
Óscar “Macho” Ramírez cambió su rutina de una vida tranquila, casera y de campo en Hojancha, para regresar al fútbol con la presión que eso implica, al pasar sus días entre el Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Turrúcares y su casa en Belén. Pero no se arrepiente, porque está disfrutando su regreso al fútbol —y bailando—.
Sin embargo, ese retorno al frenesí del banquillo no fue una decisión sencilla. El hombre que encontraba paz en la finca en Hojancha tuvo que sacrificar su tranquilidad por un llamado del corazón.
“La verdad que no quería, pero vi la situación y quise ayudar un poco, principalmente con el tema de los chiquillos. Ya conocía a lo que venía. Era un ciudadano común y corriente y eso me gustaba, pero frené la parte de tranquilidad y de paz”, confesó Óscar Ramírez en una amena entrevista colgada en el canal de Youtube ElPato&Toño, a cargo de Wílmer López y el periodista Antonio Alfaro.
Su regreso al fútbol se dio con la única intención de colaborar en el proceso de formación de los cachorros de Liga Deportiva Alajuelense.
Pero después, la Liga necesitaba a alguien en el banquillo y el “Macho” comprendió que el club lo necesitaba y él también quería ayudar a romper una sequía, como pasó.
Fue precisamente esa conexión con la juventud lo que terminó por convencerlo. Para Óscar Ramírez, ver el sacrificio de los jóvenes que dejan a sus familias para buscar un sueño fue un espejo de su propia vida.
“Volví por los chiquillos, porque yo viví esa ilusión. El colador dice que son pocos los que llegan y ver muchachos que sacrifican su infancia, que no tienen a los papás cerca y la obligación de nosotros como institución y yo como papá de saber que esa es una etapa muy linda... ahí me fueron ganando el corazón”, explicó el técnico más ganador en la historia de Alajuelense.
La excepción que hizo Óscar Ramírez
Óscar “Macho” Ramírez retornó al equipo haciendo una excepción a la regla, porque nunca le ha gustado asumir un banquillo sobre la marcha, a mitad del camino, pero eso le permitió hacer un diagnóstico.
Y en el semestre donde él ya era 100% responsable de la Liga, ganó todo lo que disputó: Recopa, Copa Centroamericana de Concacaf y el Torneo de Apertura 2025.
Pero este Óscar Ramírez es distinto al de su primera etapa. El técnico obsesivo que se encerraba por horas consumido en el análisis de video dio un paso en su madurez al entender que el liderazgo también es saber delegar para sobrevivir.
“Aquel Óscar de antes fue muy duro, se mató mucho, casi que abarcaba el 90% porque mi vida giraba en eso. Antes era metido en el cuarto y le decía a la mujer que me pasara la comida por debajo de la puerta”, recordó.
Para su regreso, eso cambió. Se apoya en figuras como Wardy Alfaro, Marcelo Sarvas (quien se marchó del cuerpo técnico al aceptar una oferta en la MLS) y su propio hijo, Andrés Ramírez, quien vive con él y se ha vuelto su mano derecha.

“Me he rodeado de gente joven que me ha quitado peso. Yo les digo que hagan esto de tal manera y después juntamos el paquete. Antes me veía tres partidos al día; ahora me pongo a ver uno y ya me cuesta, uno cabecea de acuerdo a la hora. El cuerpo le va diciendo a uno que ya no tenés ese potencial”, apuntó.
La gran interrogante que desvela a la afición es su continuidad. ¿Hasta cuándo piensa dirigir? A él le quedan seis meses de contrato con Alajuelense y en el club pretenden encontrar el momento idóneo para sentarse a conversar con él y plantearle una renovación.
Si por la afición fuera, el liguismo quisiera tenerlo ahí para siempre. No obstante, Óscar Ramírez habla con una crudeza necesaria sobre el paso de los años.
“No sé, en este momento todavía no me lo voy a plantear, pero puede ser en cualquier momento que no. Es una vida difícil. Me ha costado recuperarme y volver a entrar al rol y hay momentos en los que ya se me hace pesado. La mente sigue diciendo que uno es chiquillo y el que le dice que uno es viejo es el cuerpo”, meditó.
Con 61 años recién cumplidos, Óscar Ramírez mira el futuro con respeto. Recuerda los consejos de su padre y observa con atención a sus progenitores, quienes son hoy su prioridad fuera de la cancha.
“Llega un momento en que llegas a los 50 y como dijo papi, después de ahí empieza una bajadita jodida y ya después a los 60 cada vez es más fuerte la bajada. Lo del tiempo me cuesta y lo razono más, porque papi y mami ya están grandes; él tiene 89 y ella 82”.
El consejero, no el ‘papá’ de los jugadores de Alajuelense
Aunque su trato es cercano, Óscar Ramírez prefiere marcar una línea en su estilo de liderazgo. Se define como un analista de la psiquis del jugador.
“No me veo paternal, sino consejero. Soy mucho de ponerme en el lugar de la persona, qué está pensando, su entorno, su manera, sus razonamientos... y poder llegarle con consejos de acuerdo a su manera. Pero estar abrazando, no”, comentó.
Los “pasos prohibidos” al ritmo de cumbia en la tarima instalada en la gramilla del Estadio Alejandro Morera Soto donde la Liga celebró junto a su afición el título 31, luego se replicaron con la comparsa que lo recibió al llegar a su casa en Belén y la caravana que lo acompañó a Hojancha, donde disfruta estos días de vacaciones.
Por ahora, Alajuelense disfruta de un Óscar Ramírez que se siente un guía para sus futbolistas, a quienes busca para decirles algo cuando lo cree oportuno, porque sabe bien que su entender es hablando. Y el liguismo cruza los dedos para que ese diálogo —y el baile— del “Macho” dure mucho más de seis meses.

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