El siglo XXI ha abierto un capítulo y una nueva gama de responsabilidades para la humanidad. Un panorama de retos insospechados para todas las naciones y razas. El problema de la disposición de residuos que generamos es tan vasto que ningún país se puede dar el lujo de soslayarlo.
Hoy por hoy, el manejo de nuestros desechos es, por lo general, inadecuado y ocasiona graves impactos en nuestros suelos, mantos de agua y aire. La contaminación actual de nuestro hábitat merma la salud de las personas, la flora y la fauna como nunca antes lo habíamos experimen- tado exponiéndonos a daños irreversibles. Por si los efectos en la salud fueran pocos, nuestra deficiente gestión de los desperdicios tiene nocivas consecuencias desde el punto de vista económico en todos los niveles: familia, sociedad, país, planeta.
Conciencia ambiental. Los consumidores rara vez nos percatamos del verdadero precio que pagamos por los productos. No percibimos de qué manera las cosas que adquirimos a diario afectan la vitalidad y equilibrio de nuestros ecosistemas. Anteponemos nuestra conveniencia, comodidad y satisfacción inmediata de nuestras necesidades a la preservación de nuestro entorno. La pobre conciencia ambiental de la mayoría de nosotros nos impide ver el costo adicional oculto en cada alternativa de compra que se nos presenta día a día.
Para muchas personas tener conciencia ecológica se limita a simpatizar y adherirse a las organizaciones en pro del medio ambiente sin comprometerse en forma activa en labores que aporten resultados tangibles.
Modificar en nuestros hogares los patrones de conducta en cuanto al manejo de residuos es una iniciativa que no se queda en la mera intención, es eficaz y con efectos inmediatos.
Muchas de las calamidades ecológicas que padecemos y de las cuales nos quejamos, se derivan de nuestras arraigadas costumbres de compra, poco inteligentes y descuidadas.
Los alimentos y bebidas que ingerimos ocupan el primer lugar en nuestra lista de las compras, y el empaque en que se presentan es un factor que influye al momento de escoger lo que nos llevamos. En general nos encontramos con los siguientes tipos de empaque para alimentos y bebidas: plástico, aluminio, cartón, vidrio; o una combinación de los tres primeros como es el caso del tetrapack .
Cuando hablamos de comodidad, solemos apreciar los beneficios olvidándonos de los efectos perniciosos de un determinado empaque. No solo puede afectarse la calidad nutricional del producto, sino que puede ocasionar intoxicaciones alimentarias y enfermedades en las situaciones más graves.
Tomemos por ejemplo, el plástico y el aluminio, empleados extensivamente en el ramo de bebidas. Las botellas, latas y recipientes diversos que se diseñan a partir de estas materias primas suelen desencadenar un fenómeno conocido como “migración de partículas” que consiste en la adulteración del producto contenido en este tipo de empaques por el desplazamiento de sustancias tóxicas que emanan de las paredes del envase mismo, el cual detona el proceso migratorio a diferentes temperaturas dependiendo de los componentes con que se fabrique.
Envase más ecológico. El envase de vidrio no presenta conflictos ni riesgos para la salud. A lo largo de la historia ha demostrado ser respetuoso del ambiente. No es tóxico ni libera sustancia alguna que sea perjudicial para el entorno. El vidrio es benigno en extremo ya que, siendo químicamente inerte, no interfiere con las propiedades de los productos que contiene. No existe en el mercado una forma de empacar más saludable e higiénica que el vidrio.
El envase de vidrio se adapta sin dificultad a todos los requerimientos de las industrias en que participa, está en constante actualización elaborando día a día botellas y frascos más ligeros, más resistentes y atractivos. Pocos recipientes han sido evaluados en forma tan escrupulosa y metódica para determinar sus efectos como el vidrio.
A diferencia de los envases hechos con otros materiales, por lo común de un solo uso, el de vidrio es reutilizable y, una vez cumplido su ciclo de vida, es reciclable. Al hablar de reutilización nos referimos a su empleo en más de una ocasión, de la misma forma y para el mismo propósito. En cuanto al reciclaje, hablamos de fundir una botella para crear otra restituyéndole su valor económico. Todo envase de vidrio –retornable o no– es 100% apto para el reciclaje.
Una botella retornable sometida a un tratamiento de lavado puede utilizarse de nuevo decenas de veces dependiendo de su diseño y, una vez que concluye su vida útil, se recicla fundiéndose en los hornos de fabricación. Los valores que posee el vidrio son irrefutables. Es el mejor escaparate de cualquier bien alimenticio y brinda higiene, seguridad y distinción. En suma: es el envase perfecto.