
En Costa Rica, el discurso político había estado tradicionalmente marcado por la búsqueda de acuerdos, la resolución pacífica de conflictos, el respeto a la institucionalidad y un fuerte apego al Estado de derecho, sostenido por una amplia tradición democrática.
Sin embargo, el actual gobierno ha desplazado este discurso por uno confrontativo, que privilegia la desacreditación, descalificación y polarización. Ataca a la prensa, las universidades públicas y los órganos de control, creando un entorno donde el desacuerdo se percibe como amenaza y donde el lenguaje agresivo y soez debilita la deliberación pública, erosiona la confianza institucional y profundiza los problemas estructurales.
En este ambiente, la violencia verbal se normaliza y la libertad de expresión se restringe. El presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, alertó sobre las amenazas a la libertad de expresión en la región y, para Costa Rica, se constataron retrocesos provocados por la actitud del Ejecutivo al descalificar e intimidar el periodismo crítico, lo que alienta la autocensura.
A esto se suma la constante deslegitimación por parte del presidente de las manifestaciones sociales en defensa de la salud pública, la educación o el sector agrícola.
Estamos ante un gobierno que ha provocado la peor deuda con la CCSS en 20 años, la mayor caída en inversión educativa de las últimas cuatro décadas y un retroceso de la producción agrícola, según Banco Central, con el número de trabajadores más bajo en 12 años, además de cifras históricas de homicidios y femicidios. Esto refleja un entorno marcado por la improvisación, falta de rumbo y poca voluntad política para discutir o proponer soluciones; espejo de ello es la escasa convocatoria de proyectos en sesiones extraordinarias.
Por eso, de cara a las elecciones que vienen, es preciso construir propuestas desde el pensar colectivo, sin temor a alzar la voz con argumentos. Es necesario volver al diálogo, la transparencia y los acuerdos comunes como base para resolver los problemas nacionales, poniendo en el centro a las personas vulnerables, que son quienes más dependen del Estado. Un liderazgo que sume voces y vea en las diferencias una oportunidad para generar nuevas ideas con las cuales hacer frente a los desafíos presentes y futuros.
Yerlyn Esther Mora Herra es estudiante de Ciencias Políticas de la UCR.