Un ejemplo de la manía de demorar las cosas es la Ley para atraer trabajadores y prestadores remotos de servicios de carácter internacional. Tan enrevesado título no se refiere a otra cosa que los nómadas digitales: la nueva especie humana y tecnológica que, armada de computadoras, programas informáticos e internet, deambula por el planeta trabajando por cuenta propia o para una organización.
Son auténticos obreros en un mundo digitalizado que no requiere cuatro paredes para llevar a cabo sus labores y recibir dinero por ellas.
Son vistos en las playas con los cuerpos untados de bronceador y las cabezas llenas de información; y en las montañas, cargando mochila y computadora. Mientras trabajan, vacían sus bolsillos en hospedajes, alimentación y esparcimiento.
Cuando abandonan el país, dejan una buena cantidad de dinero. La ley para atraerlos ventajosamente está aprobada y solo falta redactar el reglamento.
Con lúgubre ironía, debo decir que la ley de los nómadas se sedentarizó en algún cajón del Poder Ejecutivo, porque en poco más de cuatro meses el urgente reglamento no se ve ni por asomo.
He aquí el síndrome de la postergación correteando en oficinas públicas y retardando lo que es apremiante. Existen instituciones donde la maleza de desafortunadas decisiones ha invadido sus paredes y sus finanzas, y ha aplazado lo que es impostergable.
Es así como el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) guarda en su vientre la tecnología 5G con un celo tan avaro como inútil, en tanto el activo universo de los negocios públicos y privados desespera hundido en la tardanza.
En un mundo veloz, el ICE jadea con rezagado paso hacia la tecnología 5G. Pero las malas hierbas no solo deben limpiarse, sino arrancarse de la tierra donde echaron sus raíces.
En el Consejo Nacional de Producción (CNP) unos pocos comercializan el trabajo de muchos, y la institución se convirtió en la intermediaria de los intermediarios con tan buen suceso que para un consumidor de pulpería huevos y verduras son alimento y para una escuela, un tesoro que se paga a precios de oro.
El abuso produjo hace unos meses un estallido de protestas y malestar en la opinión pública… y nuevamente la limpieza del terreno se postergó para otros tiempos, sin aplicar siquiera un herbicida provisional para eliminar las malezas que reptan por el CNP.
Comprendo que existen realidades nacionales cuya solución debe ser aplazada hasta que “se aclaren (algunos) nublados del día”, pero una niebla muy densa y perpetua parece flotar, invadir y cegar a quienes deberían, provistos de decisión, desbrozar y remover las ponzoñas de ineficacia y pasividad de algunas instituciones, no sea que la edificación termine como una vieja casa en un lote desatendido: en ruinas.
La idiosincrasia ha hecho de este país un modelo en el planeta por haber mudado la violencia en paz y la devastación ecológica en naturaleza protegida. Con aliento optimista espero la hora en que el carácter de algunos costarricenses de retrasar, postergar y dejar las cosas a medio resolver mude en una piel que le irrite el escozor de la tardanza, unas manos que se espanten de estar paralizadas y una voluntad resuelta para hacer la limpia de matojos que tanto necesita la parcela nacional.
El autor es educador pensionado.
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Existen instituciones donde la maleza de desafortunadas decisiones ha invadido sus paredes y sus finanzas, y ha aplazado lo que es impostergable. (Shutterstock)