
Recientemente, una controversial diputada presentó un proyecto de ley que, de aprobarse, permitiría que los candidatos a la presidencia de la República se postularan sin el apoyo de partido alguno.
Esta propuesta atenta gravemente contra la naturaleza democrática de nuestro régimen e incentiva aún más la fragmentación y el personalismo que han caracterizado a nuestro sistema en los últimos tiempos, pues los partidos son esenciales para el funcionamiento de la democracia, al facilitar los vínculos entre la sociedad civil y el Estado.
En una democracia, los partidos políticos cumplen funciones que van más allá de lo electoral; estas organizaciones facilitan la gobernanza de la sociedad, ayudan representar y combinar los intereses sociales, y participan en el proceso de socialización y educación política.
Desde la perspectiva de la gobernanza, los partidos facilitan y simplifican la formación de gobiernos y su estabilidad, pues suministran personal con conocimiento de las instituciones y del proceso de construcción y ejecución de políticas públicas. Un presidente sin equipo fogueado estaría solo en el terreno de juego, solicitando currículos que se agotan en la tinta y el papel.
Los grupos políticos facilitan la coordinación gubernamental entre los poderes del Estado y la burocracia estatal. Esta compleja madeja de relaciones no puede ser desempeñada por una sola persona bajo el falso supuesto de su brillantez y firmeza.
De crucial importancia para el desempeño del gobierno es la función de oposición y rendición de cuentas. El análisis y la crítica del ejercicio del poder son cruciales para la democracia, que para ser tal debe admitir la diferencia y practicar la corrección de las políticas públicas. Una sola persona no puede asumir el papel de mesías salvador y, a fuerza de voluntad, gobernar una sociedad.
Corregir errores
Desde luego que las organizaciones partidarias cometen y han cometido muchos errores. Desde hace más de un siglo, el sociólogo Robert Michels postuló la llamada ley de hierro de las oligarquías, señalando que “toda organización compleja, independientemente de su naturaleza o de sus ideales democráticos iniciales, inevitablemente desarrollará una tendencia oligárquica”.
Esta visión tiene elementos de realidad, pero olvida que el desarrollo de elementos de información modernos y la participación ciudadana constituyen contrapoderes reales que ejercen contrapeso a esta tendencia determinista, sujeta a las características singulares de cada Estado y sociedad. Los dinosaurios se extinguen frente a la democracia interna.
Descartar a los partidos y sustituirlos por el líder aislado no soluciona el problema de los excesos de los primeros, pues la propuesta lleva a la eliminación del control de grupo inmediato y a la divinización de una sola persona, lo que implica tomar la vía del autoritarismo y la dictadura.
Los partidos políticos, más allá de nominar candidatos y movilizar votantes, simplifican la votación al ofrecer propuestas sintéticas para asuntos complejos y facilitar la toma de decisiones frente a propuestas diversas de políticas públicas o ideológicas.
Sin partidos, el sistema político no podría agregar y combinar la diversidad de intereses y demandas que surgen de la sociedad civil. Conocer esos intereses y demandas es una tarea muy grande para una sola persona. Por el contrario, los equipos partidarios traducen esos intereses en ofertas políticas que dan forma a las agendas.
Sin partidos políticos, la diversidad desaparece del escenario, la negociación entre las fuerzas sociales se reduce al monólogo unidireccional del caudillo, y las políticas públicas, sin mediación alguna, quedan sujetas a la voluntad omnímoda del autócrata que se cobija bajo el supuesto de que un triunfo electoral otorga poderes absolutos.
Los partidos son necesarios, pues informan a los ciudadanos sobre temas clave y soluciones. La diversidad política no solo es hermosa, sino muy útil para reunir todos los puntos de vista, no solo los del aspirante a tirano.
Por otra parte, los partidos sirven como campos de entrenamiento para el reclutamiento de futuros líderes, donde se aprenden enfoques generales sobre el sistema social, jurídico y político.
Los partidos actúan como intermediarios entre el Gobierno y la ciudadanía, canalizando la opinión hacia los responsables políticos. Adicionalmente, son transmisores de valores cívicos y participan así del proceso de socialización política.
Las agrupaciones políticas se deterioran no solo por incapacidad de movilizar votantes, por la corrupción o por la ausencia de líderes capaces de lograr buenos resultados. El deterioro surge también de la incapacidad de representar y negociar intereses e ideas variadas que emergen de la complejidad diferenciada de una sociedad civil, cada vez más urbanizada y educada. La denegación de acceso a lo público genera enojo y resentimiento.
Un presidente sin equipo no puede enfrentar los retos de la gobernanza del aparato estatal y sus relaciones con la sociedad civil; el personalismo lleva a la inestabilidad política. Reducir la política a la subjetividad del caudillo es ignorar la diversidad social y conduce al autoritarismo.
La propuesta que analizamos llevaría a la proliferación de partidos-persona, y probablemente, en una hipotética elección, tendríamos que votar por una sábana de más de cien candidatos. Esperemos que esta díscola idea no prospere; el peligro es evidente.
curcuyo@gmail.com
Constantino Urcuyo es abogado y politólogo con un doctorado en Sociología Política de la Universidad de París.