
Marcela Vargas, de 38 años, mamá de dos niños, casada y nutricionista, será una de las 2.000 personas que este domingo realizarán el Ironman 70.3 Costa Rica, en Playas del Coco.
Ella competirá por primera vez en esta exigente prueba y, al igual que muchos, debe combinar el trabajo con el extenuante entrenamiento.
Desde hace 18 meses está enamorada del triatlón, pero esta vez el reto es mayor, porque debutará en un evento en el que debe nadar 1,9 kilómetros en el mar, recorrer 90 km en bicicleta y correr 21 km.
Antes de sumergirse en el 'tri', en enero del 2016, hizo tres maratones (dos en el país y una en Chicago), por lo que, asegura, ya tenía una base.
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El aprendizaje apenas empezaba, pero en julio de ese mismo año ya estaba en la lista del medio Ironman. Para pagar la inscripción debió sacar unos ahorros, pues el costo asciende a $475 (¢274.000).
"Ese es el problema del triatlón, la verdad es caro, pero si uno se ordena se puede manejar", apuntó Vargas.
Ella cree que el orden es lo principal, pero no solo en la parte económica, porque ponerse la meta de completar un medio Ironman cambia la vida de una persona.
Los entrenamientos consumen la mayoría del tiempo, pero debe existir un balance para cumplir las otras obligaciones.
En su caso, Vargas ha podido combinar esta pasión con su esposo, Rándall Barrantes, quien también practica el triatlón, aunque no realizará la carrera el domingo.
"Hemos logrado entrenar los dos y cuidar a los niños, darles toda la atención", cuenta esta vecina de San Francisco de Heredia.
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Considera que sí hay sacrificio, sobre todo con el resto de la familia y la vida social. Por ejemplo, una salida en la noche es muy difícil, porque la preparación exige madrugar.

"Mi prioridad ahorita es esta", afirma con seguridad Marcela, pese a que sus papás y hermana piensen que está "loca", recuerda entre risas.
Sentada en su oficina, donde atiende a sus pacientes, algunos llenos de excusas de que el tiempo no alcanza para hacer deporte, Marcela cree que ella es prueba de lo contrario.
Su preparación hacia Playas del Coco finalizó y, diferente a otras carreras, no se siente nerviosa, aunque reconoce que hay temores imposibles de sacar de la cabeza.
"Mi miedo es algo fuera del alcance, una llanta, que me caiga, que me golpeen, tantas cosas que pueden pasar", reconoce.
Pero recuerda que ante cualquier situación, el triatlón brinda un sentimiento igual para todos, como para los miles de ticos que debutarán en el medio Ironman: satisfacción personal.

