La ampliación de los 107 kilómetros del cruce de Río Frío hacia Limón quedará inconclusa. No hay fecha para construir los últimos 3.000 metros hasta llegar al centro de la ciudad portuaria. El inconveniente, esperamos, será superado. No tiene sentido desarrollar 104 kilómetros de carretera y dejar otros tres para las calendas, pero las razones del traspié son dignas de reflexión.
La aparente manía del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) de abrir una zanja apenas termina la reparación de una carretera es motivo recurrente del humor nacional. Con justicia o sin ella, está prácticamente incorporada al folclor. Puede ser, en muchos casos, un mero prejuicio en espera de confirmación tras cada molestia causada por los indispensables trabajos del AyA, pero lo sucedido en el último tramo de la ruta 32 acredita el buen fundamento de los chistes.
El año pasado el AyA advirtió al Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) sobre la ejecución de obras de alcantarillado y un acueducto. Si la nueva carretera quedaba lista antes de esas reparaciones subterráneas, sería destruida. Hasta ahí, el anuncio parece un acto de coordinación para prevenir pérdidas y desperdicio, además de frustración de la comunidad. No obstante, la realidad es exactamente lo contrario.
El Conavi informó al AyA la ampliación de la ruta 32 en el 2016. En el 2017, entregó el diseño de la ampliación y consultó si había algún proyecto de acueducto o alcantarillado en la zona. La respuesta negativa permitió continuar, sin preocupaciones, la construcción de la vía.
Pasados tres años, el AyA consideró necesario un nuevo acueducto para Búfalo y mejoras en el alcantarillado sanitario del centro de Limón. No son obras menores ni de poco impacto. Su ausencia en las proyecciones del AyA es incomprensible, especialmente lo relacionado con el alcantarillado del puerto.
La ampliación a cuatro carriles del tramo de Santa Rosa hacia el centro deberá esperar a la conclusión de las obras del AyA, cuando los dos proyectos debieron integrarse en uno solo. Kenneth Solano, de la Unidad Ejecutora de la Ruta 32, dice haber agotado todas las posibilidades administrativas y legales para lograrlo, pero no fue posible.
La falta de planificación reprochada por los chistes y sarcasmos en esta oportunidad se manifiesta con mucha claridad. El AyA no pudo ignorar, hasta el año pasado, la necesidad de mejorar el alcantarillado limonense. Las deficiencias están identificadas desde hace años y proyectos como Limón Ciudad Puerto, lastimosamente fracasado, contemplaban mejoras en esa infraestructura.
Eran planes distintos, con fines mucho más ambiciosos; sin embargo, esa circunstancia más bien acredita la magnitud de las necesidades y la inverosimilitud de que un arreglo más modesto no estuviera incorporado al inventario de planes o al cronograma de obras del AyA. En suma, es difícil creer que la institución no imaginara en el 2017 los trabajos decididos en el 2020, principalmente, cuando se le preguntó específicamente por ellos.
La descoordinación entre instituciones es una constante no solo en la ruta 32, sino también en muchas otras construcciones de infraestructura. El caso de la carretera inconclusa ilustra la falencia con dramatismo. Ojalá fuera la lección definitiva, al menos en el caso del AyA.