Con apenas minutos de haber llegado a Marrakech en su viaje de luna de miel, los esposos Viviana Araya Saborío y Thomas Freitag debieron correr por sus vidas. El terremoto que azotó Marruecos el viernes transformó su ilusión en material digno de película de terror.
Los recién casados venían de disfrutar cinco días en París, donde arrancó su celebración. De la capital francesa habían llegado al país africano una hora antes de la tragedia, cuyo epicentro se situó a 72 kilómetros de donde estaban: cerca de la ciudad de Ighil, en la cordillera del Atlas.
Para la pareja, Marrakech se vislumbraba como una estancia de dos noches con paseos al día siguiente a la cordillera del Atlas y el desierto del Sahara.
Tenían apenas cinco minutos en su cuarto en El Fenn Hotel, en el corazón del casco antiguo el cual cruzan estrechas callejuelas que son parte del atractivo arquitectónico del lugar. Ahí los atrapó el terremoto.
“Yo siendo tica estaba confundida, pensé que era un carro pesado pasando o una obra de construcción, todo menos que era un terremoto porque este país no es sísmico. En eso empezó a moverse todo”, contó vía telefónica a La Nación la noche de este domingo.
Lo que más le impresionó fue cómo se ondulaban las paredes, mientras la puerta de su habitación se abría y cerraba violentamente sin control de una manera “antinatural”; como lo recuerda.
“Nunca jamás habíamos visto esa fuerza (...) Se oía el edificio crujiendo, cada pieza de cemento rechinando”, recuerda la tica.
Los esposos se situaron debajo del marco de una puerta pero, era tan furioso el movimiento, que empezaron a caerles pedazos de revestimiento en las cabezas. La cercanía de un muro alto junto al cuarto les hizo temer morir aplastados.
Esa fue la señal para salir corriendo por el laberinto de pasillos del hotel hacia la maraña de calles y una noche muy distinta a la que habían proyectado.
“Quizás no fue la solución más lógica, pero no sabíamos cómo reaccionar en un país desconocido y todavía desubicados. Gracias al sentido de orientación de mi esposo salimos del hotel y paramos de correr en la calle”, explicó la joven, quien trabaja en la península Papagayo en el área de bienes raíces.
En las calles de Marrakech se toparon con gente saliendo de las casas gritando y llorando. Vieron estructuras caídas y sintieron la nube de polvo que los edificios derrumbados levantaron y ahora cubría las vías por donde iban y venían vehículos y motocicletas a toda velocidad.
El aullido de las sirenas de los vehículos de rescate apenas empezaba su largo concierto. Un informe este lunes del Ministerio del Interior marroquí cifró en 2.497 las víctimas fatales (la mayoría fuera de Marrakech) y más de 2.476 heridos con 1.404 de gravedad.
La histeria de otros empezó a rodear a la pareja conforme esta avanzaba entre gente desmayadas sobre el suelo y personas recibiendo asistencia médica en plena calle donde, entre el gentío de peatones, algunos cargaban niños o mascotas en los brazos.
“Caminamos hacia la plaza principal de Djemaa el Fna para salir de la zona de los muros en la ciudad vieja, íbamos viendo las paredes caídas, los carros aplastados y más gente gritando sin control”.
Al final, dieron con un sitio despejado sin edificios cerca donde permanecieron unos 30 minutos a lo largo de los cuales llegaron otros como ellos buscando seguridad.
Viviana y Thomas corrieron por sus vidas apenas con la ropa que tenían puesta. Volvieron al hotel por pasaportes, celulares y dinero, por si debían pasar la noche a la intemperie y ya con la idea de irse de Marruecos antes de lo planeado.
El personal del hotel había vuelto al sitio y les pidió a todos los huéspedes esperar en una plazoleta del lugar, mientras verificaban las estructuras.
Atrapados en Marrakech
Se quedaron ahí casi hora y media, sin saber exactamente dónde ir o qué esperar del personal del hotel o las autoridades.
Al filo de las 2 a. m., les permitieron volver a la misma habitación donde horas antes vivieron momentos de horror. Cuando ingresaron por segunda vez al recinto nupcial por sus cosas, partes de las paredes y del techo habían aterrizado sobre algunas mesas y la cama. Había también rajaduras en los muros.
“Yo si acaso dormí minutos porque para mí fue horrible tener que quedarnos ahí. Pasé en un temblor casi todo el día siguiente. Mi esposo es más tranquilo, pero yo me acosté con la ropa y tenis puestas y un bolso al lado con todo por si había que salir corriendo”.
El sábado 9 de setiembre por la mañana, asustados todavía, desayunaron velozmente y pidieron a la administración cambiarles de habitación. Además, cancelaron sus planes de irse de paseo al desierto y las montañas Atlas.
En cambio, optaron por irse al aeropuerto de Marrakech-Menara a tratar de adelantar sus vuelos hacia Croacia, donde también tenían previsto ir. La idea era salir al día siguiente.
“El aeropuerto estaba caótico y los vuelos se triplicaron de precio. No pudimos hacer nada pero unos amigos de trabajo de mi esposo nos sugirieron salir de la ciudad por tierra hacia Esauira”, contó.
Esauira es una ciudad costera a casi tres horas en carro que se convirtió en su refugio temporal. Ahora prevén quedarse ahí y luego devolverse al aeropuerto de Marrakech para tomar su vuelo original a Croacia esta semana.
“Gracias a Dios no nos pasó nada, pero me ha sorprendido la resiliencia de los marroquíes que, a pesar de esto, nos han tratado muy bien y con una hospitalidad sorprendente dentro de las circunstancias. Tienen una fuerza increíble”, narró.
Viviana y Thomas pudieron comunicarse con sus familias pese a la intermitencia de las telecomunicaciones locales porque, según creen, los ayudó que habían puesto en sus teléfonos una tarjeta telefónica prepago europea.
“Pudimos avisarle a la mamá de mi esposo en Canadá y a mis papás en Costa Rica antes de que las noticias les llegaran. A los 10 minutos de enviado mi primer mensaje, mi mamá, Marta, encontró las primeras noticias (en Internet), pero pude tranquilizarlos”, concluyó.