Un recién estrenado plan para atender emergencias por erupciones como la que hizo el jueves el volcán Turrialba, permitió que el aeropuerto Juan Santamaría redujera en nueve horas el tiempo para poder reanudar sus funciones.
Aun así, un cierre de 10 horas puede causar un trastorno de operaciones de hasta tres días.
Estas explicaciones dieron ayer Juan Belliard, jefe de Operaciones de Aeris, la empresa administradora del Santamaría, y el director de Aviación Civil, Álvaro Vargas.
Ellos coincidieron en que la experiencia del 12 de marzo y la elaboración de un protocolo de acción específico para este tipo de desastres, les permitió agilizar tiempos en labores de limpieza, comunicación con autoridades y aerolíneas, así como la atención de pasajeros.
Durante el tiempo que la terminal estuvo cerrada (entre las 6 p. m. del jueves y las 4 a. m. del viernes) fueron canceladas 14 llegadas y cuatro salidas.
Tales atrasos generaron una reacción en cadena, pues los vuelos que no llegaron durante la noche tenían salidas programadas para la mañana siguiente, que también se retrasaron.
En total, 25 viajes debieron ser reprogramados, con un total de 1.279 pasajeros afectados.
Según Belliard, la capacidad de respuesta cuando se reabre el aeropuerto depende de las empresas aéreas y del trabajo del área de Operaciones. Se deben definir nuevos horarios de salida y aterrizaje y esto puede representar un desfase que va de un par de horas hasta tres días.
“En función de los estándares de seguridad, el aeropuerto define un parámetro para decidir si abre o no. Eso es mostrado a las aerolíneas y estas, a través de sus planes de seguridad, toman la decisión de si operan o no”, añadió.
Cambios. El plan de contingencia, vigente desde el 9 de abril, consta de cuatro fases, cuya puesta en marcha toma una hora.
“La erupción se desarrolla a unos 45 kilómetros de aquí, por lo que la llegada de ceniza nos da a nosotros entre dos y cuatro horas”, dijo el jefe de Operaciones.
La primera fase es de acciones preventivas, como alertar a los operadores, quienes pueden redirigir sus vuelos a otras terminales o cancelarlos.
Una vez que cae ceniza sobre la pista, contactan a los proveedores del servicio de limpieza.
Vargas detalló que el jueves las labores de limpieza tardaron alrededor de cuatro horas y participaron en ellas cerca de 150 funcionarios del mismo aeropuerto.
Al mismo tiempo, las aerolíneas trabajan en la atención de los pasajeros afectados. Esta es una acción que aún debe ser afinada.
Tanto Aviación Civil como Aeris desconocen el costo para el país del cierre de su principal terminal aérea y la salida de operaciones de sus 22 aerolíneas.
“El costo más alto es el costo de servicio, que es bajo si se antepone con la seguridad operacional. Son 6.000 empleados en el aeropuerto, y cerrarlo es un día que se deja de producir”, dijo Belliard.
De acuerdo con Vargas, de Aviación Civil, la directriz es que, a la mínima presencia de ceniza, el aeropuerto debe cerrar, pues las cenizas afectan las turbinas de los aviones y la visibilidad de los pilotos, lo que hace insegura la operación de las aeronaves.