Después de tanto ataque, insulto y divergencia, el país puede respirar tranquilo. Los candidatos encontraron, finalmente, un punto de convergencia. Claro, no es la reforma del Estado, la recuperación de la 5G secuestrada, el incremento del empleo o cómo salvar a los enfermos de la Caja de no poder consumir carne por la obligatoriedad de comprarle solo al CNP a precios por encima del mercado.
No. Eso todavía no. Las escuelas tendrán que seguir esperando mejores tiempos para que los niños coman más y mejor. Pero no solo de pan vive el hombre. Tanto Figueres como Chaves compensarán la mala alimentación limpiando sus tiernas almas de la “ideología de género”. Todas las familias estarán felices. Hijos e hijas regresarán a casa sin perturbadores conceptos “importados”, aunque no tan bien alimentados. ¡Qué importa! Nuestro imaginario colectivo arcaico rechaza las perniciosas influencias externas.
Dejar campante el CNP es solo un detalle, si se considera la profundidad filosófica de la nueva afinidad de los candidatos, descubierta con el auxilio de un pastor. También, la Iglesia católica contribuyó a que nuestros postulantes de la segunda ronda vieran la luz. Ahora, en Costa Rica, se prohibirá la importación de la “ideología de género”. Ojo, esto no tiene nada que ver con la política del PAC a la importación de aguacates Hass mexicanos. Es algo más profundo y más sutil.
Y como las pasiones políticas son tan envolventes, retumba el silencio de los sectores concernidos que no saben a quién beneficiaría censurar ese prejuicio. Como “ideología de género” se ha combatido la educación en diversidad humana y el derecho de vivir la sexualidad en libertad, sin estigmas y sin amenazas. Laura Arguedas, de toda mi estima, puesta en incómodo zapato, advierte, consecuente, que el género no existe como ideología. Para Figueres es solo “diferencia de criterios”. Chaves, por su parte, lanza una cruzada de destitución del Consejo Superior de Educación. Hay que coquetear con todos los prejuicios para ver si así se saca un votito más, en el caso de Figueres, o si se previene perder un votito menos, en el caso de Chaves. Malsana competencia por el voto conservador, en una dañina polémica que nada aporta a los problemas nacionales. Lástima que para la inconsistencia personal un voto valga una misa.
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