En Costa Rica, más de 300.000 personas mayores de 25 años no han concluido la secundaria, y muchas de ellas tampoco tienen acceso a oportunidades de capacitación técnica. Esta realidad limita su inserción laboral, su desarrollo personal y, por extensión, el progreso del país.
Mientras el mercado exige cada vez más habilidades específicas, muchas personas adultas quedan atrapadas en empleos informales o mal remunerados, sin acceso a formación que les permita reinventarse o mejorar su calidad de vida. Por ello, es urgente impulsar una política nacional sólida de formación técnica para adultos, que sea flexible, accesible y conectada con las necesidades reales del entorno productivo.
Costa Rica cuenta con instituciones como el INA y los colegios técnicos, pero sus programas no siempre están adaptados a quienes ya están en edad laboral, con responsabilidades familiares o con jornadas de trabajo extensas. Es necesario crear opciones con horarios nocturnos, modalidad virtual, reconocimiento de saberes previos y programas cortos orientados a competencias específicas.
La formación técnica no solo debe estar disponible para jóvenes, sino también para adultos que buscan actualizarse, reconvertirse o iniciar emprendimientos. Hay muchas razones por las que el país necesita una fuerza laboral preparada para los retos de hoy y mañana: desde el acceso a nuevos conocimientos en tecnología hasta la programación, la electricidad o el manejo de maquinaria especializada y el conocimiento de nuevas herramientas y productos que realmente facilitan los acabados de las obras.
Además, la revolución tecnológica y la automatización han cambiado el panorama del empleo. Oficios tradicionales están desapareciendo, mientras otros nuevos emergen con rapidez. Sin una estrategia de capacitación técnica para adultos, corremos el riesgo de aumentar la desigualdad y desaprovechar el potencial productivo de una gran parte de la población.
Invertir en la formación técnica para adultos es, por tanto, invertir en empleabilidad, productividad y dignidad humana. Es abrir puertas donde antes solo había muros. Es dar una segunda oportunidad que puede transformar vidas y fortalecer la economía nacional.
El llamado es claro: el Estado, las instituciones educativas, las empresas y la sociedad deben trabajar juntos para construir un sistema inclusivo, moderno y eficaz de formación técnica para adultos. No se trata de un lujo, sino de una necesidad. No está bien que los adultos dejen de estudiar, tal como nos informó recientemente La Nación.
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Jaime Morera Monge es ingeniero eléctrico.
