En el contexto digital, un conjunto de personas, mayoritariamente jóvenes, se ha adaptado eficazmente a desempeñarse profesional y personalmente desde cualquier parte del mundo, convirtiéndose en los llamados nómadas digitales.
Ellos son algo “gitanos”, pues van de un lugar a otro sin amarrarse mucho tiempo a ningún sitio. No son de aquí ni de allá, sino ciudadanos de un país nuevo, que Alfredo Barriga, en su libro Futuro presente, llama Virtualia.
Virtualia es un país digital donde no hay fronteras, barreras arancelarias ni migración, que cubre el planeta. Lo único que se requiere para vivir ahí es contar con facilidades tecnológicas para desarrollar un estilo de vida, pero la infraestructura digital es primordial para ello.
De ahí la necesidad de que nuestro país ponga en funcionamiento rápidamente la política pública plasmada en la Ley 10008 para fomentar la atracción de nómadas digitales.
La Asamblea Legislativa la aprobó rápidamente, las empresas de telecomunicaciones ya ofrecen paquetes atractivos de conexiones de banda ancha a estos “gitanos”, pero el Poder Ejecutivo ha sido lento e ineficaz en definir el reglamento.
Han transcurrido nueve meses desde la promulgación, y el reglamento continúa estancado. Es hora de que el nuevo gobierno lo saque adelante.
Los nómadas digitales conviven en los cada día más ubicuos espacios de coworking y coliving. Para muchos de ellos, su dispositivo móvil es la principal herramienta de trabajo.
La variedad de profesiones nómadas es amplia: mercadeo, publicidad, derecho, informática, economía, comercio, finanzas. Y también los perfiles: empresarios, emprendedores y consultores de todo tipo.
Costa Rica es uno de los países más apetecidos por los nómadas digitales gracias a sus bellezas naturales, buen clima y estabilidad político-social.
La Ley 10008 brinda beneficios a extranjeros que teletrabajan o prestan servicios a empresas ubicadas fuera del país. La ley les otorga una condición migratoria especial para establecerse en el país por hasta dos años y la exención de impuestos locales y sobre los equipos que utilicen para llevar a cabo el trabajo en remoto.
Casi que el único requisito es tener ingresos mínimos por $3.000 mensuales o $4.000, en caso de ser un grupo familiar, y que la estadía mínima sea de 180 días.
No somos los únicos en el mundo. En Europa, Georgia ofrece un programa estatal para trabajar en remoto a partir de los 180 días y solo pide un ingreso mensual de $2.000.
Estonia da residencia electrónica sin tener que vivir ahí y en el 2020 lanzó la visa de nómada digital para extranjeros que van a trabajar legalmente durante un año.
La República Checa concede una visa de tres meses a un año para permanecer acompañado para diferentes actividades, con los requisitos de $5.000 en la cuenta, hospedaje durante un año y pagar el impuesto local.
Las opciones en Alemania son la visa para trabajo en vacaciones, la visa de autónomo por tres años y una visa para artistas. Portugal la da para laborar durante vacaciones y una visa D2 para residencia temporal.
En América, Barbados recibe nómadas durante un año, pero deben ser empleados de una empresa fuera del país y percibir un ingreso anual de cuando menos $50.000.
El visado de Antigua y Barbuda, otra paradisíaca isla caribeña, se concede incluso por dos años. Islas Caimán, conocido paraíso fiscal, también acepta trabajadores durante dos años si el ingreso alcanza los $150.000 anuales, pide cartas de referencia de alguna entidad financiera y revisa antecedentes penales.
México es el que proporciona una residencia por mayor tiempo, un año, que puede ampliarse a tres más.
En Asia, Dubái facilita la estadía durante un año con un certificado de residencia y las personas que vayan a trabajar tienen permitido llevar a sus familias.
Mariela Palma es consultora en comercio exterior y Marcelo Jenkins, profesor en la Universidad de Costa Rica.
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Los nómadas digitales conviven en los cada día más ubicuos espacios de coworking y coliving. Para muchos de ellos, su dispositivo móvil es la principal herramienta de trabajo. (Shutterstock)