
Brasilia, Brasil. A poco más de un año de las elecciones presidenciales, la derecha brasileña se halla en la encrucijada por la posible condena por golpismo de su líder, Jair Bolsonaro, sumada a los impopulares aranceles que Donald Trump aplicó al gigante suramericano.
Cinco jueces del tribunal supremo, incluido el emblemático y criticado Alexandre de Moraes, se reunirán durante cinco jornadas de audiencia entre este 2 y el 12 de setiembre en Brasilia para decidir si condenan o absuelven al exjefe de Estado (2019-2022) y a siete de sus excolaboradores.
El campo bolsonarista parece dar por hecho que el expresidente ultraderechista, de 70 años, será sentenciado este mes a la cárcel, acusado de conspirar para mantenerse en el poder tras su derrota electoral frente al izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en 2022.
Sus seguidores realizaron manifestaciones de apoyo el domingo frente a su casa, donde cumple arresto domiciliar preventivo, mientras la sentencia de la corte suprema se espera la semana próxima.
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Algunos de sus colaboradores confían en el voto de una ley de amnistía en el Congreso, donde la derecha es mayoría.
“Bolsonaro ya está condenado”, es “una persecución política vergonzosa”, dice su aliado y amigo, el influyente pastor evangélico Silas Malafaia.
“Sólo que existe una cosa llamada amnistía que derribará todo eso”, promete.
Sin embargo, los esfuerzos en este sentido fueron en vano hasta ahora.
Incluida la iniciativa de varios diputados ultraderechistas, que durante dos días en agosto obstruyeron la actividad parlamentaria para reclamar un voto de urgencia del proyecto de ley.
Si es condenado, “la presión por la amnistía continuará aumentando”, señala bajo el anonimato un colaborador del campo bolsonarista en el Congreso.
Este anticipa nuevos debates desde esta semana, en paralelo a la fase final del juicio que se abre el martes.

“Ratas”
Sobre la mesa, dos opciones: un perdón “irrestricto” para exonerar a Bolsonaro, defendido por el núcleo duro del bolsonarismo.
Otra, más “liviana” y más aceptada por la centroderecha, que solo beneficiaría a los simpatizantes condenados por el asalto a los poderes en enero de 2023 en Brasilia para tratar de derrocar a Lula.
Incluso si se librara de una condena, Bolsonaro aún tendría que revertir su inelegibilidad hasta 2030, que le impuso la justicia por desinformación electoral.
En el seno de la derecha moderada, ya empezaron a asomar cabezas para concurrir en las elecciones de 2026, en las que Lula, de 79 años, tiene la intención de buscar la reelección.
Sin nombrarlos, uno de los hijos del expresidente, el concejal Carlos Bolsonaro, fustigó en X a las “ratas” que “solo quieren heredar” el capital político de su padre.
En el seno de la familia de Bolsonaro, su hijo Flávio (senador) y su esposa Michelle, también suenan como candidatos.
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Las divisiones se agudizaron además con la ofensiva de Donald Trump, que impuso aranceles de hasta 50% a las exportaciones brasileñas en respuesta a lo que llamó una “caza de brujas” contra Bolsonaro.
Esto benefició por ahora a Lula, que se postula como defensor de la soberanía brasileña frente a los ataques de Trump.
El gobernador conservador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, cada vez más visto como eventual rival contra Lula en 2026, se cuidó de aplaudir el “tarifazo”.
Eso disgustó a otro hijo del exmandatario, el diputado Eduardo Bolsonaro, que desde Estados Unidos llevó a cabo una campaña en favor de estas sanciones.
El episodio propició un intercambio de insultos entre Bolsonaro y su hijo, según mensajes extraídos de un teléfono confiscado por la policía.
Cuando Bolsonaro llamó a su hijo de “inmaduro” por atacar a Freitas, Eduardo explotó: “Vete a la mierda, ingrato”.
