Es triste y lamentable la situación imperante en el planeta producto del cambio climático: terribles incendios, inundaciones catastróficas, temperaturas extremas, deslizamientos de tierras, consecuencias serias sobre la flora y la fauna, derretimiento de los casquetes polares, repercusiones socioeconómicas significativas.
No son inventos ni exageraciones; son realidades que ocurren en diversas regiones del planeta, las cuales se agravarán más si no atendemos las recomendaciones de los científicos en la materia.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), en sus últimos reportes, nos da una alerta roja y es claro en advertir a los líderes mundiales y a la población en general sobre la necesidad de efectuar cambios radicales en los modelos productivos de los países, con el fin de reducir el consumo de combustibles fósiles y atenuar los efectos del cambio climático; sin embargo, por lo general, hacen oídos sordos a estos planteamientos.
Lo que está ocurriendo a escala planetaria no es una crisis o una emergencia climática, sino un desastre climático y una catástrofe ambiental. Así, hay que decirlo y entenderlo. El planeta no aguanta más emisiones de gases de efecto invernadero y lo está reflejando con todas esas consecuencias ambientales, producto de nuestra irresponsabilidad e inconsciencia.
Es inconcebible que, ante un desastre de esta magnitud, persistan posiciones que nieguen el cambio climático o que inviten a seguir o comenzar explotaciones de petróleo o gas natural en nuestro país, como si no pasara nada.
Si a usted se le está quemando la casa, busca agua para apagar el fuego, no busca echar más leña o combustible para sofocar el incendio, aunque sea en pequeñas cantidades. La tierra es nuestra casa y se está quemando, literalmente arde debido al calentamiento global.
No podemos entonces continuar arrojando combustible a esa hoguera descomunal, hay que actuar contra las llamas, y la manera de hacerlo es reduciendo las emisiones producto de la quema de combustibles fósiles.
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Todos los países y todas las personas debemos colaborar. Todo esfuerzo y acción cuenta, sin dejar de reconocer que el mayor aporte debería estar en los principales emisores mundiales. En vista de la gravedad del desastre climático en el que estamos, sencillamente no es ético ni sostenible producir petróleo o gas natural.
Después de la oscura era Trump, Estados Unidos está por fin apoyando e impulsando acciones sin precedentes para combatir el cambio climático, lo que sin duda podría significar un viraje significativo y positivo en los próximos años en este campo.
La Unión Europea, desde hace años, se ha identificado con las energías renovables, tanto que algunos países tienen ya definido un año para la prohibición de la circulación de los vehículos de combustión interna.
Aparte de ello, está prevista la equiparación, entre el 2024 y el 2027, de los precios de los vehículos de combustión interna y los eléctricos, lo que sin duda representará un verdadero punto de inflexión en la consolidación de un nuevo paradigma en el transporte sostenible global.
Como país, debemos montarnos en esa ola, y canalizar y promover inversiones, proyectos, políticas y acciones en favor de las energías renovables y la electromovilidad.
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Lo que hemos logrado como país en el campo de la electricidad sostenible debe emularse en el campo del transporte, tanto público como privado. La ruta es el plan de descarbonización, negocios verdes, exportación de energía eléctrica solar y eólica y la movilidad eléctrica, entre otros.
Costa Rica es ya líder y un referente mundial energético, por lo que no puede ni debe, después de todo lo avanzado en energías renovables, retroceder y estancarse, convirtiéndose en un país petrolero más.
En ese sentido, resulta fundamental el mensaje y ejemplo que podríamos dar al planeta aprobando el proyecto de ley para prohibir la explotación de petróleo y gas natural en nuestro país, actualmente en discusión en la Asamblea Legislativa.
El clima está cambiando, nosotros también debemos hacerlo. No hay tiempo, actuemos.
El autor es ingeniero civil, máster en Manejo de Recursos Naturales.