
En estos días se publicó el X Informe Estado de la Educación. Su origen fue una solicitud del gobierno al Conare para apoyar el sistema público de educación, que fue respondida con el compromiso de publicar cada dos años un Estado de la Educación. El encargo se le hizo al Estado de la Nación, que llevaba en el año 2005 once informes anuales y había construido capacidad para articular investigación rigurosa, legitimidad social y una importante presencia en medios de comunicación, sectores de sociedad y aulas.
El Conare le encargó a un Consejo Consultivo específico y plural la conducción del Estado de la Educación, con mecanismos robustos de consulta sobre los productos y resultados de investigación.
Estos resultados, algunos propios y muchos de terceros, una vez armados, dan cuenta de avances, retrocesos, desafíos y, por tener una acumulación de información y análisis notables, propuestas de políticas públicas. Gran acogida, muy merecida por lo demás, con pocas, interesadas y estridentes voces en contra.
El Estado de la Educación no es un instrumento dócil, doblegado a algún interés, ni tiene dueño. La tesis de invertir más en educación, incluida la superior, no es un interés particular del Conare, también lo ha señalado la OCDE en sus informes, tan apreciados por la actual administración
Los mecanismos de consulta incluyen talleres con avances de las investigaciones; luego, resultados de capítulos y, finalmente, la valoración de la sinopsis, con las principales conclusiones. En los talleres participan autoridades gubernamentales, sectores de sociedad y estudiosos de los temas.
Así que, cuando se publica el informe cada dos años, las partes del informe, investigaciones, capítulos y sinopsis ya han sido conocidos y criticados por los consultados.
Para este informe, autoridades gubernamentales asistieron y tomaron nota de los resultados y de las críticas; también de las propuestas. Así que no hay sorpresas con la publicación del informe, como tampoco hay sorpresa de que las partes involucradas en los talleres ya hayan alimentado algunas propuestas oficiales. En buena hora que así sea, aunque se quiera usar como argumento para disminuir la estatura del X Informe Estado de la Educación.
Si, finalmente, el Ministerio tiene una ruta, todos debemos alegrarnos y también aprestarnos a someter esa ruta al escrutinio público. El Estado de la Educación presenta un conjunto de desafíos y propone estrategias para conocimiento de la población y alimentar, de ser posible, el pensamiento de los políticos.
El origen del Estado de la Educación no fue tan robusto, ni abordó tantos temas ni tan profundamente como este décimo informe y algunos anteriores.
El primero que recuerdo con afecto tenía como portada una imagen de detalle de un par de zapatos de un escolar con los cordones enredados. Me gustaba pensar que el mensaje era claro: ¿una broma entre niños o una situación de dificultad para caminar y aprender? Ya habíamos dicho desde el Estado de la Nación que el país era de gente alfabetizada pero no muy educada y habíamos llamado la atención sobre la pérdida de cobertura en educación con la crisis de los años 80, que había excluido a un 10% en promedio en secundaria y a un 20% en el ciclo diversificado.
También habíamos dicho que ese retroceso, recién al iniciarse el siglo XXI estaba siendo remediado y que era necesario recuperar la formación de los que habían quedado fuera. Este último argumento y reto fue tomado por la UNED para desarrollar el programa que atiende a adultos que no concluyeron la secundaria. ¡Fantástico!
Así, el Primer Informe Estado de la Educación señalaba fortalezas históricas, también desafíos elementales; nunca ha sido progubernamental ni antigubernamental. Tampoco el informe se limita a partir el ayote por la mitad, sino a localizar, en la información corroborada, el análisis reposado y riguroso y las orientaciones necesarias para partir el ayote por donde debe ser.
No siempre se tuvo acceso a la información oficial oportuna y suficiente. Los tres anteriores años, el flujo fue a cuentagotas. Pero no fue hasta este X Informe cuando se obtuvo bastante información, por intervención de la Sala Constitucional, sobre las pruebas que certifican las calidades de los estudiantes, y el cambio de ministro de Educación.
Sí. Fue necesario el salacuartazo para obtener la información oficial sobre las pruebas nacionales estandarizadas, que sirve de fundamento al informe; también, el cambio de jerarca en el Ministerio. Puede que en el informe hayan quedado sin entregar y procesar trozos de información. Ya se tendrá tiempo para considerar esas piezas retenidas.
Quizá alguno piensa que, antes de él, solo había tinieblas y que la luz se hizo con él. Pero el informe no parte de que la oscuridad fue un producto de esta administración del Ejecutivo. El que siente ser dueño de la luz se piensa hacedor de milagros e inicio de la historia. No admite que está montado en hombros de gigantes. Solo traigo a cuento algunos episodios de nuestra historia patria.
Desde el inicio de nuestra República, aun dentro de un marco federativo y después de que se despejaran algunos de los nublados de aquel día, la nación costarricense expresó con bastante claridad una orientación que, desde el inicio, fue distinta a la de otras naciones centroamericanas. De esta manera, el primer jefe de Estado fue educador, y no caudillo o militar; nuestra primera Constitución llevó como nombre Pacto de Concordia, y nuestro primer jefe de Estado confesó como orientación nacional “el lograr una espiga más y una lágrima menos”.
Las broncas entre provincias se resolvieron sin guerras prolongadas ni sangrientas. Décadas más adelante, el que llegaría a ser primer presidente de la República no federada, José María Castro Madriz, al inaugurar la Universidad de Santo Tomás, expresó que “la ignorancia es el origen de todos los males y que es indispensable para el progreso de los pueblos enfrentar las nuevas condiciones mundiales de competencia con mucha actividad, mucha ciencia y espíritu de emulación”.
La apertura hacia el mercado internacional, arraigada en la producción de pequeños y medianos propietarios, concentrada en la producción de café, fue la fórmula para enfrentar los desafíos económicos. Hubo esperanza.
Después, lo sabido: un dictador abolió la pena de muerte; años después, vino la reforma educativa de ley que se orientó a proporcionar educación primaria a la población, aun cuando para cosechar café no fuera necesaria. Se reforzó la esperanza y la cohesión social. Se construyó nación.
Nuestro himno no recurrió al fragor de la batalla para expresar los valores y esperanzas de nuestra nación; teníamos otro fundamento más sencillo y humano. Además, no podía faltar una pieza clave: luego de una breve tiranía cerrada por el año de la ira (1919), el debilitamiento sistemático del gasto militar, que culminó con la abolición del ejército, a mitad del siglo pasado. Así se liberaron recursos valiosos para el desarrollo humano.
Pero se abrieron rutas con nuevos desafíos, riesgos y obstáculos. Tanto así que, muchas décadas después, caben las preguntas: ¿Es posible hoy seguir arrullando con la misma canción de cuna a la nación? ¿Cómo darle fundamento a la esperanza en tiempos de creciente desigualdad y restricción fiscal que carcome la redistribución basada en la generación de empleo y el acceso a los servicios públicos?
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Miguel Gutiérrez Saxe es economista.