Glenda Taylor vive en Estados Unidos desde hace 45 años y describió la situación actual de los incendios en Los Ángeles, California, con una frase contundente: “No podemos confiar en que vamos a estar bien”. Ella confesó que conciliar el sueño dejó de ser una opción, entre el sentimiento de ver familias que lo perdieron todo y la necesidad de estar alerta ante posibles evacuaciones en su ciudad.
La oriunda de Puerto Limón vive con su hija en la localidad de San Fernando, a 1,5 kilómetros de donde se originó uno de los incendios. Trabaja en una clínica dental en Sylmar, a unos 700 metros del sitio afectado por la emergencia.
“Mi hija y yo empacamos una maleta, sacamos documentos importantes y los llevamos al carro para tenerlos listos por si debíamos salir. No dormí porque pasé escuchando a los bomberos y las noticias. Era difícil dormir”, mencionó en entrevista con La Nación.
Taylor se enteró de los incendios a través de las noticias. El martes por la mañana vio el primero. A las 6:30 p. m., observó el segundo y, a las 10 p. m., el tercero, el más cercano a su hogar y a su lugar de trabajo, el cual las autoridades ordenaron evacuar.
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En medio de la emergencia, a las 12 a. m., Glenda fue a su oficina para recuperar datos de sus pacientes y comunicarles la situación. Esa madrugada del miércoles vio el cielo cubierto de un color rojo, con humo y cenizas a su alrededor. Recordó grandes incendios ocurridos en su localidad en el pasado, pero ninguno como los actuales, que han cobrado cerca de once vidas y dejado una destrucción total a su paso.
“Había mucho humo y cenizas. Como era de noche, el cielo se veía rojo, sin necesidad de estar cerca. Tuve miedo y dije: ‘Otra vez’. Ya van como cinco incendios grandes, pero nunca como este. En 2010, hubo dos incendios grandes que quemaron 500 casas en menos de tres horas, pero ahora hay cerca de 5.000 casas, edificios, escuelas, iglesias y bancos afectados”, explicó.
‘Batallamos con nuestros sentimientos’
“Ahora está controlado, pero estamos batallando con nuestros sentimientos, por ver tanta destrucción en tan poco tiempo, sabiendo que hay tanta gente sin hogar. Hablé con una amiga y le decía no puedo imaginarme cómo es vivir en una casa por 30 años y perder todo, ‘por dónde empiezas?’, pidiendo a Dios ayuda para tener las fuerzas suficientes para seguir adelante”, dijo.
Glenda y su hija están bien, pero 13 de sus amigos lo perdieron todo, incluyendo 11 costarricenses. Aunque la situación parece controlada, la posibilidad de nuevos incendios mantiene la alerta y les quita el sueño.
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“Desde el martes, he dormido unas tres horas. Aunque quiera, es difícil. Estoy pendiente de lo que pasa. Ahora, viernes, comenzó otro incendio a unas 10 millas (16 kilómetros) de aquí. No sabemos qué va a pasar. Todo está seco. No llueve desde hace un año, y eso facilita la expansión del fuego”, advirtió.
Este viernes, a las 3 a. m., recibieron una alerta de evacuación. Debieron verificar si era real. “Uno vive con nervios”, afirmó. Mantienen atención constante ante posibles incendios que las pongan en riesgo.
Según los datos de este sábado, más de 12.000 edificios han sido destruidos y más de 15.000 hectáreas permanecen envueltas en humo. El mayor de los cinco incendios activos ha quemado unas 8.000 hectáreas en Malibú y Pacific Palisades. Hasta ahora, solo está contenido en un 8 %. Mientras tanto, los ciudadanos siguen bajo alerta.