Columnistas

La desgracia de la gracia

En Costa Rica carecemos de ciudades como Florencia, pero tenemos paraísos naturales que atraen no solo a quienes los admiran, sino también a la delincuencia

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La belleza despierta la codicia y es víctima de su propia atracción. Basta con analizar las guerras alrededor de Helena de Troya o la misma muerte de Marilyn Monroe, que marcó el punto final de una vida quemada por su propia llama. No se trata de culparlas ni de repetir los prejuicios, sino de entender cómo la belleza o la gracia viene con su propia desgracia. A la belleza la rodea la depredación, tanto de los otros como de sí misma, formando a su alrededor un torbellino de deseos de posesión y destrucción exquisito para el gusto. Antropofagia y autofagia, como si se tratara de un jugoso bistec recién servido en la mesa.








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