Datos recientes sobre el cambio climático resultan poco halagüeños y provocan una sensación de pesimismo. El último boletín sobre gases de efecto invernadero de la Organización Meteorológica Internacional señala que el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso alcanzaron niveles récord durante el 2021 y que la capacidad de absorción de los sumideros terrestres y los océanos se ven cada vez más disminuidos por factores como la deforestación y la contaminación.
Otros informes difundidos, especialmente por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático y varios centros de investigación, dan cuenta sobre cómo múltiples sectores y actividades domésticas, comerciales, industriales y agropecuarias deberán realizar grandes ajustes en sus formas de operación y funcionamiento con el propósito de mantener el aumento de la temperatura del planeta 1,5 grados como máximo con relación a épocas preindustriales, de conformidad con lo previsto en el Acuerdo de París.
Los impactos sobre el desarrollo humano sostenible del incremento de la temperatura (aproximadamente 1,1 grados) son más que notorios, particularmente aquellos asociados a eventos extremos, como los vividos en años y meses anteriores.
El comercio internacional y los tratados de libre comercio (TLC) que lo regulan desempeñan un papel relevante en el combate contra el cambio del clima, si se considera que el comercio cumple una función crucial en la transición hacia una economía mundial de bajas emisiones de carbono y una sociedad más ecológica y sostenible, como se ha discutido en la Organización Mundial del Comercio y otros foros nacionales y regionales.
Objetivos climáticos
Un proyecto en curso con el cual tengo la oportunidad de colaborar está entregado de lleno a analizar cómo los textos aprobados, en negociación o renegociación de los acuerdos de asociación y de libre comercio entre la Unión Europea y otros países son susceptibles de mejora a fin de promover también objetivos climáticos.
La investigación se centra en naciones como México y Chile, de América Central y andinas (Colombia, Perú y Ecuador) y que integran el Mercosur, y estudia las propuestas o acuerdos en otros continentes, con países como Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido.
La puesta en marcha por parte de la Unión Europea del pacto verde (2019) y la novedosa aprobación (junio del 2022) por la Comisión Europea de una estrategia y un plan de acción —con 20 puntos para considerar y seis áreas prioritarias— pretenden guiar la negociación y contenidos de los futuros TLC de este bloque con sus socios, y apuntan a incrementar sustancialmente el papel de estos instrumentos para impulsar la agenda climática internacional.
La idea subyacente radica en que regulaciones selectivas y precisas en los TLC contribuirán a combatir este grave problema mundial. Las iniciativas están dando algunos frutos, como lo ilustran el borrador del tratado entre Australia y la Unión y el finalizado con Nueva Zelanda. Fuera de la Unión, el celebrado por el Reino Unido con este último país constituye igualmente un paso adelante.
Además de reconocer la significación de las disposiciones incorporadas en los capítulos sobre desarrollo sostenible, la investigación concluyó que las normas contempladas en otros apartados repercuten de manera relevante para apoyar (o eventualmente dificultar) acciones, por ejemplo, para promover el intercambio de bienes y servicios ambientales, “verdes” o “climáticamente amigables”, y evitar la protección indirecta de actividades dañinas para el medio.
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Agenda de comercio y cambio climático
Preliminarmente, algunos hallazgos indican varias áreas donde es posible ser aún más ambiciosos en la agenda de comercio y cambio climático, entre ellas, la inclusión de bienes y servicios ambientales de manera más decidida, flexibilidades para subsidios verdes y disciplinas adicionales en el caso de los subsidios a los combustibles fósiles, la promoción de la cooperación regulatoria en materia de ecoetiquetado y estandarización, las facilidades para la transferencia de tecnologías con el fin de mitigar o adaptarse al cambio climático en los capítulos sobre propiedad intelectual o en aquellos de cooperación, el establecimiento como objetivo del TLC al mismo nivel que los comerciales, la efectiva ejecución del Acuerdo de París y las contribuciones nacionalmente determinadas —incluidas las metas de descarbonización—, asistencia en la creación de mercados domésticos de carbono y la plena realización de las actividades de cooperación previstas.
Si bien a corto plazo el comercio es un vehículo para incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero, a la vez, es una valiosa oportunidad para promover que el creciente número de TLC coadyuven al cumplimiento de los compromisos pactados en el Acuerdo de París.
Aspectos controversiales como la potencial adopción de los denominados ajustes de carbono en frontera, que promueve la Unión Europea para lidiar con los desniveles en las políticas nacionales mediante respuestas comerciales, podrían ser mejor abordados mediante mecanismos de diálogo y concertación contemplados en estos tratados.
Jorge Cabrera Medaglia es abogado ambientalista y profesor de Derecho Ambiental en la Universidad de Costa Rica. Ha escrito siete libros, entre ellos, “Bioderecho: propiedad intelectual, comercio y ambiente: posibilidades y opciones para establecer sinergias entre los sistemas de propiedad intelectual y los tratados ambientales”. Es columnista de La Nación desde el 2008.