
Belém. El debate sobre el fin de las energías fósiles recobró fuerza este jueves durante la cumbre de líderes de la Conferencia de las Partes (COP30) de Naciones Unidas, que concluye este viernes en Belém, Brasil. La reunión abrió paso a las negociaciones que definirán los compromisos climáticos de los próximos años.
La cita estuvo marcada por las advertencias de la ONU de que 2025 será uno de los años más calurosos de la historia y de que ya no es posible cumplir el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
A ello se suma el reciente retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, anunciado por el presidente Donald Trump, lo que agrava el panorama internacional.
Pese al contexto adverso, varios jefes de Estado y de gobierno reunidos en la Amazonía brasileña llamaron a “aprovechar la ventana de oportunidad” para acelerar la transición energética.
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El presidente anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, reactivó la discusión global sobre la salida progresiva de los combustibles fósiles, un compromiso adoptado en la COP28 de Dubái en 2023.
Lula propuso que cada país elabore su “hoja de ruta” para reducir la dependencia del petróleo, incluso cuando Brasil es el octavo productor mundial de crudo y recientemente autorizó una nueva exploración frente a la costa amazónica.
“Queremos proponer un camino para reducir el uso de combustibles fósiles. No es fácil”, reconoció el mandatario.

El presidente francés, Emmanuel Macron, respaldó la iniciativa y pidió que todas las naciones “presenten su hoja de ruta” para eliminar gradualmente los combustibles fósiles.
Desde el Caribe, el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, acusó a “los grandes contaminantes” de continuar dañando el entorno marino y terrestre.
Según analistas de los centros de estudio E3G e Instituto Talanoa, la postura brasileña refleja las prioridades políticas de la presidencia de la COP30, aunque no garantiza un consenso entre los 200 países participantes.
Además del debate energético, Brasil lanzó un fondo internacional para proteger los bosques tropicales, con compromisos iniciales de Noruega ($3.000 millones), Brasil e Indonesia ($1.000 millones cada uno) y Francia ($575 millones).
“Es vital frenar la deforestación para reducir los impactos del cambio climático”, afirmó el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre.
