“Somalia está lista para los negocios, y queremos atraer a quien quiera invertir”. Quien dice esto es nada menos que Omar Abdirashid Ali Sharmarke, primer ministro de ese país, paradigma de Estado fallido, escenario de hambrunas, terrorismo y cabeza del ranquin de 25 países más pobres del mundo.
Aún persisten todos esos problemas, pero hay progresos. Existen cifras que hablan de una Somalia que emerge de su miseria y desintegración.
“Somalia ya no es piratería y terrorismo. Es el país número uno en el declive estable de actividades terroristas”, afirmó Sharmarke en entrevista con la cadena catarí Al Yazira, en marzo.
La piratería, dijo, ha decaído en casi un 90%, el terrorismo también va en descenso y la mayor parte del país está en manos del gobierno de transición.
Esta no es la imagen más conocida del país africano en esta parte del mundo, pero con ella coincide la experta africanista Rina Cáceres, catedrática de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Somalia se sumió en la crisis desde 1991, con la caída de su último dictador, Siad Barre.
Sin gobierno, dividida, en guerra de clanes y jefes locales; desacreditada en el mundo por la piratería; azotada por hambrunas cíclicas, así se percibe Somalia. El último peldaño hacia el abismo fue el yihadismo del grupo al-Shabab, que controló el país en el primer lustro de este siglo.
Lo más visible de Somalia en esta parte del mundo son las hambrunas, motivadas por una crisis ambiental que genera sequías, explicó Rina Cáceres. En 1992 murieron 250.000 personas y en el 2011, una cifra similar, con 1,3 millones de refugiados.
La otra parte visible es el terrorismo. Ambas, indicó Cáceres, son situaciones muy focalizadas en el centro y sur del país. “Hay regiones donde hay un resurgimiento no solo como producto de inversiones, sino también del empoderamiento de la sociedad civil, que se ha pronunciado contra la injerencia de al-Shabab”.
Al-Shabab, que se unió a al-Qaeda, fue debilitado con la muerte de su líder, Ahmed Godane, en el 2014, y fue expulsado de las ciudades por las tropas del Ejército y de la Unión Africana, presente en el país desde el 2007.
Amenaza en Kenia. Sin embargo, el grupo pretende demostrar fortaleza y generar terror. El 2 de abril mató a 148 estudiantes en una universidad de la provincia del noreste de Kenia, y en los últimos 15 días atentó en Somalia contra el Ministerio de Educación y dos restaurantes.
Según la profesora Cáceres, al- Shabab decidió atacar Kenia por varias razones:
Por venganza. Kenia forma parte de la Misión de la Unión Africana en Somalia que está combatiéndolos.
Por nacionalismo. Cuando los británicos se fueron de Somalia en los años 60, le dejan la provincia del noreste, de 120.000 km² a Kenia, un país cristiano, a pesar de que la población, somalí y musulmana, decidió en referendo ser parte de Somalia.
Por publicidad. El grupo procura atraer a la prensa internacional. Sabe que si en sus ataques muere mucha gente, logra notoriedad y atención. Es la misma estrategia que usan Boko Haram en Nigeria y el Estado Islámico (IS) en Oriente Medio.
Tales propósitos del yihadismo dejan ver algunas capas de la crisis somalí: la primera, una territorialidad inestable producto del periodo colonial y la consiguiente fractura del país.
Luego, al quedar la provincia del noreste en Kenia se introduce un elemento religioso (musulmanes bajo el control de cristianos) en una disputa territorial.
Si se hurga en las circunstancias actuales, también se puede ver que los modelos de desarrollo que existen en todo el mundo no son inclusivos de todos los sectores, agravado esto por serios problemas de corrupción.
“La globalización no implica un combate abierto contra la pobreza y el desempleo”, expresó la catedrática Cáceres.
Resurrección. Además del debilitamiento de al-Shabab, en Somalia hay un gobierno de transición, aunque frágil aún, que trata de reconstruir las instituciones. Los señores de la guerra perdieron protagonismo frente a políticos con los cuales la sociedad civil se siente más cómoda y Occidente también.
“Creo que estamos en dos fases: contener y destruir a al-Shabab y construir un ejército nacional. Otro gran reto es la unión”, señaló Sharmarke. El país está dividido en regiones autónomas.
Según el diario El País , de España, Somalia, considerada la más peligrosa del mundo, vio morir a 800.000 personas en los últimos 20 años a causa de la violencia. Sin embargo, en el 2013, la cifra se redujo a menos de 1.000, ilustró, citando cifras del Instituto para la Economía y la Paz.
Mogadiscio es una ciudad en la que, en medio de edificios semidestruidos por la guerra, se alzan enormes construcciones. “La idea preconcebida que tienen (los visitantes) de la capital somalí se desvanece (...). Somalia renace de sus cenizas como el ave fénix”, describió el diario.
Esa resurrección es posible gracias a un despertar del continente, a una mayor estabilidad, mayor inversión extranjera y comercio. El dinero fluye y la población abre negocios. Somalia quiere ser parte del África que crece a tasas de 5% y 6% anual.
La diáspora también contribuye a la recuperación con el envío de remesas o con su regreso.
Uno de quienes retornó es Sharmarke. “Vamos a cambiar el discurso sobre el país. Hay millones de somalíes que han decidido recoger sus pedazos y hacer lo mejor posible con sus vidas. El país se reconstruye”.