“No puedo pensar en un mejor país para llegar en la nueva normalidad”.
Así declaró el costarricense David Gutiérrez Swanson su llegada a Costa Rica el lunes desde España junto a su familia e incluso su perro Cucho en el primer vuelo tras la reapertura de aeropuertos en el país.
¿Y cómo es volar durante 11 horas a unos 8 kilómetros de altitud sobre cientos y cientos de kilómetros de océano con una mascarilla sobre la cara en todo momento por temor a un contagio?
“Viera que fue muy tranquilo”, indicó el líder del paseo con el tono de voz de quien parece decir algo verdadero.
Esta familia oriunda de Santa Ana vive en Madrid hace tres años por el trabajo de Gutiérrez, quien es abogado de la firma de servicios legales BLP.
Vinieron con él su esposa, Carolina Ortiz Odio, y sus hijos Felipe y Alberto, de 10 y 11 años, respectivamente, así como el perrito de raza Jack Russell terrier cuyo tamaño le permitió ir en la cabina dentro de su jaula de viaje.
“Siempre venimos de vacaciones y hay que ser solidarios con nuestro país y el turismo que tanto requiere ayuda, ¿cómo nos vamos a ir de vacaciones a otro país cuando podemos hacerlo en nuestra propia patria y demostrar confianza?”, declaró Gutiérrez.
Juntos sortearon nuevas rutinas, cuidados y recibieron obsequios inesperados que, pese a todo, les dejaron la impresión de que las novedades adoptadas en Costa Rica sí inspiran confianza y dan seguridad a quien ingresa y al resto de la población.
“Iberia fue muy profesional detallando todo y permitiendo que llenáramos formularios en línea e igual para los viajeros extranjeros, a quienes se les advertían los requisitos”, explicó Gutiérrez quien saldrá de vacaciones tras guardar cuarentena sanitaria.
Un día antes del vuelo, recordó, recibieron un mensaje de Iberia donde les dieron sin cargo extra colocar su equipaje de mano en la bodega principal del avión.
“Eso me pareció lógico porque evitó ese enredo inicial al entrar al avión con toda la gente en los pasillos manipulando puertas y tocando cosas en la cabina”, aseguró Gutiérrez para quien ese trace fue “impecable” .
En la terminal de Madrid, el uso de mascarilla fue obligatorio desde la entrada a la salida. Al momento de abordar, se llamó a los viajeros por filas de asientos en vez de grupos; iniciando la subido a la nave de las filas traseras hacia hacia adelante, y siempre con mucho distanciamiento entre personas.
Ya adentro, cada pasajero se lanzó, toallitas desinfectantes en mano, a una concienzuda faena de limpieza en el área donde iba a viajar 11 horas.
Todos limpiaron mesas, descansabrazos, pantallas y todo aquello con lo que tendrían contacto. Todos menos Cucho quien permaneció ajeno a tanto oficio dentro de su propia cabina de viaje.
“En todo momento, el personal de Iberia estaba encima de que todo el mundo tuviera la mascarilla. Eso fue lo que más se cuidó. El servicio de comida, era otra cosa. No se ofreció en azafates, eran alimentos empaquetados con una etiqueta que decía que había sido higienizada. Eso te da calma”, comentó.
―¿Y mucho susto viajar así?
―Viera que no. No sentimos intranquilidad alguna, más bien como mucha confianza; tampoco vimos escenas de histeria o enojo, ni nadie se puso necio. Todo mundo iba con una actitud correcta. Claro que hay novedades, pero mucha confianza.
―¿Pese a tanta novedad en un viaje tan largo?
―Tampoco voy a jugar de intrépido, pero nosotros y vecinos en el avión íbamos con tranquilidad aprendiendo las nuevas rutinas. Siempre reinó la calma y nadie dijo “yo quiero lasaña caliente en vez de este sándwich”. Diría que todos volamos reconociendo que era así para seguridad de todos.
Una carreta típica sobre tela
Al llegar a Costa Rica, otras novedades impusieron más rutinas por dominar y emociones a flor de piel.
Bomberos de Costa Rica recibió al avión y lo acompañó a la manga donde sus carros para emergencias lanzaron chorros de agua sobre el avión recién llegado en una suerte de bautizo de bienvenida.
La salida de pasajeros de su transporte aéreo fue otra vez por por filas, esta vez de adelante hacia atrás, lo cual evitó “aquel molote y desmadre que se hace en el centro de la cabina”, mencionó Gutiérrez en referencia a la proverbial e inalterable costumbre de algunos viajeros de ponerse de pie apenas suena el “ding” que alerta que ya pueden quitarse los cinturones de seguridad.
Esta vez no porque ahora aterrizaban a otra normalidad.
Portando en su brazo a Cucho en su jaula de viaje, Gutiérrez y su familia caminaron hacia Migración cuando toparon con personal del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) que les tenían una sorpresa.
Y no era el ministro Gustavo Segura quien también estaba ahí dando bienvenidas a los pasajeros.
A cada persona, personal del ICT les entregó unas mascarillas con el alma de Costa Rica impresa sobre tela: los trazos multicolor de nuestras carretas típicas declaradas Símbolo Nacional en 1988 como tributo a la cultura del trabajo, sacrificio y constancia del pueblo costarricense.
En la etiqueta de las bolsitas que contenían las mascarillas se leía: “Esta es nuestra esencia: ser buenos anfitriones. Bienvenidos a Costa Rica”.
“Fue un detalle muy grande, incluso había para niños y todo”, refirió el padre en alusión a los matices y dibujos típicos.
“A uno siempre el extranjero le dice que el tico es buena gente, y uno se queda como dándole vueltas a eso, pero sí es verdad, los ticos somos buena gente y cálidos. Uno lo percibe al tratar personas de otras nacionalidades. Esa gente que nos vino a recibir se mostró realmente cálida; casi amorosa y nos hizo a todos una llegada muy conmovedora”.