Las figuras quedaron bajo la custodia de los pobladores y fueron colocadas una en la escuela, otra en el colegio del lugar y la tercera –la de mayor tamaño y peso (1,55 metros de diámetro y seis toneladas)– en el Museo Comunitario.
Las tres esferas habían salido a las 7 a. m. del viernes de San José y llegaron a las 6:30 p. m. a Boruca.
Fueron recibidas por un grupo de vecinos que cantaron, gritaron y bailaron de alegría, al tenerlas de vuelta en casa.
“Esta comunidad nos había solicitado unas esferas de piedra para tener parte de sus arraigos ancestrales en su territorio. Así vemos culminadas estas gestiones con la traída de estas esferas que en algún momento pertenecieron aquí y hoy regresan”, comentó Francisco Corrales, arqueólogo del Museo Nacional.
Las esferas fueron transportadas en dos camiones con todos los cuidados, se protegieron con telas especiales y fueron atadas con cadenas para asegurarlas.
A las 9 a. m. del sábado los vecinos se acercaron al Museo Comunitario para apreciar el histórico momento en que la esfera más grande era colocada en el lugar que le tenían preparado. Una vez que tocó el suelo, se dejó escuchar una lluvia de aplausos y sonó un caracol, que según los pobladores significa unión y alegría, por el regreso a casa de esta escultura.
De inmediato apareció la chicha de maíz y la música de acordeón ofrecida por Porfirio González. La fiesta se había iniciado.