La corona 27 de Herediano la ganó Jafet Soto.
Del entrenador florense se puede cuestionar el discurso, la actitud y hasta sus actos, muchas veces lejanos al ejemplo que debe predicar un entrenador fuera de la cancha.
El berrinche que le hizo al silbatero Pedro Navarro y la forma en que salió del campo luego de ser expulsado en el primer tiempo del juego son solo un ejemplo del comportamiento, poco correcto, en que suele incurrir la figura más importante del club rojiamarillo.
Punto y aparte es lo deportivo. Quien levantó la corona es Soto y nadie más.
No es Hernán Medford, que recién se unió al cuerpo técnico para la fase final. Tampoco Rolando Cadáver Villalobos y menos sus predecesores en el banquillo, Jaime de La Pava y Paulo Wanchope, de muy bajo rendimiento antes de que Jafet asumiera la brasa.
Soto armó el equipo, lo levantó cuando parecía muerto, ganó el primer título internacional de los florenses en su historia y ahora se encargó de firmar un cetro histórico, con triunfo en penales en el Morera Soto y el Ricardo Saprissa. Y luego en la Cueva, con remontada incluida.
En ocasiones no me gusta la actitud de Soto, maleducado y altanero sin necesidad, pero fiel a un método deportivo profesional, con evaluaciones constantes del rendimiento individual de los jugadores y visión para fichar futbolistas muchas veces desconocidos en el medio.
Con una planificación seria y un proyecto con bases sólidas, acabó por denotar que estaba en lo correcto cuando decidió fichar a Jimmy Marín, un joven que hasta hace un tiempo era un simple prospecto poco valorado en las divisiones inferiores del Saprissa.
Desde muchos meses antes del inicio de cada campaña, Soto establece los parámetros a seguir de los jugadores a contratar, según el estilo de juego del técnico de turno.
El estratega campeón no es el que aparece 90 minutos en el banquillo, es el que se “come la bronca” de trabajar en el día a día, de mantener felices a los suplentes para que se comporten a la altura y no pierdan la motivación, y el que establece el plan de juego previo a cada partido.
Es también el que define el método de entrenamiento del equipo y convence a los futbolistas de creer en su idea, más aún cuando la tabla de posiciones refleja que el objetivo está a años luz, como le tocó a Herediano, cuando parecía muy lejos de clasificar, después de la crisis de resultados sufrida en el arranque del certamen.
Ya en la cancha, los movimientos de Jafet fueron oportunos. Aldo Magaña, un 'suplente eterno', ingresó en los dos juegos de la final y en ambos se encargó de perforar las redes.
Gerardo Lugo fue un revulsivo vital para recuperar la posesión de balón como también pesó Berny Burke en las semifinales.
Con excepción del juego de ida de la final, en donde Saprissa descifró el estilo rojiamarillo y sacó un empate en el Rosabal Cordero, en el resto de duelos su estrategia influyó positivamente en los resultados del equipo.
En este torneo Jafet Soto se equivocó en muchas cosas, pero hizo campeón a Herediano.
Nadie más.