No entiendo por qué el término influencer es utilizado para referirse a gente que baila semidesnuda o a inventores de noticias falsas o conspiraciones.
Pero resulta que la geología —ciencia que practico y de la que he vivido— entre muchas otras cosas, desempeña el verdadero papel de lo que significa ser un influencer, por ejemplo, en el mercado de los bienes raíces y el inmobiliario.
Cuando se elaboran estudios geológicos a conciencia y se determina que existen problemas geológicos mayores en un área o ventajas relativas en terrenos de ciertas localidades, la difusión de ese conocimiento sube o baja el precio de las propiedades.
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Cuando se sabe que ciertas áreas no cuentan con agua subterránea o las laderas son inestables o que existen fallas tectónicas que comprometen la seguridad a largo plazo de las edificaciones, por lógica, el valor de los terrenos caerá.
Se sabe, o por lo menos se intuye, que tierras en los desiertos de Arizona tienen menos valor que la misma extensión o área en la ribera oeste del lago Míchigan, o que la tierra en los cerros de Abangares vale menos que en los de Escazú. Sin embargo, existe una grave distorsión de la realidad, pues el riesgo geológico, la inestabilidad inherente de las laderas y la escasez de agua son más grandes en las montañas del sur de San José que en los cerros de Abangares.
Aquí, entran en juego otros factores no naturales que hacen que las tierras de las laderas de Escazú sean probablemente las más costosas del país.
Lo mismo ocurre en las zonas costeras, en donde terrenos de ocean view valen más que los de beach front (como dicen quienes saben de esto), a pesar de que los primeros pueden sufrir serios problemas de estabilidad y los segundos, de preocupante escasez de agua.
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Lucro con la necesidad ajena. La institución responsable del suministro de agua se quitó el tiro y atomizó su responsabilidad en las llamadas Asadas, tristemente en manos (no todas) de gente de pueblo que no sabe de hidráulica ni de válvulas ni de bombeo, y en otras partes están bajo el cuidado de personas cuyo interés no es precisamente dotar de agua a las comunidades, sino de lucrar con la necesidad ajena. Los tiempos de pandemia son análogos a los de guerra: que cada uno vea como se salva.
Pero, en fin, la cosa es que tenemos abundantes ejemplos en que desde el principio superestudios demuestran situaciones de gran riesgo geológico para vidas y haciendas, pero no son tomados en serio o a las empresas constructoras no les interesan por las evidentes consecuencias para sus proyectos.
En el otro extremo, están las construcciones anunciadas y vendidas como «de lujo», a pesar de la negligencia o complacencia de quienes hicieron o no hicieron los estudios básicos. Y, peor aún, la desidia de las instituciones aprobadoras del proyecto sin tener los estudios que de otra manera habrían demostrado la inviabilidad geológica de los terrenos en donde se pretendía levantar casas, edificios, puentes, carreteras, etc.
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Pérdidas por negligencia. ¿Qué hay de los que una vez terminados, con todas las venias y complicidades oficiales, montones de gentes han invertido y luego perdido sus recursos porque se producen enormes e irreparables deslizamientos que pudieron ser detectados con anticipación con un buen estudio geológico antes de poner el primer ladrillo? Pero luego de eventos catastróficos unos quieren culpables y otros quieren capearse sus responsabilidades.
Se efectúan estudios geológicos de fondo, a conciencia, que son rechazados (y no pagados) por las empresas, simplemente porque no les gustan las conclusiones, pues no los favorecen y se convierten en influencers del valor y el futuro de esos proyectos.
En vista de tantos casos de este tipo que han ocurrido y ocurren a diario en Costa Rica, el sentido común dicta estudiar el sustrato antes de invertir en la superestructura, y, sobre todo, hacer caso a los que saben, a dejarse llevar por la geología influencer, tal como se dejan llevar a bailar desnudos o a no creer en la pandemia o en las vacunas por lo que dicen los tales influencers del medio tecnológico que tanto nos agobian a unos pocos.
El autor es geólogo.