Costa Rica pertenece a un pequeño pero selecto grupo de países que tienen el privilegio de disfrutar una democracia centenaria. Eso no autoriza a desconocer las debilidades de nuestro sistema y la necesidad de trabajar por su mejora.
Según el índice de la democracia de The Economist, entre los 167 países estudiados, Costa Rica es uno de los 23 que cuentan con una democracia plena. Porcentualmente, el grupo representa el 13,8% y tan solo el 8,4% de la población escrutada. Somos privilegiados, debemos recordarlo y celebrarlo, especialmente en una jornada electoral como la de este domingo.
Entre nuestras fortalezas está el proceso electoral, el pluralismo con que contamos, el ejercicio de nuestros derechos, las elecciones libres, garantizadas por un órgano imparcial y permanente como lo es el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Los electores no sienten temor ni amenazas al votar, ni persecución por su afiliación política, ni tampoco existen fuerzas externas que incidan en la elección.
El constituyente no solo creó al TSE, también dio un paso más allá para asegurar a la ciudadanía la pureza del sufragio, mediante la previsión constitucional del traspaso de mando de la Fuerza Pública al Poder Electoral a partir del día en que se da la convocatoria oficial y durante todo el proceso.
Aunque resulte redundante, es importante resaltar cómo están los demás países: un 31,1% tienen democracias deficientes, la suma de sistemas híbridos y autoritarios superan el 55%, basta con mirar a nuestro vecino del norte y el encarcelamiento de los líderes de oposición, la falta de división de poderes y la reciente farsa electoral.
Nuestras fortalezas no deben nublar nuestras debilidades, ni nuestra obligación por mejorarlas. El mismo índice, de 10 puntos nos da una nota de 6,79 en materia de funcionamiento del gobierno, a lo que debemos de sumar algunas preocupaciones señaladas por el Latinobarómetro 2020 que nos tocan de cerca.
La atomización de grupos en el Parlamento, la creación de tantos partidos, problemas de gobernabilidad, baja popularidad de los gobernantes y desconfianza en las instituciones son síntomas y a la vez causas del mal actuar de los Estados, una alerta que debemos atender y trabajar para revertirlo.
La autora es politóloga.
Costa Rica es uno de los 23 países que cuentan con una democracia plena. (IGN)