La carta de la expresidenta Laura Chinchilla para explicar su desafiliación, por tiempo indefinido, del Partido Liberación Nacional (PLN), merece una atenta lectura en otras agrupaciones políticas, nuevas y tradicionales. Pese al llamado a la juventud para revitalizar al PLN, la carta está impregnada de desesperanza por el deterioro del partido más longevo e influyente del país, pese a sus tres derrotas consecutivas y los numerosos escándalos acumulados a lo largo de tantos años.
Si Liberación Nacional llegó al punto de dejar de ser albergue para una de sus figuras más notables, elevada a la presidencia de la República e inscrita en la historia como la primera jefa de Estado, ninguna agrupación puede darse por segura en nuestro tiempo. El Partido Acción Ciudadana fue novedad, creció, gobernó dos períodos y desapareció. La Unidad Social Cristiana no gobierna desde el 2006.
Surgen nuevas organizaciones, algunas personalistas y con pocas perspectivas futuras, otras con mayor aspiración a consolidarse en torno a una propuesta programática e ideológica, pero todas están en riesgo permanente de disolverse. En palabras de la mandataria, “ningún partido escapa hoy a la creciente desconfianza ciudadana, a su debilitamiento como vehículos eficientes para agregar demandas y gestionar acuerdos colectivos de gran alcance”.
Pero la democracia es inconcebible sin partidos. En ausencia de estructuras políticas comprometidas con los valores esenciales de nuestro sistema de gobierno, las amenazas apuntadas por la exmandataria no encuentran resistencia ni contrapeso. La “brutal arremetida por parte de autócratas y populistas” logrará imponerse en tanto las fuerzas comprometidas con la democracia estén dispersas y ayunas de estructuras capaces de vertebrarlas.
Esas son razones suficientes para reagruparse en torno a partidos nuevos y tradicionales, de todos los segmentos del espectro político, pero dispuestos a desempeñarse en el marco de la ejemplar institucionalidad costarricense, muy lejos de perfecta pero poseedora de medios para el perfeccionamiento.
“Hoy el número de países que siguen la ruta del autoritarismo es tres veces mayor al número que está siguiendo la ruta de la democracia, y tan solo un 6% de la población mundial vive en democracias plenas”, entre ellos, “los costarricenses”, reflexiona Chinchilla. Luego, lanza una advertencia: “Pero ni esta hermosa excepcionalidad costarricense está exenta de amenazas, como lo he podido comprobar en mis luchas por la democracia y los derechos humanos en diversos países. Observo con angustia señales preocupantes de intolerancia, prepotencia y acoso mediático en nuestro país, que no debemos ignorar”.
La expresidenta acierta cuando pide a su partido colocar en el centro de sus preocupaciones la fidelidad a la ética. Por los resquicios abiertos en ese campo, entran las corrientes populistas y autoritarias, siempre disfrazadas de redentoras. El subterfugio no puede ser denunciado desde tiendas políticas pobladas de “personas cuestionadas” o incapaces de “hacer una valoración honesta, rigurosa, crítica y participativa sobre su presente y futuro”.
Las advertencias de la exmandataria deben llamar a la reflexión, no solo en su agrupación sino en todas los demás. La pregunta urgente es cómo se reconstruye el régimen de partidos y se restablece el debate dentro de los linderos del sistema democrático. Nada de eso será posible sin liderazgos bien intencionados en todas las agrupaciones. Por eso, vale señalar que la desafiliación de la expresidenta no es definitiva y tampoco renuncia a mantenerse activa en la política.
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Laura Chinchilla deja el PLN por tiempo indefinido. (Albert Marín)