El día que a los dirigentes del fútbol nacional los midan con la misma vara con que miden ellos a los entrenadores de sus equipos, no sobrevivirán más allá de dos o tres fechas del campeonato en la Primera División.
Impacientes y en extremo resultadistas, hacen y deshacen; dicen y se desdicen, sin sonrojarse siquiera. Al apostar por todo o nada, marean y arrebatan técnicos y jugadores de otros equipos con tal de ficharlos de inmediato o en el corto plazo.
Como se recuerda, el año pasado, tentado por Herediano, Paulo Wanchope cambió de caballo a mitad del río. Un simple coqueteo de la divisa de sus amores bastó para que Chope olvidara en un santiamén el buen paso que llevaba en Cartaginés y en su formación como estratega, proceso que abortó él mismo, primero con la Selección Nacional y luego con el Team, después de que dejó a los brumosos tirando tablas, con los resultados harto conocidos.
El turno le tocó esta semana al jerarca del Saprissa. Borró de golpe y porrazo su discurso institucional y el plan de trabajo que llevaba Vladimir Quesada como técnico de la Primera, con tal de incorporar a Wálter Centeno, ni más ni menos, el nuevo mesías de San Juan del Murciélago, cambio de timón que provocó a la vez que el rey Paté dejara con un pasmo de narices a sus súbditos griegos.
Nada personal. Nos hubiera gustado muchísimo que Wanchope hubiese alcanzado el título con los florenses. También deseamos buen suceso a Centeno en su amado Saprissa. Sin embargo, tales acontecimientos evidencian que aquí vale todo. También es justo reconocer que aunque su rendimiento era aceptable, el verbo de Vladimir Quesada -por cierto, todo un caballero-, le pasó la factura del viento, de los accidentes del juego y de otros argumentos nada convincentes. Quizás, Vladimir merecía un llamado de atención a lo interno y, por supuesto, el consejo y la asesoría de la comisión técnica tibaseña; pero de ahí a destituirlo, caramba…
Un día de estos escuché a Jafet Soto en Deportivas Columbia decir que como muchos periodistas no han salido del país, no se enteran de que esa es la tendencia en el fútbol mundial. Puede ser, pero no se justifica que si allende nuestras fronteras se procede con tan pocos escrúpulos, en Tiquicia tenga, necesariamente, que ocurrir igual.