaba participando por tercera vez, sino que tenía la presión de derribar los estereotipos que pueden existir alrededor de una mujer, ingeniera en sistemas, que tiene que responder inteligente, verse bella y desenvolverse con seguridad. Muchos podrán criticarla, pero pocos tienen las agallas para estar ahí, en frente de una cámara, respondiendo una pregunta sobre la violencia a las mujeres.
Mi humilde consejo: no se preocupe tanto por responder con datos “interesantes” si no logra responder de una manera coherente; es preferible, en estos casos, contestar a partir de la experiencia personal y los sentimientos.
Dicho lo anterior, yo creo que Ivonne Cerdas tiene mucho potencial y tiene todo para representarnos de la mejor manera en el Miss Universo. ¡Mucha suerte!