Olivier Castro quiere despedirse de la presidencia del Banco Central con una modificación al Reglamento de Operaciones Cambiarias. Esto se las trae. Basado en su desconfianza en el mercado, propone establecer controles al margen cambiario.
A don Olivier y su Banco Central les molesta que el margen entre los tipos de cambio de compra y de venta anunciados por los intermediarios sea muy alto. Esa misma impresión la tiene mucha gente, basada en la observación de que las casas de cambio en otros países muestran una diferencia menor a la que uno ve en los bancos costarricenses.
Pero para hacer una buena comparación, al tipo de cambio de otros países habría que sumarle la comisión usualmente cobrada por las casas de cambio. Comisión ya incluida dentro del tipo de cambio anunciado en Costa Rica, por regulación del mismo Banco Central.
Otra cosa que le molesta al Banco Central es que un mismo intermediario tenga diferentes precios para distintos clientes. Por ejemplo, un banco puede venderle a un fulano que llega al cajero $100 a un precio de ¢570. Pero si llega perencejo, cliente quien habitualmente compra $100.000, se los venderá con descuento a ¢565.
Por eso, el tipo de cambio efectivamente negociado por los intermediarios con sus clientes siempre será diferente al anunciado en ventanilla. Esa es la lógica de todo mercado en competencia. Aunque el rótulo en la ventana de la tienda anuncie un precio de venta X, si entra un cliente con la intención de efectuar una compra grande y pide una rebaja, porque si no se va donde la competencia, es muy probable que el dueño de la tienda le conceda la rebaja, con tal de no perder el negocio.
Pero el Banco Central considera que esa práctica lleva a una “asimetría de información”, en la cual el público no conoce todos los precios que han sido negociados entre el intermediario y sus clientes. Esa condición, dice el Banco, limita la competencia en el mercado, y genera un alza en el margen cambiario y, por lo tanto, en una asignación de recursos en la economía menos eficiente.
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Esos argumentos, tan jalados del pelo, son los que esgrime el Banco Central para proponer una regulación más estricta del margen cambiario. Propone, básicamente, volver a los controles de precios de antaño. Las consecuencias de tal medida son tan nefastas que quedan para ser detalladas en un próximo artículo.
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