El gobierno del presidente estadounidense Joe Biden brindó asistencia militar, política y financiera temprana a Ucrania y evitó así que Rusia la sobrepasara; sin embargo, desde noviembre del 2022 el conflicto está en un impasse que no la beneficia. Si Kamala Harris resulta elegida, terminar con la horrenda guerra de desgaste actual y asegurar la victoria de Ucrania debiera ser una de sus metas explícitas. La sorpresiva ofensiva ucraniana en la región rusa de Kursk puede convertirse en el principio de acontecimientos más prometedores.
Las metas ucranianas son claras: recuperar completamente la integridad territorial; permitir que todos sus ciudadanos desplazados —entre ellos, los miles de niños secuestrados por Rusia— puedan regresar al país; y obtener la compensación total de los daños que le causó su invasor. Estados Unidos, por el contrario, no tiene actualmente ninguna estrategia digna de mención. El gobierno de Biden simplemente afirma que apoyará a Ucrania "todo el tiempo necesario“, mientras que el contendiente republicano de Harris, Donald Trump, promete poner fin a la guerra en un día, lo que implica la rendición total del Kremlin.
Para Harris, el impasse es una oportunidad: dos tercios de los estadounidenses desean que Ucrania gane, y ella ya ha tenido amplio contacto con ese país: se reunió con el presidente Volodímir Zelenski seis veces y encabezó la delegación estadounidense de la Cumbre para la Paz de Ucrania, que tuvo lugar en Suiza en junio de este año. Como vicepresidenta, siguió el liderazgo de Biden, pero como presidenta podría dar un giro a la guerra y convertir a Ucrania en uno de los temas que más la beneficien.
Recursos para Kiev
Para eso necesita una estrategia integral respaldada con recursos suficientes. La política del gobierno de Biden (supuestamente, gracias al asesor de seguridad nacional Jake Sullivan) es defender a Ucrania sin provocar al presidente ruso Vladímir Putin. Debido al temor irracional a ataques nucleares o una tercera guerra mundial, la Casa Blanca fijó límites imaginarios, ofreciendo así a Rusia un santuario de los ataques ucranianos con armamento occidental, pero, dado que Putin no sobreviviría a una guerra mundial, es extremadamente improbable que siga ese camino.
Otra falencia fundamental de la política de Biden es la falta de metas claras. El objetivo debiera ser brindar a Ucrania apoyo suficiente para derrotar a Rusia, y Harris debiera nombrar a un asesor de seguridad nacional totalmente comprometido con él. Los ucranianos están combatiendo valientemente por sí solos, no piden tropas extranjeras, pero necesitan armas potentes, el derecho a usarlas contra las bases rusas y suficiente financiamiento occidental.
Ucrania recibió aproximadamente $100.000 millones en el 2023 (la mitad en asistencia militar y el resto, como apoyo presupuestario y ayuda humanitaria), y va camino a aproximadamente lo mismo en el 2024. Aunque se trata de un monto sustancial, no es suficiente para inclinar la balanza. Para lograr una victoria categórica, Ucrania necesita, probablemente, $150.000 millones al año y duplicar la asistencia militar a $100.000 millones. Con eso podría ganar la guerra, lo que reduciría los costos futuros (ni hablar del sufrimiento de su gente).
De dónde sacar ese financiamiento no es ningún secreto, Occidente congeló $280.000 millones de reservas rusas, de las cuales dos tercios se encuentran en el sistema privado Euroclear, en Bélgica. Además, el Congreso estadounidense aprobó, sensatamente, legislación que autoriza al Departamento del Tesoro a confiscar activos rusos congelados, y exigió a la Unión Europea que haga lo mismo, pero la UE se negó, principalmente debido a la oposición de Francia y Alemania.
Esa resistencia europea no tiene sentido, Rusia viola diariamente el derecho internacional y el Kremlin no puede exigir de manera creíble la protección de esas mismas leyes. Al igual que EE. UU., la UE debe aprobar legislación que le permita confiscar fondos rusos y utilizarlos para apoyar a Ucrania. Aunque solo se encontraron aproximadamente $5.000 millones en EE. UU., ese dinero se puede confiscar y entregar inmediatamente a Ucrania para dar el ejemplo a los europeos.
Es cierto, en junio EE. UU. persuadió a otros miembros del G7 de prestar a Ucrania $50.000 millones del rendimiento futuro de los fondos rusos congelados. Es un buen punto de partida, pero Ucrania necesita el dinero lo antes posible para derrotar a Rusia.
Política errada
Desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala en febrero del 2022, EE. UU., el Reino Unido y Canadá fueron las principales fuentes de asistencia y entrenamiento militar para Ucrania. Durante los primeros meses de la guerra, comprensiblemente, se mostraron reacios a proporcionar a los ucranianos las armas más sofisticadas, por temor a que Rusia se apoderara de ellas... pero esos temores ya se habían calmado para el verano boreal del 2022. Hace ya dos años que EE. UU. podría haber provisto a Ucrania las armas que necesita para hacer retroceder a los rusos.
Poco ocurre sin el liderazgo estadounidense; EE. UU. sigue dominando la producción y exportación mundial de armas, mientras que los europeos no cuentan con armamento suficiente como para cambiar el resultado de la guerra.
Finalmente, llegamos al error más absurdo de la política estadounidense sobre Ucrania: prohibirle que use las armas que le entregó para arremeter contra las bases desde donde Rusia la ataca. Es una política que ni siquiera está a tono con el derecho a la defensa propia consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, y hay que revocarla inmediatamente.
La guerra de Ucrania podría resultar importantísima para Harris, pero debe corregir los errores de Biden y brindar a ese país los recursos adicionales que necesita para derrotar a Rusia. Confiscando los activos soberanos rusos y persuadiendo a los aliados de EE. UU. de seguir su ejemplo, puede ayudar a Ucrania a ganar sin generar presiones presupuestarias adicionales para los estadounidenses.
Anders Aslund es economista, fue asesor económico para los gobiernos de Rusia y Ucrania, y es autor de Russia’s Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy (Capitalismo amiguista en Rusia: de la economía de mercado a la cleptocracia).
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