
La cocinera Marsia Taha Mohammed proclama con orgullo que es boliviana; de esto da fe su domicilio y la cocina que desarrolla, la cual está inspirada en la tradición milenaria de los pueblos originarios de Bolivia. Pero más allá de su nacionalidad, en el menú de su vida figuran una variedad de parajes, culturas y vivencias que la llevaron a ser la mejor chef de Latinoamérica, según la prestigiosa lista The World’s 50 Best Restaurant.
Marsia está en Costa Rica para participar de un evento exclusivo del restaurante Conservatorium, que homenajeará la huella de las mujeres en la alta cocina. En el marco de esta actividad, que compartirá con la chef salvadoreña Gracia Navarro y que será dirigida por la costarricense Kid Mey Chan; Mohammed contó a La Nación su particular historia de vida, marcada por la convergencia cultural.
En su camino a ser la mejor chef del área, dice ser una privilegiada, pues siendo mujer no se ha topado con trabas a su liderazgo, especialmente porque su carácter fuerte le ha permitido borrar cualquier muestra de oposición injustificada. Sin embargo, está consciente de que su caso es una excepción, pues ella misma ha sido testigo de la discriminación por género.
“He crecido con mujeres superempoderadas y mujeres, pues, matriarcas, porque yo he nacido en un matriarcado, digamos. Casi que he crecido con puras mujeres, todas profesionales y luchadoras. Creo que eso me ha ayudado muchísimo a haber desarrollado una personalidad que jamás se ha dejado”, comentó.
Por varios años fue la líder del restaurante Gustu, hasta que emprendió su propio negocio, Arami. De acuerdo con la cocinera, de 36 años, el nombre de su restaurante significa “pedazo de cielo” en guaraní; una de las tantas lenguas de los pueblos originarios de su país.
Ella explica que su propuesta rescata los platillos, productos y métodos de cocción de estas naciones de la “Bolivia baja”; que exploró durante cinco años, de la mano de organizaciones como WCS. Enfatiza que, aunque en el imaginario popular, Bolivia es altiplano, en realidad, el 60% de su territorio es Amazonía.
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Gracias a esta labor investigativa y de compartir con las comunidades, logró generar un encadenamiento del que participan productores indígenas. A la vez, en el mismo proceso se valorizan productos que son desconocidos por gran parte de la población y que están siendo destruidos para la ganadería y los monocultivos como la soya.
“La mejor manera de conservar algo es mediante su consumo. Consumiendo y replicando estas recetas, registrando y escribiendo todo esto. Eso es lo que hemos hecho durante estos últimos años, con WCS como nuestros aliados, que es una ONG que ha trabajado durante más de 30 años con estas comunidades”, comentó.
“No es fácil entrar a una comunidad indígena, la gente no te va a abrir las puertas fácil, porque toda su vida han sufrido vaciamientos, colonialismo, y entonces cada vez que la gente se acercaba a ellos era para aprovecharse. Ellos son muy cuidadosos con quién entra, con quién hablan y no le dan espacio abierto a quien sea”, declaró.
Marsia Mohammed, entre Bulgaria, Palestina y Bolivia
La dueña del restaurante Arami nació en Bulgaria, en 1989, cuando esta aún era una república del bloque socialista. Es hija de un palestino y una boliviana que se conocieron en los cursos de idioma de una universidad. En el país europeo vivió hasta los 6 años, en el seno de una comunidad palestina empeñada en preservar su cultura.
Sus propios abuelos paternos, quienes vivían aún en el país árabe y eran productores de aceite de oliva, enviaban hasta Bulgaria pan árabe, zaʿatar, hummus y los ingredientes infaltables en una cocina palestina. Según cuenta, su padre, quien falleció cuando ella era una niña, no concebía vivir sin estos alimentos.
Pero su entorno también caló fuerte, y desde niña se crió a base de yogures, típicos de la cultura búlgara. Fue por esto que cuando se mudó a Bolivia, sufriendo la ausencia de ese lácteo que no es tan común en el país sudamericano, su madre tuvo que cultivar las bacterias para hacerlo ella misma.
Ya instalada en La Paz, vivió una infancia rodeada de las mujeres de su familia materna. Curiosamente, quien hoy es la mejor chef de la región creció en un hogar en el que no había pasión por la cocina para la mayoría de sus miembros.
“Vivíamos una casa de puras mujeres donde ninguna cocinaba, irónicamente. Mi abuela era de las generaciones que se ‘había revelado’, por así decirlo; que dejaron de alguna manera la cocina por una profesión. Mi abuela fue la primera mujer profesional en su familia. Yo no tengo recuerdos de ella cocinando nunca”, afirmó.
Eso sí, si bien a su abuela no le gustaba cocinar, era amante de la cocina y recorría todos los puestos de comida callejera que, asegura, abundan en la capital boliviana.
“Yo crecí viendo y probando mucho de la comida en la calle y me fui enamorando a pesar de que en casa no cocinábamos. Ya a mis 10 años dominaba todos los platos tradicionales y todos los street foods de la ciudad porque mi abuela me los mostraba. Le agradezco porque creo que ahora no hay una sola cosa que no coma, yo como absolutamente todo, no soy mañosa con la comida”, relató Mohammed.
El camino a ser la mejor chef de Latinoamérica
Cuando Marsia tenía 10 años, su madre se casó con quien es su padrastro. Él, a diferencia de sus familiares, sí era un apasionado de la cocina y la convirtió en su pequeña ayudante. Primero, era quien pelaba las papas y se encargaba de labores menores; luego fue aprendiendo las técnicas básicas de cocina.
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Además, pasaba horas viendo el canal El Gourmet, encantada con programas de cocina como el de Francis Mallmann. Entró en su adolescencia y ahora cocinar no era solo una tarea doméstica; sino algo que amaba hacer para sus amigos y familiares, quienes no paraban de recalcarle que tenía muy buena mano.
Aunque la llenaba de satisfacción ver a la gente feliz con sus platillos; fue su mamá quien la alentó a estudiar cocina, pues ella tenía en vistas ser odontóloga. No obstante, le ‘tocó entrarle al diente por otra parte’, al descubrir que la química, materia indispensable en la odontología, no era lo suyo. Esto fue el empujón final para dedicarse a su verdadera pasión.

Eso sí, el camino no fue fácil, pues recuerda que hace 18 años, cuando empezó su formación, solo había dos academias de cocina en toda Bolivia, y por si fuera poco, solo una de estas estaba en La Paz, donde vivía.
“De pronto mi abuela se oponía un poco a que yo cocine, porque me imagino que, no sé, pensaría ella: ‘¿Cómo vas a estar metida en una cocina y no vas a realizar tus sueños profesionales?’. En esa época tampoco se veía a la cocina como necesariamente un logro profesional muy grande. Ser cocinero a lo mejor no era una profesión muy digna, si se puede decir, y era muy dominada por el sexo masculino”, narró la chef.
Por otra parte, asegura que el panorama está cambiando respecto a cuando empezó y que los principales restaurantes de su país, que poseen propuestas interesantes, están encabezados por mujeres.
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“Esto se debe también a la labor de muchas mujeres que hemos impulsado la profesión; que durante estos años hemos sido promotoras para darle oportunidades a más mujeres en el mundo de la cocina profesional. Yo creo que con el ejemplo de que una puede, también las otras siguen”
Finalmente, expresó su tristeza e indignación por las víctimas de Palestina, y asegura que esto tiene que ver con un sentido de humanidad y no solo con el hecho de ser descendiente de ese país. A pesar de esto, dice estar en constante contacto con su familia paterna que aún vive en ese país y añora poder desarrollar cocina palestina próximamente.
“Me da mucha frustración, muchísima rabia y al mismo tiempo mucha impotencia no poder hacer nada desde acá, desde mi espacio. Pero bueno, hay maneras de preservar la cultura, mediante la cocina y la reproducción de recetas, mediante hablar de Palestina. Una de las cosas que yo más deseo en la vida, es, en un futuro, poder hacer cocina Palestina. A lo mejor abrir un restaurante con las recetas de mis abuelas y mis tías, con quienes todavía me reúno y son muy apasionadas de la cocina”, comentó la cocinera.
“Además, tengo la responsabilidad, como descendiente palestina, de poder reproducir estas recetas y en un futuro hacer un homenaje a eso”, sentenció
