
Tal como se esperaba, los chilenos optaron el pasado domingo por un cambio profundo: en una segunda ronda electoral, eligieron a José Antonio Kast, el candidato más derechista y conservador desde la reinstauración de la democracia, para suceder a Gabriel Boric, su presidente más izquierdista.
La victoria de Kast, como abanderado de una alianza que encabezó su Partido Republicano, fue contundente: 58,16% de los votos, frente a 41,84% de Jeannette Jara, una comunista reformada que representó a la coalición oficialista. Ante esta polarización electoral, los electores se inclinaron por quien planteó propuestas más convincentes sobre las grandes preocupaciones que los aquejan: la seguridad, la migración y la economía.
El extremo movimiento del péndulo político implicará un replanteamiento profundo de las prioridades y gestión del Ejecutivo. Sin embargo, fue producto de una jornada electoral ejemplar, no solo por la normalidad en el ejercicio del voto, sino por la madurez, respeto y apego a la institucionalidad, tanto por parte de los ganadores como de los perdedores.
Tan pronto quedó en evidencia la irreversible tendencia de la votación, el presidente Boric llamó a Katz para felicitarlo e invitarlo a visitar La Moneda (sede presidencial) el lunes e iniciar el proceso de traspaso, que culminará con su toma de posesión, el próximo 11 de marzo. Jara se apresuró a reconocer la derrota y también felicitar a su contendor, de quien la separan enormes diferencias. Este, a su vez, la saludó personalmente antes de compartir la victoria con sus partidarios.
Tras su reunión de ayer con Boric, paralela a la de sus equipos de transición, Katz dijo que su anunciado “gobierno de emergencia” buscará la “unidad nacional en los temas prioritarios: seguridad, salud, educación, vivienda”. Y tras referirse al tono “muy positivo” de la conversación, afirmó que, aunque ambos han estado “en las antípodas” durante gran parte de su carrera política, “nos une Chile y somos parte del mismo destino de la nación”.
Todos estos gestos y compromisos revelan una convicción de los actores políticos que está en la base del ejercicio pleno de la democracia. Se trata de aceptar de buena fe las reglas del juego, apostar a la integridad del sistema institucional, pasar de las duras confrontaciones de campaña a la búsqueda de la gobernabilidad en medio de profundas disputas, y entender que el ejercicio del poder requiere acuerdos. Nada de esto, sin embargo, implica ocultar las diferencias ideológicas y programáticas, ni renunciar a las pugnas políticas asociadas a ellas, también consustanciales al sistema democrático.
Katz planteó un abordaje de “mano dura” en seguridad, que le ganó enorme apoyo de una ciudadanía alarmada por la acción de la delincuencia. Jara, menos centrada en la represión, fue mucho menos convincente. El control de la migración, cuyo incremento muchos relacionan –aunque sin clara evidencia–, con el aumento en los delitos, fue otro tema clave de discusión y, de nuevo, las propuestas de Katz, a favor de controles estrictos y expulsiones, tuvieron mayor apoyo.
Ya elegido, sin embargo, ha moderado su discurso en ambos temas, con la promesa de que actuará en el marco del Estado de derecho, y de que, más que expulsiones masivas, buscará la salida ordenada de los migrantes indocumentados.
En economía, un fuerte talón de Aquiles de Boric, su programa es claramente liberal, promercado, opuesto al intervencionismo estatal, apegado a la disciplina fiscal, abierto al comercio internacional y reacio al proteccionismo. Ha propuesto recortes al gasto público equivalentes al 7% del presupuesto nacional en un periodo de año y medio, sin reducir la inversión social. Y apuesta a un crecimiento económico del 4% anual frente al 2,4% que se espera al final de 2025. El logro simultáneo de estos objetivos parece poco probable. Quizá por ello ha comenzado a atenuar las expectativas.
En una contienda signada por temas tan gruesos como los anteriores, su religiosidad y conservadurismo social, en un país cada vez más secular y liberal en las costumbres, es muy probable que genere grandes fricciones a corto plazo. Aún, sin embargo, no han comenzado a manifestarse.
Los partidos del diverso espectro de la derecha superan a los del centro e izquierda en la Cámara de Diputados, y están prácticamente empatados en el Senado. Esto le abre el camino para reformas que requieran aprobación legislativa, pero su avance deberá pasar por las negociaciones.
Esperamos que Katz actúe en consecuencia con las posiciones más moderadas que ha esbozado tras el triunfo, y que mantenga un riguroso apego a la democracia, el respeto a la diversidad y la búsqueda de acuerdos como parámetros indispensables para avanzar en su agenda. Es lo que Chile merece y lo que más contribuirá a una adecuada mezcla de progreso, bienestar, equidad y estabilidad.
