El lugar donde se construiría el Aeropuerto Internacional del Sur esconde los secretos del pueblo que alguna vez lo habitó. La evaluación arqueológica dio con vasijas, metates y diferentes objetos domésticos.
¿Qué pueden decirnos estos objetos de la gente que alguna vez habitó esta zona? La Nación conversó con el arqueólogo Francisco Corrales Ulloa, quien coordinó la evaluación arqueológica de los terrenos y con la también arqueóloga Ifigenia Quintanilla Jiménez, directora del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR). Ambos científicos han estudiado durante décadas la zona del Delta del Diquís, donde se ubicaría el futuro aeropuerto.

El Diquís es famoso por sus tradicionales montículos y esferas de piedra, petroglifos y objetos de diferentes materiales. No obstante, los terrenos cercanos al aeropuerto habían sido estudiados muy superficialmente o no se habían estudiado, por lo que el interés iba más allá de una mera evaluación para una infraestructura: era la oportunidad de descubrir más del pueblo.
“El Delta del Diquís es uno de los principales centros de desarrollo precolombino en el Sur de América Central y Norte de Suramérica, lo que llamamos ‘el área istmocolombiana’: ahí están las esferas de piedra, los que hicieron objetos de oro, la cerámica policromada, la cerámica de galleta, la escultórica", subrayó Corrales.
El sitio
El Delta del Diquís también se conoce como Delta Térraba-Sierpe y está en el Pacífico Sur de Costa Rica.
El investigador afirmó que el área del delta es una zona muy plana al final de la cuenca del río Grande de Térraba y del río Sierpe. Es un lugar muy rico en recursos, pero expuesto a amenazas naturales, como inundaciones.
Esta región tiene cuatro asentamientos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco por sus siglas en inglés) por la presencia, entre otras cosas, de las esferas de piedra en: Batambal, El Silencio, Finca 6 y Grijalba-2.
La zona arqueológica comenzó a estudiarse en la década de 1990, pero nunca se habían acercado tanto a los terrenos designados para el aeropuerto, pues las esferas se encuentran a unos kilómetros.
“Cuando se plantea un proyecto de este tipo (el aeropuerto) nos interesa ver qué va a impactar y qué hay ahí. ¿Por qué? Porque esa parte del delta en sí es una zona poco conocida. Hemos estado investigando los sitios con esferas y con montículos. De ahí casi no sabemos nada", señaló.
En 2013 se hizo un primer estudio arqueológico para el aeropuerto en donde se dieron algunos indicios, pero fue hasta ahora que se profundizó.
Acercándose a los terrenos

Corrales, que coordinaba los trabajos junto a otros nueve arqueólogos y 30 personas de la zona que ayudaron con los trabajos de exploración y excavación, no sabía lo que iba a encontrarse... y al inicio las excavaciones no dieron resultados. Solo en el 30% de los pozos se encontró objetos.
“Nos llamó la atención que al inicio no aparecía nada. ¡Nada! Y cuando encontramos, no encontramos tumbas, lo que encontramos fue un fogón. Tal vez no era lo que mucha gente esperaba, pero esto es sumamente valioso, porque nos habla de las prácticas de las personas, de lo que se hacía en la cotidianidad“, destacó Corrales.
Esto ya les decía mucho de esa zona: “no hallar contextos arqueológicos complejos que se asocien a rango, puede ser un indicador de que estamos frente a un sector de la sociedad dedicado a las actividades domésticas, localizados fuera de las áreas residenciales de la élite. Asimismo, la poca evidencia material es un claro indicador de que las actividades que allí se llevaban a cabo eran realizadas por pocas personas”, cita el informe de los arqueólogos.
De acuerdo con el informe de la evaluación arqueológica, la ausencia de estructuras (como esferas o montículos), la baja densidad de materiales en la mayoría de los pozos, y el hallazgo de grandes densidades de piezas en unos pocos pozos “puede ser un indicador de que en ese territorio específico del delta del Diquís se dio una ocupación extensa, pero por pocas unidades habitacionales”.
“Es posible que estas unidades interactuaran constantemente y que su distribución en el territorio se debiera al aprovechamiento de la tierra y a la obtención de recursos específicos, pero en relación con los núcleos poblacionales más densos”, cita el reporte.
Un cambio climático que llevó a un cambio cultural
Los investigadores encontraron diferentes tipos de materiales en áreas muy diferentes. No era lo mismo lo encontrado en las cercanías del río, en las partes más bajas, a lo visto en sitios unos dos o tres metros más altos sobre el nivel del mar.
Cuando se hicieron dataciones de carbono 14 en algunos artefactos clave, se vio que las piezas encontradas en las zonas más altas eran más recientes que las vistas en las más bajas.
Los sedimentos en los suelos los llevaron a pensar que los terrenos en los sitios más bajos conllevan las crecidas del río Grande de Térraba.
“En algunas zonas no habría sido posible una ocupación humana permanente, aunque sí su aprovechamiento para cultivos, recolección, caza o pesca”, destacó el informe de evaluación arqueológica.
Quintanilla señaló: “puede ser que hubiera pescadores, personas que cuidaban cultivos, gente que trabajaba ahí”.
Sin embargo, tal vez en una época esa zona sí fue habitable. La gente, precisan los investigadores, se movió hacia la parte más alta alrededor de 1300 d. C.
“Anteriormente, la gente vivía más cerca del río y en tierras más bajas. Lo estamos asociando a una época de sequía que también se vio en otras regiones. Entre 800 y 1000 d. C hubo sequía que nos hace presumir que el Delta no era un sitio muy húmedo, sino uno húmedo, con condiciones de fertilidad de la tierra que la hacían demandada para la producción de alimentos”, explicó Corrales.
Pero esto cambió cuando acabó la sequía, llegaron las lluvias y el caudal del río comenzó a subir.
“La gente, después de un periodo seco que había en la zona se movió hacia a un área más alta. Hubo cambios ambientales que llevaron a cambios culturales”, sintetizó Corrales.
En el futuro
Quintanilla indicó que el trabajo de análisis apenas comienza y quedan varios objetos por rescatar que darán mucha información más para entender mejor a este pueblo y los diferentes usos que les daban a los terrenos del Diquís.
La tecnología actual permitirá dar pistas sobre aspectos que hace unos años habrían sido impensables.
“Ahora, con los instrumentos que tenemos podemos hacer un análisis de qué hay adentro de las vasijas, y saber qué se cocinó”, concluyó Corrales.
