Fernando Zamora tiene 70 años y prácticamente ha estado vinculado al triatlón la mitad de su vida, deporte que empezó a practicar en 1983.
En ese momento no imaginó que 34 años después tendría cientos de competencias en sus espaldas, entre ellas 13 Ironman, prueba que consta de 3,8 kilómetros de natación, 180 km de ciclismo y 42 km de atletismo.
Este vecino de Curridabat regresará el próximo 18 de junio a Playas del Coco, el lugar donde inició su aventura. Ahí se realizará el primer Ironman 70.3 Costa Rica (1,9 km de natación, 90 km de ciclismo y 21 km de atletismo) y ahí también fue su debut, en 1984.
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"En aquella ocasión participamos 54 personas, de las cuales llegamos solo 14 a la meta. Yo quedé de penúltimo, no sabíamos de técnica ni nada. Ese primero que hice fue con una bicicleta de mujer que me prestaron", recuerda Zamora.
Reconoce que sufrió bastante, pero al mismo tiempo disfrutó. Es esa extraña sensación que tienen los deportistas: "El ácido que uno siente como que lo hace más retador", expresó.
Su adicción, como él mismo la llama, había empezado. Desde ese momento, y hasta entonces, no para; tampoco tiene planeado hacerlo.
"Eso lo pensaré después de los 100 años. La verdad por ahora no me ha pasado por la cabeza dejar este deporte", dice con seguridad.
Entre el triatlón también hizo varias maratones y el primer Ironman completo lo realizó hace aproximadamente diez años, en Brasil.
Los objetivos parecen ser cada vez más altos. Su máxima ambición en este momento es conseguir un boleto al Mundial de Ironman, el cual se realiza cada año en Maui, Hawái.
Para clasificar necesitaría un primer lugar en su categoría (70-74 años), en la que a nivel internacional aparecen atletas con mucho nivel. De igual forma, afirma que la mente está puesta en ese boleto.
No le importa tampoco que los años pasen factura, algo notorio tras superar la barrera de los 50. Asegura que día a día percibe el cambio, sobre todo en su peso.
"Definitivamente por más condición que uno quiera tener, los años pesan, el músculo no hay forma de recuperarlo, se pierde...".
Pese a la buena alimentación y el ejercicio, es una situación irreversible. "Antes sentía los cuádriceps mejor", dice entre risas, al tiempo que agrega: "Eso no tiene regreso, hay que resignarse".
Además de una alimentación balanceada, Zamora sabe que descansar es un requisito indispensable para seguir en la práctica de un deporte tan exigente.
Para este ingeniero eléctrico el día empieza a las 3:30 o 4 de la mañana, pero también termina temprano, máximo a las 8 de la noche. Por eso madrugar no es problema.
"Uno dice que madruga, pero en realidad duermo siete horas, lo suficiente. El descanso es vital, de hecho hay un día a la semana que hay descanso total, es un día muy importante".
Cuando una persona entra en ese ritmo de vida, los que están a su lado también lo hacen. Ese es el caso de Susana Monge, su esposa, quien desde que lo conoció quedó impresionada del amor que tiene Zamora por el deporte.
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"Aunque yo no comparta el ejercicio con él, tengo que entrar en esa rutina, porque desde temprano lo acompaño. Hay que comprenderlos mucho y poner un balance, porque es realmente cansado", expresó Monge.
Su cónyuge recuerda que incluso en 2015, cuando Zamora sufrió un accidente en bicicleta, mantenía las ganas por hacer ejercicio y buscar su próxima competencia, que casualmente será el Ironman 70.3 Costa Rica.
"Este ha sido el único accidente que he tenido. Me quebré la clavícula y uno de los músculos del manguito rotador (en el hombro). La recuperación fue larga, pero ya estoy bien; esta competencia me quedó perfecta. No hay justificación, aquí seguimos".
La pasión por el Ironman está intacta, tanto así que la lleva en la piel, plasmada en un tatuaje del logo de este evento. Se lo hizo para conmemorar su décimo Ironman completo.