De tiempo en tiempo nos enfrentamos como país a situaciones en las cuales deberíamos abandonar los viejos moldes. Por ejemplo, cuando se necesita construir un gran acuerdo que supere la miopía y mire la nación como conjunto y no crea que la historia termina o comienza en el año 2018.
Ante un gran desequilibrio fiscal, todos estamos en peligro. Entonces, ¿qué podríamos esperar y deberíamos exigir los ciudadanos de a pie?
Primero, una corrección de los desajustes estructurales, los disparadores del gasto. Y en esto no se pueden esperar correcciones sumarias, que rindan su resultado a corto plazo. Un transatlántico no se detiene en cien metros. Pero, si no se toma la decisión hoy, nunca se logrará el propósito. Aquí se puede recurrir a la gradualidad.
Además, hay que distinguir entre promesas y promesas con garantía. La mayor garantía en este campo es una disposición legal. Resulta ingenuo esperar que se aprueben unos impuestos a cambio de una promesa. Habría que darle a la promesa carácter legal.
La búsqueda del acuerdo tiene que ser un proceso maduro, que respete la inteligencia de las partes. Hay ofertas que podrían constituir papel mojado, como ocurriría, por ejemplo, si el Poder Ejecutivo ofreciera que las anualidades se harán efectivas en función de la productividad. ¿Quién evaluará? ¿Cómo? ¿Qué impedirá que se abandone –como se abandonó– el procedimiento?
Otra cosa que no se vale es ofrecer reducciones en los gastos que a todas luces resulten perjudiciales, como cuando se habla de reducciones que afectan la educación, la seguridad o la salud.
Tampoco hay que olvidar que no es necesario promulgar leyes de vigencia indefinida. Podría ser útil que tuvieran un plazo de vencimiento. ¿No sería más viable aprobar un aumento de impuestos con vigencia de seis años a uno que rija de manera indefinida? ¿O ligar los nuevos impuestos a rebajas de gastos de manera que el Ejecutivo tuviera que “comprar” los impuestos con reducciones de gasto?
Este es un asunto de Estado, no de partido. Debe ser tratado políticamente; esto es, con apego a principios éticos. Y los ciudadanos deberíamos tener claro quiénes proceden así y quiénes no.