
Tras intensas semanas de ofertas y rumores, se confirmó este viernes 5 de diciembre la “fusión del siglo” en el entretenimiento: Netflix adquirirá Warner Bros. Discovery por $82.700 millones y se convertirá en un monstruo de las plataformas de streaming. Pero lo que deslumbra a los inversionistas despierta alarmas de “monopolio” y hasta de “amenaza de muerte” para la atribulada industria cinematográfica.
El trato anunciado integra los catálogos de propiedad intelectual más valiosos de Hollywood sin contar el de Disney, que goza de su propio ecosistema. Netflix pasaría a tener derechos, por ejemplo, de Game of Thrones, The Lord of the Rings (solo películas), Cartoon Network, DC Comics y un valioso etcétera.
Netflix ya es el servicio de streaming por suscripción más grande del mundo, con más de 300 millones de usuarios. Según el New York Times, si la fusión es aprobada por el regulador estadounidense, se “crearía un coloso con mayor poder de negociación frente a los dueños de salas de cine y los sindicatos de la industria del entretenimiento” y podría forzar a compañías más pequeñas a fusionarse para competir.
Paramount+, Peacock, Apple TV+ quedarían relegados, sin acceso al siglo de producciones históricas de Warner, lo cual suscita el primer temor: que Netflix pueda subir el precio al consumidor cuanto quiera, porque tiene los derechos de algunos de los personajes y “universos” narrativos más atractivos. Para el usuario, significa que en un mismo sitio encontrará gran parte de sus productos favoritos.
Sin embargo, el riesgo va más allá, y los sindicatos de productores y guionistas y otros artistas audiovisuales ya alertan del “colapso” que podría provocar en la industria.

Preocupación por ‘monopolio’
La senadora demócrata Elizabeth Warren, una de las más acérrimas críticas de la hiperconcentración empresarial de Estados Unidos, reclamó que “este acuerdo parece una pesadilla antimonopolio”.
“Una fusión entre Netflix y Warner Bros. crearía un gigantesco conglomerado mediático con control de cerca de la mitad del mercado de streaming, lo que amenazaría con imponer a los estadounidenses precios de suscripción más altos y menos opciones sobre qué y cómo ver, además de poner en riesgo a los trabajadores estadounidenses", agregó en su comunicado.
El 13 de noviembre, el senador republicano Darrell Issa ya había alertado al presidente Donald Trump de los riesgos para la economía audiovisual, en especial en California. Ya Hollywood, clave para la economía del estado, ha sufrido una desbandada de producciones, que buscan mejores condiciones económicas para filmar en el extranjero u otros estados.
Otro republicano, Mike Lee, había advertido que “esta posible transacción, de concretarse, plantearía serias cuestiones de competencia —quizá más que cualquier otra operación que haya visto en aproximadamente una década".
El escrutinio regulatorio será intenso y posiblemente termine involucrando a figuras cercanas al presidente Donald Trump, como los dueños de Paramount, que también presiona por adquirir Warner.

“Si me pidieran hacerlo, no podría pensar en una forma más eficaz de reducir la competencia en Hollywood que vender WBD a Netflix”, dijo Jason Kilar, ex director ejecutivo de Hulu.
Asimismo, este jueves la revista especializada Variety reportó que un conglomerado anónimo de “figuras clave” de la industria envió una carta de alerta a congresistas de ambos partidos.
Argumentaron que el trato equivaldría a “sostener un lazo al cuello del mercado cinematográfico en salas”, con suficiente influencia para reducir la presencia de las películas en salas de cine y forzar a la baja las tarifas de licencias pagadas en las ventanas posteriores a su exhibición en cines.
Esa preocupación concuerda con las de los gremios creativos: ¿pone en peligro el futuro de las salas?
Gremios profesionales se oponen
El negocio audiovisual es complejo y en muchas etapas. La vida comercial de una película no concluye en las salas, pero sigue dependiendo de un buen arranque en taquilla para recuperar lo invertido en producción. Con el auge del streaming, y en especial pospandemia, los ingresos por derechos de exhibición posteriores se han reducido (por ejemplo, las ventas para televisión por cable y de formatos caseros como DVD y Blu-ray han bajado).
Esas licencias han sido históricamente cruciales para intérpretes, productores y todos los equipos creativos, que continúan recibiendo pagos por sus creaciones años después de su salida en salas, el ingreso inicial. De hecho, junto con la llegada de la inteligencia artificial, esa fue una de las principales preocupaciones de la gran huelga de Hollywood de 2023.
“Esta fusión debe detenerse”, dice directamente Writers Guild of America (WGA), el sindicato de guionistas.
“Eliminaría empleos, reduciría los salarios, empeoraría las condiciones para todos los trabajadores del entretenimiento, aumentaría los precios para los consumidores y disminuiría el volumen y la diversidad de contenido para todos los espectadores”, argumenta el gremio, que se ha opuesto a tratos previos por reducir el campo laboral.
El Producers Guild of America (PGA) alerta que la concentración de la producción reducirá no solo las oportunidades laborales drásticamente, sino que también disminuirá la oferta a los espectadores y consumidores. Este viernes, el Screen Actors Guild también se manifestó “preocupado” por el trato y solicita escrutinio firme.

“Nuestra industria, junto con los responsables de formular políticas públicas, debe encontrar un camino que proteja los medios de vida de los productores y promueva la creatividad y las oportunidades para trabajadores y artistas, la libertad de elección para los consumidores y la libertad de expresión”, alertaron este viernes.
¿Menos películas en salas, menos ingresos, menos cines?
La concentración de empresas, argumentan analistas, puede llevar a una merma en la producción: si hay menos empresas, hay menos riesgos, menos inversión y por ende, menos películas. Eso asusta particularmente a las salas de cine, que también arrastran el descenso de público acentuado por la pandemia de Covid-19.
En Estados Unidos y el resto del mundo, una sala de cine requiere una inversión importante en inmuebles y tecnología; dependen de producciones llamativas y constantes para operar, y ya hay quejas en Europa y Norteamérica por el precio creciente de los boletos. Un sondeo de US Kagan Consumer encontró que un tercio de los encuestados ha ido al cine con menos frecuencia en 2025 en comparación con el año anterior; el costo fue la principal razón.
Desde el despegue de Netflix, la presión de los productores ha sido por mantener las películas más tiempo en salas, justamente para obtener más ingresos por taquilla. Ted Sarandos, CEO de Netflix, ha luchado por reducir esas ventanas hasta dos semanas o menos, algo que los exhibidores encuentran escasísimo para que sea rentable.
De proceder con la compra, dice Sarandos, Netflix y Warner mantendrán sus planes de estrenos en salas. “Creo que, con el tiempo, las ventanas evolucionarán para ser mucho más favorables para el consumidor, para poder llegar al público donde esté, más rápidamente…“, advierte.
Ahora empieza la batalla de política pública más intensa de la industria del entretenimiento. Como se puede ver, no es solo cuestión de que el precio de suscripción de un servicio pueda aumentar: empleos y una industria entera están a la expectativa.

